Mantra
Tu nombre
conjuro de noche despierta
luciérnaga que ilumina el mundo.
Las letras de tu nombre atardecen
En las ruinas de tu templo,
donde acaba el océano.
Tu nombre
pirotecnia en la oscuridad.
relámpago en mi boca.
Abismo cada letra de tu nombre,
conjuro para terminar inconsciente.
Partitura
Música
Hasta que las notas se vuelvan soles.
Música
Hasta que el destino de los astros sea la partitura.
Música
Hasta que galaxias se vuelvan notas en el universo.
Pulso
Las mañanas del mundo resplandecen tus labios
en tu mirada el crepúsculo
noche de tu cuerpo
muerte pulso de la sangre
Resurrección
El recién nacido llora los días por vivir,
al acabar la tormenta en los ojos del anciano quedará la muerte
y en tus labios mi renacimiento.
En el templo las plegarias hasta sangrar la boca,
tu eco es calor en mi sangre,
engaño de la adoración a los dioses,
podría mirarte hasta acabar en la tierra.
Orloj
Moriré al encontrarte.
En el muro, santos y una calavera protegen a Orloj que señala el movimiento de los astros que conjuran el cielo. Contra ese muro te besé; tu lengua luminosa me incendiaba, en tu boca, todos los amaneceres; en tu abrazo, la sentencia de mi muerte; tus ojos negros, el sol que despertaba al mundo; y ahora, desde que desapareciste sólo cae lluvia, escurre por mis párpados, el río nace en las calles y expande un horizonte azul.
El universo es la tormenta a punto de caer y yo te encontraré porque aún existo.
En el bar una canción se repite con estruendo (¿o es mi voz repitiendo tu nombre?) El viento azota la puerta de la catedral; adentro sólo oscuridad y el perfil de los santos. En el cementerio cráneos resplandecen como soles. El río se ensancha y desde hoy lleva tu nombre. En el puente, un manto de luces cubre las estatuas; son arañas que la lluvia ilumina. En el mirador la noche es un animal y su rugido es trueno que alumbra sombras.
El trueno es tu ausencia en mis entrañas; te encontraré aunque el mundo sea la tormenta.
Tu abrigo está sobre la banca y aún tiene tu olor; estás cerca. Aunque no esté hecha a mi medida, te siento. Yo huelo a ti. En las azoteas, agua se desborda, cae en el piso, revienta contra la fuente de Lobos, que ahora es un estanque vertiginoso y encuentro tu mochila que flota como un ahogado. Dentro, una carta con tu letra que se escurre, lo único que distingo es mi nombre.
Relámpagos abren el cielo y su profundidad es un abismo. Las calles me llevan al muro donde nos besamos. Aquí te esperaré. Escucho el latido del cielo en cada gota que cae. Mi esperanza está en el muro, en ese reloj que impide tu muerte, si no te abrazo en esta realidad, confío en Orloj. Sus manecillas que alumbran los astros, me indican el lugar en el universo donde te encontraré.
© All rights reserved Fernando Yacamán Neri
FERNANDO YACAMÁN NERI (México 1985) Ha publicado dos libros de narrativa Ya quiero despertar (FOC 2014) y La pócima del diablo (Viernes Editores 2015) Su obra literaria se ha publicado en diversas antologías y revistas; nacionales y extranjeras. Con el apoyo del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Aguascalientes 2010, ha terminado y publicado en una antología su novela corta Los ángeles del último sueño. Recibió el premio del segundo lugar Punto de Partida UNAM 2009, el premio Elena Poniatowska UAA 2009 y mención honorífica en le premio la Crónica como Antídoto UNAM 2014. Escribió la dramaturgia de la obra Destrozando el Tiempo que se ha presentado en diversos foros en la Ciudad de México.