La relación de la obra literaria de Jorge Luis Borges con la ciencia y las matemáticas tiene dos perspectivas: es el escritor más citado por los científicos para respaldar su trabajo, y también uno de los autores más mencionados por los pensadores posestructuralistas y posmodernos, empezando por Michel Foucault y acabando por Jean Baudrillard o N.K. Hayles. Dada la naturaleza distinta de ambas tradiciones de pensamiento, parece que nos encontramos frente a una paradoja. Esa paradoja, muy borgiana, abre intersticios para la reflexión. En el que yo trataré de presentar en este texto corto, intentaré demostrar que la clave de esa paradoja está en el hecho de que Borges desarrolla muchas de sus historias con el apoyo de los distintos discursos científicos. Pero nunca privilegia una visión o una escuela científica sobre las otras, sino que todas conviven en su obra, presentándose tan ficticias como la misma ficción que el autor está armando. A través de esta estrategia, que solo se percibe una vez se ha leído una porción vasta de la obra del vate argentino, Borges nos muestra la pluralidad del conocimiento científico. Otra cosa es el trato que le da a la matemática, que formaría parte del lenguaje. Para llevar a cabo mi análisis, trabajaré con las historias cortas del escritor argentino que más inciden en los aspectos epistemológicos de la realidad. A saber: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius,” “El idioma analítico de John Wilkins” (que voy a tomar como ficción pese a tratarse de un breve ensayo por su notable carga de elementos fantásticos) y “El etnógrafo,” y los pondré en diálogo con textos teóricos.
En el primero de los relatos nos encontramos con un mundo completamente imaginario: Tlön, pero descrito y mensurado de tal forma por sus creadores y estudiosos, habitantes todos del misterioso país de Uqbar, que Jaime Alazraki ha visto una parodia de la Enciclopedia Británica en la First Encyclopaedia of Tlön, y ha sugerido una metáfora de nuestro mundo en la construcción de ese mundo imaginario. Pero tal como apunta N. K. Hayles en The Cosmic Web la problemática relación que Borges tiene con el concepto de realidad pone en duda esas afirmaciones (147).
Lo cierto es que hay un claro juego paródico con el conocimiento enciclopédico en el relato, empezando por la Anglo-American Cyclopaedia que se menciona al inicio (14) y que es un nombre imposible en inglés, dado que no existe la última palabra sino que resulta una burla de la palabra encyclopaedia. Una mutilación intencionada del conocimiento enciclopédico y un aviso del carácter apócrifo del texto sobre el que se construye la trama. Unas páginas después, nos encontramos con el libro o conjunto de libros que conforma toda la historia de ese mundo imaginario. Como no podría ser de otra forma, el libro es A First Encyclopaedia of Tlön (19), y por el hecho de que el narrador maneja el volumen IX, sabemos que se encuentra ante una obra colectiva de gran envergadura de un mundo, por otro lado, imaginario.
A través de estas citas se observa una crítica al conocimiento enciclopédico y, por tanto, a la Ilustración, No debe pasar por alto la mención que, casi de puntillas, se hace a la distópica Brave New World (20), precisamente, una crítica a la sociedad positivista. Todo esto lo contrapone Borges, en su habitual estilo contradictorio con afirmaciones como: “cabría deducir que no hay ciencias en Tlön ni siquiera razonamientos. La paradójica verdad es que existen, en casi innumerable número.” (23) De esa discusión dialéctica se salva la matemática, no solo a partir de Herbert Ashe, el personaje que proporciona la pista para encontrar el libro a partir del cual descubrimos Tlön y comprendemos que es un mundo que cuenta en un sistema duodecimal, también a partir de esa geometría que no conoce las paralelas y que es totalmente relativista y subjetiva (27). Como el lenguaje, la matemática es el modelo para someter lo imaginario al orden. Borges lo enuncia de esta forma: “¿Cómo no someter a Tlön, a la minuciosa y vasta evidencia de un planeta ordenado? Inútil responder que la realidad también está ordenada. Quizá lo esté, pero de acuerdo a leyes divinas —traduzco: a leyes inhumanas— que no acabamos nunca de percibir.” (35) Parece que Tlön sea un constructo capaz de ser descrito plenamente por la mente humana, cosa que no ocurre con el mundo real.
En “El idioma analítico de John Wilkins,” uno de los textos más citados por los post estructuralistas y, concretamente, por Michel Foucault y Michael Duszat, volvemos a encontrarnos con la enciclopedia, en este caso, la Encyclopaedia Britannica. La cita el narrador para cargarse de autoridad al informar de la supresión de la voz John Wilkins en su decimocuarta edición, para pasar a describir el erróneo intento de elaboración de un lenguaje unívoco e inspirado en el cartesianismo con la intención de describir la realidad. Después enuncia otros modelos igual de imaginarios y erróneos a la hora de acometer la misma empresa: la enciclopedia china Emporio celestial de conocimientos benévolos y la labor clasificatoria del Instituto Bibliográfico de Bruselas. Lo hace con un estilo enumerativo heterogéneo que según Duszat crea ironía en torno a lo que enumera. (214) Según el narrador, todos los modelos yerran porque: “no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo.” Eso no es obstáculo para que el hombre siga intentándolo porque, tal como se afirma: “La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo, no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que estos son provisorios.” Así, Borges resuelve la tensión entre la búsqueda del conocimiento de la realidad y su imposibilidad a partir de una paradoja. Una vez más, la matemática sale indemne, pues sus logros sí son reales, en concreto: “mediante el sistema decimal de numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos.”
