El inglés neutraliza mi tendencia natural al melodrama.
Un encuentro fortuito con Mary Jo Bang en la última edición del Festival de Poesía de Barcelona, despertó el deseo de regresar a la escritura íntima, tras de dos años de inactividad. Necesitaba demostrar que el hechizo poético existe y que unos versos, sin querer, podían ser la profecía de un suceso traumático en la vida de una simple mortal.
Me aterraba defraudar a los que antaño habían leído mis escritos en Nagari y un ego rabioso me impedía hilvanar frases legibles. No tuve más remedio que forzar un encuentro en tercera persona con mi alter ego, la mujer que publicó durante seis años reseñas de libros en una revista libre de prejuicios académicos.
El amanecer de un día festivo me condujo a la lectura del texto que publiqué en febrero de 2014 sobre el libro de Piedad Bonett, Lo que no tiene nombre. La autora incluyó en su novela un poema del libro Elegy de Mary Jo Bang,
Deseos utópicos llegan a ser más absurdos
Tras la muerte de una persona amada.
Llegado el fin de la historia personal
Con un adiós de ojos vidriosos, se ha cumplido,
dice una presencia polar. El frío
se yuxtapone al calor menguante
de lo humano. El frío,
y su opuesto
polar. Hubo hace tiempo
una época temprana
de patines de cuatro ruedas, una acera
de Filadelfia, cuándo la imaginación se correspondía
con un futuro. He aquí la atormentada
aritmética del uno menos uno. El cero
en uno oculta al otro. Así
lo parece, al menos. Una sucesión de fichas de dominó
en blanco convertida en espectáculo
que observamos un instante
(el pestillo de la puerta se atranca y luego cede)
mientras nos comemos una nube de algodón de azúcar.
Las dos mujeres compartían el dolor por la pérdida de un hijo. La relectura del poema me provocó la misma sensación que la primera vez que lo leí: percibí un vínculo inexplicable con la poeta.
La editorial publicó la edición bilingüe de Elegy, (Elegía) en el año 2010. La autora lo escribió tras la muerte de su hijo en el 2004 y no lo publicó hasta el 2007. Año en el que recibió el premio National Book Critics Circle Awards.
En una visita casual a una librería, descubrí, El claroscuro del Pingüino, publicado por la editorial Kriller71ediciones. Una obra diminuta que me conmovió.
En el mes de mayo del año 2014, Mary Jo Bang participó en el Festival Internacional de Poesía de Barcelona, leyendo sus poemas en el Palau de la Música, un precioso edificio modernista. La noche de su actuación me acompañaba su libro minúsculo.
El 11 de mayo de 2014 envié un correo romántico con uno de los poemas del libro, Un caso de asimetría. Dos horas más tarde, comprobé que algunos versos anunciaban una ruptura amorosa.
Les invito a descifrar el significado de los versos transcritos en cursiva y color naranja.
UN CASO DE ASIMETRIA
En este caso, el ojo derecho ve mejor que el izquierdo
aunque no tanto
como para cautivar un destello del Hudson descifrado
entre dos árboles
o para haber predicho qué resultaría de este
amado telefónico, su extraño beso.
Anoche,
el sueño de un helado donde tres ratones de franela
crecían desmesuradamente perdiendo más y más el gris.
La mañana fue también surreal, aunque común y
Fusionada
Alguien demasiado libre con sus afirmaciones detenién-
dose a preguntar me crees,
¿ no cariño?
Freud explica bastante bien lo de los ratones y nunca se
olvida.
El hombre está loco, así como el cuerpo
está enfermo, por naturaleza.
Mientras tanto el halcón del deseo rechaza el guante y
la capucha sombría
y se dirige hacia el bosque
a la búsqueda de accesorios igualmente macabros,
confusos y crueles.
Cuando el sol calienta la superficie de dos sitios, nunca
es igual
la división. No y no fue todo lo que ella pudo oir.
Pobre ojo, dijo ella, desde la puerta descentrada de su
cabeza.
(Poema del libro, The Downstream Extremity of the isle of Swans, 2001)
Publiqué la reseña del libro el 31 de mayo de 2014.
Mi relato a partir de este momento será una crónica de sucesos paranormales que suceden siempre en el mes que honra a la Virgen María: mayo.
La coincidencia temporal, en si misma, evidencia que el azar o la casualidad siempre tienen un propósito concreto en el destino de las personas. Mary Jo Bang se cruzó en mi vida por obra y gracia de la Diosa Blanca. Hechicera sabia y prehistórica que se encarnó en la autora y me envió un poema cifrado.
La Diosa ha querido ser magnánima conmigo y en mayo del 2019 me ha regalado un encuentro personal con Mary Jo Bang en el Festival de Poesía de Barcelona.
Pude contemplarla en la entrevista que sostuvo con Andrea Montoya, autora del prólogo de su último libro, Una muñeca para tirar. Al finalizar el acto, la saludé con voz trémula y balbuceé en inglés unas frases simples. Mi compañero, poeta y angloparlante consiguió una entrevista con Mary Jo Bang en la librería Calders de Barcelona.
Preparé las preguntas de la entrevista y el poeta, materializó un sueño imposible: pude conversar con la mujer que protagonizó, sin querer, un sainete triangular.
Conservaré la grabación de la entrevista como una reliquia personal. Mary Jo Bang habló con pausa y precisión de su animadversión por Trump, definió el sujeto poético en su obra, leyó algunos de sus poemas y explicó el proceso de creación de su último libro.
Una muñeca para tirar, es una obra arriesgada y excepcional. La autora compone poemas a partir de las fotografías que Lucia Moholy realizó durante su estancia en la escuela Bauhaus. Utiliza la prosa poética encuadrando los párrafos en forma de cajas como un homenaje a uno de los diseños que caracterizó a la Bauhaus.
Lean el libro. Mary Jo Bang consigue que el lector visualice la biografía múltiple de Lucia Moholy, Mary Jo Bang y la suya propia. La pluralidad de sujetos poéticos que describe en la entrevista adquiere autenticidad en el libro.
Inquietud, desasosiego y fascinación son las tres emociones que he sentido en la lectura de cada uno de los poemas de Una muñeca para tirar.
Tres ratones, tres emociones… Mary Jo Bang, mi amante y la otra.
Ángels Martínez