Nacimiento y muerte de una relación amorosa.
Título. La vie d’Adèle – Chapitre 1 & 2 (Blue Is the Warmest Color).
Año 2013. Duración 180 min.País. Francia.
Director. Abdellatif Kechiche.
Guión Abdellatif Kechiche, Ghalya Lacroix (Novela gráfica: Julie Maroh).
Fotografía.Sofian El Fani.
Reparto Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Salim Kechiouche, Mona Walravens, Jeremie Laheurte, Alma Jodorowsky, Aurélien Recoing, Catherine Salée, Fanny Maurin, Benjamin Siksou, Sandor Funtek, Karim Saidi. Web Oficial. http://laviedadele-lefilm.com/
Nota: Casi siempre pongo la sinopsis en mis comentarios al principio y sustraídos de la productora. La razón: me cuesta resumir como sujeto lo que veo en pantalla y prefiero delegar esta función en otros; hoy la voy a hacer por primera vez yo mismo en una línea.
Sinopsis. Adele (Adèle Exarchopoulos) , en búsqueda de su identidad sexual, se enamora de Emma (Léa Seydoux) period.
Una adolescente sale de casa y pierde un autobús…”A partir de la primera escena”, como decía mi profesor de escritura Mario Diament, “crea una historia con lo que tienes… y apáñate”.
Pues bien me adelanto al final de la valoración. La vida de Adèle es la película del año…sin duda porque el que la creó -la historia curiosamente está sacada de un cómic- supo desde el principio hasta el final, lo que quiso hacer y decir con ella. Felicidades al tunecino Abdellatif Kechiche (…si, he dicho bien, de Túnez. País donde aun quedan secuelas sociales y políticas de la primavera árabe de tono islamista en el norte de África).
La historia más sencilla jamás contada en 2013 (descuento por supuesto Amour que ya fue ganadora y aplaudida en certámenes el año pasado). Tan sencilla que las lágrimas cogen su camino en la butaca. Tragas saliva sin sacar la lengua. Sonríes entre la tristeza que evocan muchas secuencias. Te identificas con todos los personajes ( seas homo, hetéreo, o bisexual). Meditas sobre el amor y tus amores de juventud. Y te das cuenta una vez más, de lo importante que es saber lo que quieres contar, y lo que escoges para hacerlo. Imprescindible para clases de guión en cualquier grado de aprendizaje.
Y es que, cuán importante es el verbo perder, en esta película. O cuán importante otros como: temer, intentar, sinsaber, acomplejarse, decidirse, traicionar, morir en vida, experimentar, crecer, buscarse… hasta llegar al copulativo ser. Cuán importante es “ser” en este film cuando uno, aún no sabe quién es, a los 15 años.
Al principio, tengo que ser sincero, me aburrí y estuve a punto de decirle a mi compañera “Vámonos…me has engañado; esta es una película para niñatos jaiescoolers” como decimos en Hialeah. Pero cuando la expresión facial de “conejita perdida “de Adele aparece en primer plano, después de haberle inquirido a su amiga de instituto “¿qué tal la pasaste ayer con tu nuevo chico?” aprehendí la emoción que vive el personaje a través de su silencio, y la falta de vocablos que uno no encuentra para narrar lo que ha sentido frente a su primera vez ( … y recuerden que todos hemos tenido una primera vez).
Entonces alabé al director. Vi que iba en serio su propuesta de hablar del sexo y del amor como símbolo del deseo. Deseo limpio. Sin olvidar lo confuso que puede ser cuando aparece en los principios de cualquier adolescente que tiene que competir con los suyos para creerse parte del grupo.
Entendí las razones del por qué una escena erótica puede durar casi diez minutos reales (…sí diez de reloj de pulsera) y a la vez justificar el sexo explícito. Por que en grupos, en apariencia más abiertos al amor libre tal como Abdellatif Kechiche lo presenta situando al personaje en un bar gay, la traición puede significar tanto o más dolor que en un hetéreo.
Relacioné su pasión por lo auténtico y natural de sus escenas amorosas. Y lo emparejé con la queja que las dos actrices principales Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, han denunciado públicamente a su director ante los medios, por las condiciones del rodaje en Cannes. Y le defiendo a él -no las defiendo a ellas- por su exigencia ante la naturalidad que consigue. Es sabido que tuvieron que repetir infinidad de veces las tomas íntimas hasta conseguir la autenticidad que buscaba… y por supuesto la consiguió.
Valoro su creatividad y valentía para ubicar profesionalmente a Adele como maestra de kindergarten (parvulario) y alternar dulzura con los pequeños alumnos durante la jornada en la escuela . Y lujuria en su intimidad con su amante en casa. Y recalco esto… porque sé de lo que estoy hablando en un campo, el educativo en Miami, donde el pensamiento conservador aún es un hecho en ambos lados: padres y maestros.
La vida de Adele ha sido el mejor regalo que trajo Santa Claus ( Los Reyes Magos al otro lado del continente) y se lo agradezco de verdad. La escena final, si bien podemos intuir que nos lleva a una visualización clásica, encierra para mí, (en la duda abierta e intencional de un personaje de la obra que la llama,) toda la esencia de tres horas que me pasaron sin darme cuenta. Aviso a los cinéfilos del lado estadounidense:… aguanten los insistentes primeros planos que hace el director de la protagonista, su lentitud, y no se levanten durante la primera media hora… Ya saben que “la vida” no se resuelve ni se comprime sólo en treinta minutos. Den tiempo al tiempo narrativo. ER