Conocí personalmente a José Luis unos años atrás, cuando me matriculé en un taller intensivo que ofreció el Centro Cultural Español de Miami. Dirigido por este magnífico artista, el evento fue un programa «orientado a guitarristas, bailaoras-es y cantaores-as», como enfatizaba el anuncio. El número de participantes albergaba varios niveles de interpretación en su especialidad, y gran parte de ellos incluía a conocedores de muchos de los recovecos del exuberante mundo flamenco. Con mi acostumbrado atrevimiento, participé en las sesiones semanales del curso. Me uní al grupo, equipado con conocimientos muy rudimentarios, no de la guitarra, instrumento que no me es extraño, pero sí de la expresividad y pasión en que navegan las nociones rítmicas y armónicas [llamémoslas elementos estructurales históricos] que dan forma y fundamento a lo que conocemos hoy como cultura flamenca. De ese primer encuentro, recuerdo los nombres de varios participantes. Algunos ya son mis amigos: Felipe Carvajal, Samuel Rosales, Adolfo Herrera, Liliana de la Caridad, Miguel de la Rúa, Ania Díaz, Rafael López, Mario Icaza, Sandra Baras, Alejandro Navarro, Gined López Ganem, Víctor Barrios, Alex Jordan, Paola Escobar, Alessandra Torres y, por supuesto, Niurca Márquez.
Demás está decirles que quedé muy impresionado, no sólo con los cánones tradicionales que a lo largo del entrenamiento descubrí en la praxis, sino con la profundidad de los conocimientos y dotes extraordinarias de buen maestro y comunicador del instructor. En aquella feliz ocasión, siendo yo editor en otra revista, le hablé de la posibilidad de entrevistarlo como ente cardinal en el ambiente musical del sur de la Florida. La oportunidad no se materializó hasta ya avanzada la forzada cuarentena, precisamente cuando este excelente músico, a quien definen su concentración, seriedad y dedicación al arte, se encuentra forjando uno de los proyectos más importantes de su carrera. Contacté a José Luis y me concedió una interesante entrevista que aquí les comparto.
Me gustaría que hablaras un poco de tu etapa formativa: cómo es que fuiste filtrando toda esa información que se transmite de generación en generación hasta llegar a ti a temprana edad.
De manera romántica diría que la guitarra nació conmigo. Tuve mi primera guitarra cuando apenas tenía tres meses de edad, y desde entonces siempre tuve guitarras en casa. No sé muy bien en qué momento yo intuía ya la mecánica y la sonoridad, solamente de ver a mi padre tocar algunos acordes y de escuchar mucho flamenco, que mi padre siempre ponía en casa en sus ratos libres. No tuve a un maestro hasta tener seis años: Era un aficionado de una peña flamenca, Manolo Sierra. Yo avanzaba tan rápido que fui cambiando de profesor muchas veces y ellos le insistían a mi padre que buscara a algún profesor más avanzado. Así llegué a manos de Antonio Sousa, alguien que no le gustaba dar clases, pero que me hizo aprender mucho, me enseñó a escuchar y a intuir el cante y la guitarra de acompañamiento. Yo tendría doce o trece años. Antonio tocaba con muchos cantaores y, en verano, me llevaba a los festivales para no viajar solo de madrugada. Yo me llevaba mi guitarra y me ponía a estudiar escuchando a los cantaores y tocando desde el camerino, hasta que los propios cantaores y guitarristas se acercaban a mí para enseñarme técnicas, ritmos, cantes, etc., y así me fueron conociendo muchos de los artistas más destacados a finales de los 70 y principios de los 80.
En 1981 me presenté al Certamen Nacional de Guitarra de Jerez y quedé finalista. Aquel concurso, aquella noche, fue un hito histórico, ya que todos los finalistas son (somos) hoy día grandes figuras de la guitarra flamenca (Cañizares, José Antonio Rodríguez, Gerardo Núñez, Moraito Chico, Niño Miguel, Niño de Pura, Paco Jarana, Miguel Ochando…. y allí estaba yo… el más joven de todos, junto con Paco).
Pero fue en 1985 cuando mi vida cambiaría. Hasta ese momento, fui creciendo, acompañando a cantaores-as en peñas y festivales y también tocaba para baile. Quería ser solista, pero no tenía un guía y yo trataba de componer y de crear mis propias piezas para guitarra, siempre bajo mi intuición y escuchando a los grandes de aquel momento. En aquel año asistí a unos cursos impartidos en Córdoba por el maestro legendario Mario Escudero, conocido como uno de los padres de la guitarra flamenca de concierto, junto a Sabicas, Niño Ricardo o Manolo de Huelva. No sólo era compositor, sino que había acompañado a Carmen Amaya, a Estrellita Castro y a grandes figuras del flamenco. Mario (que había vivido todo ese tiempo en Estados Unidos) se estaba mudando a Sevilla y, tras unos meses de clases, me tomó como su discípulo. Con él pude conocer de primera mano la evolución de la guitarra flamenca de concierto y parte de la Historia del Flamenco y la base técnica de la guitarra clásica.
Pero aún faltaba un último detalle. Mi generación fue liderada por Paco de Lucía en los 80, que nos hizo exigentes, obsesivos, disciplinados y nos llevó a una revolución que dio lugar al flamenco actual, con nuevos sonidos, armonías y técnicas. La guitarra flamenca se volvió sofisticada y virtuosa, técnicamente muy compleja y rítmicamente vertiginosa. Yo no podía quedarme fuera de estas influencias, por lo que también tuve que estudiar y prepararme por mi cuenta.
Hay otra influencia de aquel momento, que viene por mi cercanía al legendario Niño Miguel, guitarrista esquizofrénico, con quien compartí escenario en muchas ocasiones, encontrando en él una fuerza y una honestidad fuera de lo común, apoyadas en una técnica impresionante.
Otras influencias me llegan en Sevilla, especialmente en la escuela de Manolo Marín; el contacto con guitarristas en proyección y el toque para bailar.
En 1993, entré a formar parte del Ballet de Cristina Hoyos. Tras un par de años como guitarrista, me convertí en su compositor y director musical entre el 98 y el 2005. En esta etapa, el reto fue integrar todas las técnicas guitarrísticas, sin rechazar ninguna, pero integrando todas. Poder tocar con mucha fuerza, con muchos cambios rítmicos, etc., y al mismo tiempo poder ser delicado, como en un concierto, y no perder el conocimiento del cante. Fue con todos estos elementos unidos, que fui creando mi estilo y desarrollando mi personalidad.
En medio de todo ello, muchos festivales, giras de conciertos, mucho acompañamiento, muchas giras junto a una Coral Polifónica de La Rábida, de música andaluza, muchos trasnoches en la Peña Flamenca de Huelva y mucha audición de música sinfónica y de rock sinfónico, mis dos pasiones de adolescente.
FIN DE PARTE I
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez
Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y prosa poética para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Ekatombe, Eka Magazine y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Es miembro de Academia.edu, National Collegiate Hispanic Honor Society [Sigma Delta Pi], Modern Language Association [MLA], y Florida Foreign Language Association [FFLA]. Creador de un sub-género literario que llama cuarentenas, es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011, CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, agosto de 2015, CUANDO EL VIENTO ES AMIGO, iUniverse, abril del 2019, y DOSSIER HOMENAJE A LILLIAM MORO, Editorial Dos Islas. Les da los toques finales a dos próximos libros, AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, antología de ensayos con temas diversos, y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.