MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA
Lucía Berlín
Editorial Alfaguara. Barcelona 2016
Traducción Eugenia Vázquez Nacarino
429 páginas
“ ¿ Cómo explicas los cuentos de Berlín? , ¿ cómo puedes resumir la carnalidad, el desequilibrio, la sensación de peligro, un estilo que te corta las entrañas con el bisturí pero que a la misma vez te hace sonreír y sentir una envidia inconfesable de unas vidas vividas siempre al límite de la catástrofe y de la locura?
Sergi Pamies, escritor catalán
Me enamoré de Lucía Berlín en el atardecer del primer domingo de mayo.
Cupido, disparó una flecha que hizo diana en la tercera página de, Lavandería Ángel, el primer relato del libro Manual para mujeres de limpieza.
El flechazo literario existe y acostumbra a ser más longevo que el humano. Los que leen mis reseñas (necesito una inyección de autoestima), saben que soy fiel a todas y cada una de las escritoras… y algún que otro escritor que admire.
Proclamo que soy una lectora poliamorosa y una amante monógama; sin sentir la más minima vergüenza.
Lucía Berlín ha conquistado mi cerebro y mi hígado con unas narraciones plenas de sordidez, humanidad y poesía doméstica.
La reseña de este libro ha sido difícil porque soy incapaz de transmitirles la emoción que he sentido al leer, Apuntes de la sala de urgencias, 1977, Atracción sexual, Mi jockey, Mama, Carmen, Panteón de Dolores, Silencio, Mijito…Los personajes que protagonizan sus relatos nacen de la vida turbulenta de la escritora y de su capacidad para narrar la sordidez o la fatalidad…pero humanizándola.
Conmueve la madre alcohólica que busca una licorería antes de que sus hijos se despierten. La mujer de la limpieza que radiografía las vidas de los propietarios a través de los enseres de una casa. La hermana que cuida a una moribunda de cáncer. La enfermera que trabaja en urgencias médicas. La prima de una belleza exuberante a la que les explotan sus senos en un avión…
La vida y la ficción de Lucía Berlín son la cara y cruz de una vida azarosa:
“Sus historias se inspiran en sus propios recuerdos; su infancia en distintas poblaciones mineras de Idaho, Kentucky y Montana, su adolescencia glamorosa en Santiago de Chile, sus estancias en el Paso, Nueva York, México o California, sus tres matrimonios fallidos, su alcoholismo, o los distintos puestos de trabajo que desempeñó para poder mantener a sus cuatro hijos: enfermera, telefonista, mujer de la limpieza , profesora de escritura…”[1]
El párrafo literal procede de la solapa del libro publicado por Alfaguara y acompaña a la fotografía de Lucía Berlín que he incluido al inicio de la reseña.
El libro contiene un prólogo de Lydia Davis y una introducción del editor, Stephen Emerson. Les aconsejo que no los lean hasta que hayan finalizado el libro. No intoxiquen su intelecto con la verborrea de los críticos literarios. Prescindan de las alabanzas y los detalles biográficos; los relatos merecen que usted esté desnudo/a, libre de prejuicios y preparado/a para emborracharse con literatura de alto voltaje.
Durante la lectura de Manual para mujeres de la limpieza, miraba la fotografía de la autora con insistencia. Una atracción hipnótica a la que no podía resistirme. El rostro de Lucía adquirió profundidad a medida que leía los relatos. La mujer de la mirada perdida que observa el infinito era una trampa óptica: ella narró su vida y la de los demás: desde la realidad finita que nos convierte en seres mortals.
Lean a esta escritora.
Cariño lee el relato, Carmen.
Ángels Martínez