Junto al aeropuerto encontró un malecón. Hacía frío como en los sueños. La mañana era una mujer desnuda que se extendía en el horizonte. Confirmó que cuatro horas más tarde saldría su vuelo. Gozaba de buen tiempo para conocer la zona. Al igual que el abrigo, los guantes eran grises. Algunos dólares que, más tarde, a la hora del desayuno, intentaría cambiar por la moneda local. Sobre el mar, la neblina. Había algo de recuerdos disecados y rumor a desesperanza en ese paisaje. Frente a la quietud del día recién nacido, se negó a pensarla.
Luego de doce horas de vuelo cualquiera pierde la ilusión. Quiso reconciliarse con el mundo y se dejó envolver por el frío. Nadie cerca. Apenas un rumor de vida llegaba a mitad de los minutos que se estancaban entre el paso de un automóvil y otro. Durante esos momentos aprovechó para confirmar que la realidad estaba lejos de aquel mar que iba despertando. Pese a la falta de rastros de luz, la neblina empezó a caminar. Él seguía en el mismo sitio, observando cómo se tejían la vida y el silencio.
Al principio le costó trabajo creer la visión. Era como si tras de la niebla se hubieran acumulado los deseos. Los imaginó monstruosos. Uno, dos y luego siguieron apareciendo otros más de la nada. Empezaron siendo grises y pardos, luego se reconocieron como verdes y azules. Se desprendían de las olas, brotaban del mar. Cuando el horizonte se volvió más claro pudo verlos de manera nítida. Se trataba de un concierto de isletas que anunciaba el principio del archipiélago y que se abrazan al viento. La belleza puede ser un cuchillo entre los párpados, lo supo, pero no bajó la mirada.
Se mantenía el mutismo. Había olvidado el café, y el sueño se le fue convirtiendo en el dolor que le mordía la nuca. Quiso inútilmente convertir el paisaje en palabras, compartirlo y asombrarse en compañía, grabar ese momento en una mano y besar unos labios, sentir la eternidad que se percibe cuando una cintura busca cobijo frente a tu cuerpo. Comprendió que los sueños siempre están preñados de perversión, algo que nos recuerda que la desgracia de estar desamparados es lo que se nos ha vendido como vida y, aun así, quiso andar al lado de un cuerpo tibio, de cama y ojos negros. Del otro lado del sueño siempre existe la necesidad de una mujer.
La luz que ya empezaba a anidarse en las isletas le recordó su viaje. Sólo estaría en aquel lugar algunas horas y luego tendría que partir para llegar a la mitad del Pacífico. Nunca pensó encontrarse con esos fragmentos de tierra olvidados en el mar. Se habían extraviado en el agua, nunca podrían unirse. Su condena era permanecer tan cerca sufriendo la imposibilidad de tocarse unos con otros. ¡Qué tristeza la de los archipiélagos!
Volvió a su reloj y era media mañana. El tiempo del regreso y de la partida. Me gusta creer que todo es un sueño, que podré quedarme hasta saber las necesidades y las llagas de este instante y de este espacio. Pero se movió lentamente hacia el aeropuerto. Un hueco de palabras se le fue acumulando en los ojos. Miró por última vez el mar, las islas, la poca neblina que era aún la bocana del día. Hay mañanas para dejarse acariciar por la derrota.
© All rights reserved Xalbador Garcia
XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.