Hace unos días falleció el investigador literario y periodista cultural Mario Casasús. Polémico, aguerrido y sin tibiezas en su vida y su obra, el descendiente de Ignacio Manuel Altamirano fue un apasionado admirador de Pablo Neruda, a quien dedicó gran parte de su obra. Su relación con el Nobel chileno inició con el libro La gestación de la Fundación Neruda. Una mirada crítica (EdicionesZetina, Cuernavaca, 2006), compuesto por las notas periodistas que, durante dos años, publicó en La Jornada Morelos, donde denunciaba prácticas cuestionables del organismo.
En ese momento tuve la fortuna de compartir sala de redacción con aquel espíritu combatiente. Fuimos parte de la generación de periodistas que se forjó en el mismo diario, entre quienes se encontraban Lety Villaseñor, Hugo Ortiz, Hernán Osorio, Jorge Sifuentes, Manuel Fuentes y media docena más de jóvenes, comandada por Jaime Luis Brito. El nexo profesional, la ideología y los intereses compartidos, me acercaron a Mario Casasús, quien me pidió que prologara aquel libro iniciático de sus luchas y sus pesquisas sociales y literarias. A manera de homenaje, expongo en las siguientes líneas el texto que nació a la luz de la amistad y la admiración por el camarada hoy caído.
Hablar de Pablo Neruda implica conocer la historia de un nombre donde doctrina artística e ideología se entrelazan hasta formar un ovillo inseparable. Esta característica puede observarse desde el prólogo a la revista Caballo verde para la poesía (1935-1936), donde el chileno arremetía contra la llamada “poesía pura”, y pugnaba por una poesía “impura como traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos”. Es decir, una poesía netamente humana que profundice, sienta y viva los claroscuros de la existencia humana.
El individuo será el personaje principal de su obra, de quien quiere conocerlo todo, a quien le canta, a quien llama a luchar contra el injusticia de la vida misma, a quien mira para saber cómo ama. Ya en Canto general le pedirá a este, su semejante, “sube a nacer conmigo, hermano” y “señaladme en la piedra en que caísteis/ y la madera en que os crucificaron”, porque “yo vengo a hablar por vuestra boca muerta”.
Para el Nobel chileno no existía separación entre la esencia de la poesía y la esencia del ser humano, por tanto ofrecía ser el portavoz de la misma: “hablad por mis palabras y por mi sangre”. El individuo a quien le ofrecía su palabra es el pueblo, “el hombre sencillo” escribiría en sus Odas elementales, aquel que trabaja de sol a sol en condiciones de “esclavitud” y que por su condición hay que redimir inevitablemente. Y él lo hizo a través de su poesía, pero también por medio de la militancia política.
Pablo Neruda tuvo acercamientos con los regímenes comunistas de su tiempo, en los que se podría tejer un futuro mejor para el pueblo proletariado, y también estableció contacto con diversas organizaciones políticas, obreras y campesinas alrededor del mundo. En Chile fue un férreo impulsor de la lucha democrática de Salvador Allende por la presidencia y, en las últimas páginas de sus memorias: Confieso que he vivido, nos narra el golpe de Estado de 1973 de donde surgirá la dictadura de Pinochet que, aunque no padeció del todo —muere a unos días de la incursión militar— aborrece desde el primer momento; aspecto que se vuelve pieza clave en el presente libro.
Como buen nerudiano, Mario Casasús conoce esta unidad de lucha social y concepción artística inseparable en la obra del poeta chileno, así que le sigue los pasos. Con la palabra como arma, revela las anomalías que realizan los dirigentes de la Fundación Pablo Neruda, tergiversando de manera por demás grave la ideología del Nobel chileno. En las dos primeras investigaciones —muy bien documentadas, en las que demuestra su amplio conocimiento de la obra y vida del poeta—, Casasús descubre el plagio que la editora Edaf realiza a la Antología popular de 1972, presentándola como Antología póstuma de Pablo Neruda, en 2004, con la que obtiene jugosos dividendos, desnaturalizando el objetivo del libro. Pablo Neruda lo había donado al pueblo chileno gratuitamente. Además existe una estafa al tildarla como “antología póstuma”, pues está basada —como se revela en la indagatoria— en el texto de 1972 y el poeta falleció hasta un año después.
