A Joan Senent-Josa
Pantalón corto aún. Tercero de educación elemental en una escuela religiosa. 13 años y varios amigos pobres y púberes como yo. El abuelo paterno jubilado. Al mediodía, retirada a su propia casa antes de regresar a la escuela hacia el turno de la tarde. La abuela, elaborando un arroz de hígado de pollo y calamar en su tinta. Pan de ayer, vino tinto, y un poco de gaseosa para mí en una mesa con mantel verde. Mis padres…trabajando.
Son las tres de la tarde y el telenoticias está a punto de empezar. En blanco y negro, una televisión Phillips analógica. La señal, partida y con nieve electrónica; hay que mover la antena pronto, si queremos ver algo. Todo listo.
De repente, una multitud de estudiantes en la plaza de la Sorbona de París vociferan. Parece que lleven la sonrisa y el poder en su interior. Al cabo de unos segundos…un centenar de policías de negro los atacan con porras, coraza transparente y mangueras de agua. Tratan de amedrentar y disolverlos. Gases. Humos y piedras al aire. Gritos… “Nous sommes le pouvoir”.
- ¿Qué es todo esto abuelo?
- Que “¿qué es esto?” ja ja ja. Si hubieras vivido la Guerra Civil sabrías lo que es una protesta, una huelga, una manifestación. Entenderías porqué los obreros no se conforman con la miseria que ganan. Entenderías porqué ahora se trabajan ocho horas y en mi niñez lo hacíamos entre doce y catorce. Entenderías porqué vivimos en una dictadura que no permite decir lo que piensas en público. Y cómo las sociedades avanzan cuando les plantean al estado su incomodidad por lo injusto. Te quedan unos años aún. Y me huelo que te veré metido en líos.
- ¿Por qué dices esto?
- Lo ves… eres un contestón. Siempre preguntas. Te pasas todo el día preguntando. Te voy a decir una cosa… porque te quiero: no te metas en problemas o acabarás detenido y en la cárcel.
Todo sucedió al segundo aquella tarde del seis de mayo. Era la primera vez que veía a la gente circular entre los adoquines de la calle. Ocuparla y reunirse, cogidos del brazo sin caminar por las aceras. La primera vez que me fijé en las letras de un papel grande y blanco sujeto a dos palos que se llamaba “pancarta”. O la primera vez que oí hablar de las “octavillas”; papeles que relataban las razones de una queja mecanografiados. La primera vez que observaba a una concentración de individuos mientras pedían cosas tan incomprensibles para mí edad, bajo lemas como los que ahora cito.
- L´imagination prend le pouvoir. La imaginación al poder.
- Il est interdit d’interdir. Prohibido prohibir.
- Soyez realistes, demandez l’impossible. Seamos realistas, pidamos lo imposible.
- Sous le pavés, la plage. Debajo el pavimento, la playa.
- La culture est l’inversion de la vie. La cultura es la inversión de tu vida.
- Je suis marxiste tendance Groucho. Soy un marxista de la tendencia de Groucho.
Hoy hago un análisis distinto del que en su momento se hizo de esta revolución primaveral. Nada que ver con el ocaso de un nación bajo un gobierno de derechas al frente del general de Gaulle. Ni de una revolución de los hijos malcriados de la burguesía. Ni tampoco una revuelta comunista para beneficio y control soviético del continente. Las huelgas generales y los disturbios, si bien pusieron París patas arriba como metrópoli, en especial el Barrio Latino, unieron a la clase estudiantil y obrera en sus reivindicaciones. El salario mínimo subió un 30% y en la década de los 70 hubo grandes reformas sociales debido a los acuerdos de Grenelle, del cual, no todas las partes estuvieron de acuerdo. El final del movimiento hippie dio pie al ecologista. Los derechos y reivindicaciones de las feministas y el movimiento gay crecieron y se institucionalizaron. El antiautoritarismo y la libertad de expresión, fueron bandera en los años venideros. No olvidemos a Guy Debord y su internacional situacionista. Nuevas perspectivas en la enseñanza universitaria y los servicios sociales se pusieron en práctica. El arte y la escritura dieron un nuevo giro. Murió la izquierda centralista y autoritaria de los partidos marxistas de la época. Y se implementaron nuevas formas de vivir y entender la organización social…
Nombres que dejaron huella como Daniel Cohn Bendit (Dany el Rojo) este anarquista que, bajo la provocación y la inteligencia, llegó a ser diputado verde en las cortes europeas. En su libro Forget 68, aclara lo que significó aquel momento desde el punto de vista de rotura de prejuicios, venida y auge de nuevos movimientos sociales tras la II Guerra Mundial. Jean Paul Sartre, engrandecido el 19 de mayo por su liderazgo a favor de los estudiantes y su implicación en las protestas como filósofo y agitador; después fundaría el periódico Liberation. Alain Touraine, o André Glucksman que pasó de ser un militante maoísta a dar apoyo a Nicolás Sarkozy en su elección como presidente.
Daniel Cohn Bendit
Jean Paul Sartre
Todos ocuparon tribunas y voz entre los manifestantes. Algunos pasaron la noche en las barricadas haciendo el amor y fumando marihuana como bien describe en The Dreamers Bernardo Bertolucci. Otros, en la cárcel. Unos entonaron la canción que se transformó en un himno del movimiento compuesta por Jacques Lanzman y cantada por Jaques Ductronc : “Il est cinq heures, París S’éveille”. (Son las cinco de la mañana, París se levanta).
Son las cinco en punto
París se despierta
París se despierta
Los periódicos ya están impresos
Los trabajadores deprimidos
La gente se levanta, se siente magullada
Es hora de irse a dormir
Son las cinco en punto…
Los efectos de esta pequeña revolución tuvieron sus consecuencias al otro lado del Atlántico. Desafortunadamente, en la matanza de estudiantes en la plaza de Las Tres Culturas de Tlatelolco en México. En el movimiento creado alrededor y en contra de la Guerra del Vietnam en la universidad de Berkele, San Francisco. En la revuelta durante la primavera de Praga…En España, con distintas formas de luchar contra la dictadura hasta llegar a la Transición en 1977.
Allan Ginsberg leyendo Howl en Whasington Square
Bien, es la hora de cerrar el artículo. De hacer un melting pot entre sueños y destrucción. Un cierre que escoja lo mejor de aquellas noches en Nanterre o la Sorbona. Y le diga a la realidad, que “lo imposible es un juego para salir en busca del sueño” que cada generación demanda. Aquello que cada época de la historia permite que el mundo se transforme en uno disímil y mejor. Cito un slogan que omití en el escrito y lo guardaba para concluir, como prueba radical del deseo.
On achète ton bonheur. Vole-le.
Están comprando tu felicidad. Róbala.
Es un clásico cerrar con parte del título de la cabecera en cualquier artículo. Me atrevería a decir que, incluso esta moda, es previa al 68 en cualquier manual de estilo literario. Sin embargo, ahora más que nunca, hay que volver a decirlo bien alto.
Ça suffit
Hasta la celebración del próximo centenario (…yo ya no estaré).
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