También nos encontramos una crítica al modelo científico en “El etnógrafo.” A fin de cuentas, como afirma J. Andrew Brown: tanto en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” como en “El etnógrafo” se emplean imágenes de la ciencia como una institución que es, en el mejor de los casos, arbitraria en su intento de clasificar el universo, y en el peor, amenazadora (147). Pero esa suspensión del discurso realista de la ciencia se presenta en forma de confrontación en el texto, en este caso entre el discurso científico de la antropología académica, y un saber más antiguo y milenario como el que el protagonista de la historia: Fred Murdock, descubre conviviendo con los “hombres rojos”. El tema principal del cuento es el significado, la idea de logos que subyace en el secreto que se le revela al protagonista de la historia. En este sentido, en un principio podríamos creer que Borges concibe el significado desde perspectivas estructuralistas y, por tanto, cientifistas. Pero una vez Murdock adquiere ese conocimiento milenario, descubrimos que lo importante no es su significado, sino el proceso que se requiere para alcanzarlo, aunque se trate de un saber que “vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.” (46) Lo realmente valioso es el proceso que le permite a Murdock comprender el mensaje, que va construyendo sus capacidades hasta estar preparado para la revelación. Ese carácter gestáltico del conocimiento se debe a que para Borges lenguaje, pensamiento e identidad están imbricados, aunque después ese significado se pueda universalizar. Como a la matemática la considera como a un lenguaje, también la imbrica en ese carácter identitario, y por eso no la trata de la forma paradójica que utiliza para hablar del conocimiento positivo, producto este último de ese lenguaje matemático y para Murdock “una mera frivolidad” (46) pero a la que el hombre está dispuesto a entregarse cuando “no sabe aún quién es.” (45)
Vista la concepción paradójica que tiene Borges del conocimiento científico frente a su asimilación de la matemática como un lenguaje que forma parte de nuestra identidad, me atrevo a conjeturar mi hipótesis. En otras muchas de sus narraciones, como en “El jardín de los senderos que se bifurcan,” o en “Funes, el memorioso,” se ha llegado a afirmar que Borges anticipa, por un lado, los universos paralelos de la mecánica cuántica y, por el otro, la descripción neurológica de la memoria. Podemos encontrar muchos otros ejemplos en la extensa obra de Borges sobre esas claras conexiones con el conocimiento científico. Sin embargo, en ninguno de esos relatos afirma que la mecánica cuántica, la neurociencia o cualquier otra rama del conocimiento científico estén en posesión de una verdad objetiva. Más bien al contrario, da la impresión de que Borges se anticipa al carácter múltiple y difícilmente unificable de la ciencia contemporánea que Otávio Bueno describe. Floyd Merrell sugiere que los discursos científicos le permiten abrir nuevas posibilidades textuales (68), y me parece muy adecuado. Según Brown, aunque Borges toma con alegría contenidos de la ciencia y el discurso científico para sus ficciones, utiliza un discurso literario que marca unos límites muy severos a las habilidades de la ciencia para garantizar la verdad acerca de la realidad (127) Y en buena medida esa es la estrategia paradójica que utiliza. Así, Borges estaría anticipándose con su corpus literario a la naturaleza múltiple de la ciencia actual, siempre a partir de la concepción matemática de nuestro entorno que, esta sí, sería intrínseca a nuestra identidad. La crítica a la ciencia se realiza desde su propio lenguaje, y eso explicaría la paradoja de la atracción que existe por los textos de Borges, tanto por parte de los científicos como por los críticos culturales. Los primeros quedan seducidos por las formas matemáticas de sus historias, escritas en cierta forma, de manera análoga a sus investigaciones. Los segundos, por la crítica al conocimiento positivo desde un punto de vista lingüístico que subyace en sus palabras.
Bibliografía
Brown, J. Andrew. Test Tube Envy: Science and Power in Argentine Narrative. Lewisburg: Bucknell UP, 2005.
Duszat, Michael. “Enumeration, Rewriting and the Construction of the Essayist in Borges’s “The Analytical Language of John Wilkins.” Orbys Litterarum 67:3, 2012: Pp. 193-218.
Hayles, N. K. The Cosmic Web: Scientific Field Models and Literary Strategies in the Twentieth Century. Ithaca, NY: Cornell UP, 1984.
Merrell, Floyd. “Jorge Luis Borges and Early Quantum Labyrinths.” En Hoeg, Jerry y Kevin S. Larsen. Science, Literature, and Film in the Hispanic World. NY: Palgrave Macmillan, 2006.
© All rights reserved Carlos Gámez Pérez
Carlos Gámez Pérez nació en 1969, en Barcelona, España. Estudió Ciencias Físicas, Historia de la Ciencia y Creación Literaria. Colabora con revistas como Sub-Urbano, La bolsa de pipas y Nagari. Es autor de un diario sobre sus vivencias en las cárceles de Nicaragua titulado Managua seis (2002). Ganó el IX Premio Cafè Món con la novela Artefactos (2012) y ha sido seleccionado para las antologías Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (2013) y Llegamos en avión (en prensa), así como para el primer número de la revista Presencia Humana (2013), dedicada a nueva literatura española extraña. En la actualidad trabaja en la University of Miami. En su bitácora personal, El blog de Carlos Gámez, estudia las relaciones entre ciencia y literatura.
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