En otra de las vertientes del estudio se devela un nuevo engaño, pero esta vez por parte de la poeta Delia Domínguez, quien señala haber recuperado “los poemas inéditos de Neruda”; sin embargo, estos ya habían sido publicados en 1967. Para dejar en claro la actitud de la escritora, Mario Casasús explica que pesa una carga moral en su contra: ella le negó ayuda a Matilde Urrutia después de la muerte del poeta, en un momento sumamente álgido en la historia de Chile.
Hasta ese punto ambos casos no tendrían más agravantes que el plagio. Pero la situación se agudiza al conocer que, por una parte, la española Edaf obtuvo los derechos para publicar su Antología póstuma de Pablo Neruda de la Agencia literaria Carmen Balcells; por la otra, esta misma es la editora de Delia Domínguez, y Balcells es justamente la representación en España de la Fundación Pablo Neruda, organismo que guardó silencio ante estos hechos a todas luces ignominiosos para la memoria del poeta, avalando de alguna otra manera ambos engaños. A pesar de todo lo anterior, y como buen profesional del periodismo, Mario Casasús no se sabe poseedor de la verdad, sino sólo un buscador de la misma. Por tanto, señala que se encuentra dispuesto a retractarse públicamente si sus escritos presentan errores.
En el tercero y último de los estudios, Casasús nos muestra las relaciones oscuras que se tejieron durante la dictadura de Pinochet y en las que lamentablemente el presidente de la Fundación Neruda está involucrado, así como los malos manejos del organismo. El Nobel chileno había ideado una institución sin fines de lucro y que su objetivo fuera el de difundir las letras, las artes y las ciencias, como un regalo más para el pueblo chileno. La fundación incumple con este primer aspecto al obtener ganancias por publicaciones y entradas a las casas del poeta, entre otros, y por si fuera poco, al estar asentada ante la ley como “una persona jurídica de derecho privado”, la asociación no le rinde cuentas a nadie.
José Agustín Figueroa ha sabido aprovechar su poder en la dirigencia de la Fundación Pablo Neruda para su beneficio propio. Instauró un consejo vitalicio en la organización y, valiéndose de su cargo, exigió que se aplicará la Ley Antiterrorista —creada durante el régimen de Pinochet— contra dos indígenas mapuches que presuntamente habían dañado sus propiedades en el sur de de Chile. Lo más grave de la presidencia de la fundación es la manera en que ha manejado el dinero. Los recursos obtenidos se invirtieron en una de las empresas de Ricardo Claro, gran amigo de Juan Agustín Figueroa, acusado de apoyar la dictadura pinochetista como asesor del canciller desde el 12 de septiembre de 1973, en agravio del pueblo chileno. Con estas acciones Figueroa y sus correligionarios profanan, de manera grave, el nombre, pensamiento y obra de Pablo Neruda.
Después de publicar la investigación que ahora nos expone como libro, Mario Casasús logró sus primeras victorias en esta lucha. La Agencia Balcells y la editorial Edaf se vieron obligadas a rectificar en su Antología póstuma (2004). Además, la Fundación Neruda no pudo desmentir al autor que lo acusa de invertir más de 2. 3 millones de USD, junto al asesor del canciller de Pinochet (Ricardo Claro). Debido a todas estas implicaciones, se vuelve imprescindible sumergirse en las páginas del presente trabajo para descubrir todos los pormenores de esta historia que se ha debatido en La Jornada Morelos y El Universal (México); Askintuwe y rebelion.org (España); La tercera, Diario siete, La nación y El clarín(Chile). Historia en la que está en juego la herencia monetaria e ideológica de uno de los más ilustres poetas de las letras en Occidente.
La pugna que ha emprendido este joven periodista en contra de los hombres del dinero que laceran la memoria Neruda y con ello afectan a todo el pueblo latinoamericano, aún dará para para varios textos que están por escribirse. Mario Casasús busca redimir el nombre del Nobel chileno que estos “cadáveres de la moda,/ pálidas lombrices del queso/ capitalistas” tanto han manchado al frente de la institución, y por eso mismo tiene la victoria asegurada. Como el mismo Neruda señaló: “no sufras/ porque ganaremos/ ganaremos nosotros,/ los más sencillos,/ ganaremos,/ aunque tú no lo creas/ ganaremos”.
© All rights reserved Xalbador Garcia
XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.