“En algún momento de nuestras vidas hemos vivido situaciones en las que tenemos la necesidad de reiniciar situaciones de la que nos gustaría escapar y huir a través de la salida de emergencia. Una salida que no es la salida común, pero la salida que se toma cuando nos encontramos en crisis “, dice el escritor chileno José Ignacio Valenzuela en su libro Salida de emergencia.
En un mundo que se mueve rápido y que nos bombardea constantemente con nueva información, con soluciones escatológicas…y milagros positivos, se nos hace más difícil tener el tiempo necesario para identificar y cuidar de nuestras crisis personales y, consecuentemente, estas crisis, se nos hacen más visibles a través de la desesperación.
Mientras escuchaba la charla de Valenzuela, me pregunté sobre cuáles son mis salidas de emergencia. Cómo me han ayudado. Y si éstas, han sido salidas saludables.Nuestras salidas de emergencia nos recuerdan que la realidad puede ser más feliz, más equilibrada y más significativa. Sin embargo, si bien pueden ser reacciones emocionales de rescate que actúan como refugios, también pueden alejarnos de las soluciones permanentes. A pesar de todo, estos escapes, como por ejemplo las ganas de viajar, son una bocanada de aire que refresca la actualidad, recuperando, así, los deseos internos que se han entumecido por las responsabilidades, el estrés y la costumbre. Pero …¿podrían convertirse estas salidas en herramientas autodestructivas?
Si bien estas puertas, ponen en marcha las alarmas internas y nos recuerdan la necesidad de oxígeno, éstas mismas puertas pueden convertirse en opciones dañinas si se transforman en conductas compulsivas y constantes de evasión temporal que esconden los motores principales de nuestras crisis. ¿Dónde está el equilibrio? y ¿cuándo estas puertas nos alejan del verdadero cambio genuino?
Al igual que en los aviones, cada vez que comenzamos un viaje, recibimos capacitación sobre cómo salir en caso de emergencia. Sin embargo, en situaciones extremas, el contacto con nuestras más profundas emociones desconocidas, lo más probable es que generen acciones desesperadas que pudiesen dar lugar a peores resultados. Pero mucho de estos efectos negativos podrían prevenirse si hubiera un entrenamiento y si los buenos diseños de salida estuvieran en su lugar. Cuanto más nos educamos sobre nosotros mismos, más nos abastecemos emocionalmente para tomar medidas enérgicas que alimenten los sentidos más profundos de nuestra existencia.
Es imprescindible cuidar la conexión con nuestras emociones y sentimientos a fin de ser capaces de poner orden, cuando es necesario, al caos interno que se apodera de las más deliciosas esferas de la vida. Si no hacemos una pausa para escuchar nuestras respuestas emocionales, nuestras salidas nos tentarán a correr ciegamente, como si estuviéramos en un edificio en llamas.
Mirar, actuar y transformar, son los primeros pasos para convertir nuestras salidas de emergencia, en puertas que nos lleven de lo ordinario hacia lo extraordinario. Y, para esto, Valenzuela nos remarca que “las verdaderas salidas de emergencia se crean con tinta y creatividad”.
María Inés Marino es argentina, radica en USA desde 2008 tiene una maestría en periodismo por la FIU