Los cuervos y la infamia, el nuevo poemario de Félix Anesio (Guantánamo 1950) publicado por la madrileña editorial Betania, acaba de salir en busca de los nuevos lectores que siempre están a la espera de una novedad y con ello, para muchos, la posibilidad del reencuentro con este activo poeta que desde la ciudad de Miami, donde reside, se ha ido visualizando como una de las voces más sólidas de la poesía que en esa ciudad escriben los hispanoparlantes.
Prologado con una entrevista que realizó la escritora cubana Lillian Moro al autor del libro y con un epílogo firmado por el escritor Félix Luis Viera, Los cuervos y la infamia, sostienen una dramaturgia, como todo libro que pretende contar, organizada en cuatro secciones numeradas.
No solo el aliento (poderoso, por diverso) de lo vivido y la intención de testificarlo a toda costa, sostienen la escritura poética de Félix Anesio. De ser así no se disfrutaría de una poesía limpia hasta lo esencial, para solo dar lugar a lo que verdaderamente es útil en esa comunicación, que le es cardinal al poeta. Sus escritos buscan más que cualquier otra razón de las que se pretenden desde este oficio, encontrar lectores dispuestos a dejarse encantar. No solo por las historias que suele relatar, sino por la manera de contarlas. Por ello no escatima ninguna de las variadas maneras de ejercer la lírica; el poema en prosa, el verso libre, de aliento muy corto o el poema muy largo, lo conversacional sujeto por el dominio de un verbo enérgico que logra hermosísimas imágenes por la que se desliza un discurso que se hace coherente y contundente para todo cuanto precisa revelar.
Como cualquier otro poeta cubano, aferrado a una tradición tan fuerte y raigal como la lírica de la Isla, estos versos se sustentan sobre paisajes muy nuestros y sobre diálogos que dignifican esa manera proverbial de comunicarnos con una cercanía que en cualquier otra cultura sería del peor gusto. Aún cuando esta obra ha sido escrita en otro sitio muy diferente (¿diferente?) al lugar de origen del poeta, hay muchas maneras de reconocer que quien logra desde lo interrogativo engendrar lo poético viene de una tradición donde la poesía dialoga consigo misma, con su autor y con los lectores, todo a la vez, como el caos mismos que testifican sus historias.
Interesado en exaltar comportamientos humanos complejos y difíciles de explicar, su poesía parece indagar constantemente en quiénes somos y quiénes queremos ser a la vez que nos permite una evaluación constante de nuestros deseos y angustias, de nuestros miedos y paradigmas, es decir, toda esa amplia gama de constantes que producen las emociones que Félix Anesio expone como ejemplificación de la relación del hombre con su contexto.
La supuesta vida común adquiere jerarquía de suceso y lo estrictamente cotidiano se muestra desde ese lado donde se engrandece lo que parecería pueril si no estuviese bajo el poder de la poesía: El refugio de la noche es pródigo en sucesos. / Bajo la luz de una lámpara se agrupan/ los medicamentos y numerosas cuentas. («En las altas horas», pp24)
Con los más variados elementos que el poeta primero avizora y selecciona para finalmente ubicar en esa planicie creativa donde arma y desarma los necesarios paisajes para que sus personajes, variados como lo es el muestrario humano en la vida real, tengan toda posibilidad de indagar, con la avidez de quien le interesa calar o cavar, llegar al fondo o al centro de todo cuanto quiere exponer a través de su poesía. Y ese todo aquí está personificado por esos diversos personajes que van apareciendo en el poemario y que tienen por común el estar dispuestos a traspasar cualquier atmósfera, cortar el aire, hasta llegar al otro lado, donde se exponen sus historias, sin tapujos, dispuestos todos a descomponerlas hasta llegar a lo que puedan considerar su verdad.
Cada uno de nosotros, los lectores que gane este libro, tendremos a partir de ahí la posibilidad de confrontar nuestra verdad con las otras verdades que visualiza este poemario, y es esto, sin dudas, el mayor placer que encuentro al enfrentarme a esta poesía: el poder también exponer mis dudas y creencias, mis miedos y las seguridades que me motivan e impulsan.
Arístides Vega Chapú.
Santa Clara, 3 de febrero de 2018