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Puede 2018

LOS TURBIOS FEMENINOS (MINIFICCIONES). Adán Echeverría

El poder de la lectura.

Era una de los ocho hijos de Aurora. Pero su madre enviudó joven. Asesinaron a su padre por ‘cosas de drogas’, en uno de esos ajustes entre bandas que siempre anuncian los gobiernos cuando las personas mueren por impactos de bala en la vía pública. ¿Qué podía hacer Aurora para sostener a sus hijos? Por sí sola nada más que sufrir y pasar hambres. Necesitaba trabajar, conseguir con todo su esfuerzo el dinero necesario. Dejó a los ocho niños en un orfanato.

Ella no era ni la mayor ni la menor de los ocho, y aunque era una de las más bonitas entre las niñas, esa no fue la razón. Diego, uno de los ayudantes del orfanato, se fijó en ella desde su ingreso. No había cumplido ni los ocho y Diego ya se la sentaba en las piernas, ya le besaba los hombros, ya frotaba el trasero de la niña sobre su pantalón. Y así, pasaban los días, los meses.

Se volvió cada día más silenciosa, y al cumplir los doce, encontró de nuevo su inocencia en una Biblioteca de la escuela a donde asistía. Cada tiempo libre lo aprovechaba para meterse entre los libros. No se trataba solo de hacer tareas y deberes de la escuela, se trataba de ocupar el tiempo antes de regresar, de que la noche la sorprendiera y que las luces se apagaran nuevamente para sentir bajo su ropa, de nuevo, las manos de aquel Diego que no la dejaba de molestar. Los libros abrieron sus páginas, sus voces, los ojos de la niña y su cerebro.

Y entonces planeó la fuga. Se dio cuenta que ella nada podía hacer por sus otros hermanos, ni por los demás chicos del lugar. Tenía que ver primero por ella. Tenía que quitárselo de encima. Y escapar era la única opción. Alicia había logrado muchas cosas por sí misma. Oliver Twist se había enfrentado a una enorme cantidad de inconvenientes. Y fue por eso que se decidió.

Hoy espera silenciosa en casa. Los años han pasado. Supo encontrar personas diferentes que le brindaron apoyo moral y legal. Ayudó a su madre para volver al fin y recuperar a sus hermanos. Ella vive sola, trabaja, se cuida. Y espera junto con su nueva amiga, que conoció al decidirse a denunciar, que se dicte la sentencia de aquel Diego que al final tendrá que pagar en la cárcel por todo lo que le hizo cuando niña.

 

Eva en el refrigerador.

El sol era una roca hirviente que se había acercado tanto a la ciudad derritiendo los anuncios espectaculares, y a los transeúntes que como Agustín deambulaban por las calles llenas de basura. Con el ánimo por los suelos, jadeando incluso, llegó a casa. Rápido abrió el refrigerador para servirse un vaso de agua helada, y la vio. La mujer desnuda y sonriente dijo “Hola” al verlo. Agustín cerró de inmediato.

―¡Abre, abre!, es incómodo estar acá. Muero de frío.― Agustín abrió lento y con excesiva precaución.

― ¿Quién eres?

― Abre, que me congelo.

Le tendió la mano para ayudarla a salir. La mujer con dificultad quiso ponerse de pie.

― Estoy entumida. Mis piernas no responden.― Se deslizó hacia afuera, recostándose en el piso mientras frotaba sus piernas y muslos, risueña. Agustín igual sonrió al ver la escena sin comprender por qué en su refri había una mujer escondida.

― Voy por algo para que puedas cubrirte.

― No, por favor, no me dejes. Sólo abrázame. ―Agustín dudó, pero se inclinó a abrazarla con delicadeza. Ella lo jaló, metiéndose al hueco de su pecho.― Tengo mucho, mucho frío. ―Agustín sudaba por el calor, y el contacto con el helado cuerpo de ella, lo hizo estremecerse. Comenzó a frotarle los brazos con sus manos; ella encogió las piernas y se arrellanó en el abrazo de quien la liberara.― Acaríciame que muero de frío ―la mujer temblaba.

Él estiró los brazos para sentir los helados muslos, las piernas, pantorrillas, tobillos y pies, hasta meter los dedos de sus manos entre los dedos de los pies de ella. La mujer puso la barbilla en el pecho del joven, jaló su cabeza hacia abajo, y buscó sus labios. Agustín no se contuvo y el beso se hizo largo. Ella temblaba, y al muchacho las gotas de sudor le seguían escurriendo por la frente. Su camisa empapada fue escarchándose por la helada piel de la mujer, cuya lengua se introdujo a su boca y él, bajó más la mano derecha buscando la vagina. La mujer abrió las piernas, amplia, esperando los dedos hurgantes que caminaban sobre su vientre, y fueron enredándose a los erizados rizos del pubis. Los dedos se introdujeron con lentitud y ella emitió un pequeño jadeo que creció y se alejó aleteando por la habitación. La temperatura fue fundiéndose entre ambos cuerpos, rezumando la vida que afuera, continuaba derritiéndose.

Noche de brujas.

El tipo gritó pegado al barandal, desde la parte más alta de la repleta discoteca: ¡Maldita bruja! Las mujeres que poblaban la pista giraron la cabeza para mirarlo, una a otra, como fichas de dominó, despacito y en cadena, sin desarmar la sonrisa ni dejar de bailar. En ese instante, la que fuera su novia, abordaba el carro de otro hombre, con los ojos llenos de paz.

 

Instrucciones para discutir con su novia.

Asegúrese primero de tener novia, de otro modo se verá tonto discutiendo con el aire. Déjele hablar y trate de no distraerse. Baje usted la cabeza apenado para forzar un Te estoy hablando. Manténgase calmo y conteste con premura. Que note la cooperación en no alterarla. Haga movimientos imperceptibles, podría impacientarla con probabilidad de desenlaces catastróficos. Al entender el motivo de su enojo, endurezca el rostro, apreté las mandíbulas, para usar cada una de las frases que su novia ha dicho a favor de usted. Tiene que practicar en este punto, requiere destreza; remueva el pasado, consiga escenas donde ella haya errado y tráigalas al momento actual. Al primer signo de franco retroceso de su novia, usted avanzará más. Hágala parecer desamorada y culpable. Cuando ella diga el primer Lo siento, sabrá que lo ha logrado y puede decidir en qué momento otorgarle el perdón, con el firme compromiso de parte de ella para que no vuelva a ocurrir, y entonces dele un beso.

© All rights reserved Adán Echeverría

Adán Echeverría. Mérida, Yucatán, (1975). Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006). Algunos de sus libros son La confusión creciente de la alcantarilla, En espera de la noche; libros de cuentos Fuga de memorias (2006) y Compañeros todos (2015) y las novelas Arena (2009) y Seremos tumba (2011). En literatura infantil ha publicado Las sombras de Fabián (2014).

Que cortos, y tan profundos. Me encantan esos pequeños relatos donde el autor; deja al lector con una enorme curiosidad; que en su mente quisiera continuar, la historia. Gracias

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