“El género epistolar, cuya forma de expresión tradicional es el texto que comúnmente conocemos como carta, es uno de los más libres que existe, dado que abarca una gran cantidad de temas y propósitos, expuestos de manera diversa, siempre y cuando cuente con un destinatario a quien va dirigida la carta y sus respectivos encabezamientos, saludo y despedida. El género epistolar es un valioso documento para conocer acontecimientos históricos y relaciones personales. Muchos autores utilizaron este género, incluso los historiadores, en cartas fingidas de unos personajes a otros.”
http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/aepe/pdf/congreso_…
Mi Negro:
Esta es mi tercera y última carta dirigida a ti. Las dos primeras no las leíste, porque nunca dejé que llegaran a tus manos. Me temo que ésta tampoco la leerás. Lo más seguro es que la destruya. Si no lo hice antes, ¿para qué darte la satisfacción de recibirla esta vez? Reconozco en mis adentros, no ante ti, pues mi orgullo no me lo permite, que por lo general soy hermética en mis actitudes y ademanes: disfrazo mis íntimos secretos con una fachada de disimulada timidez.
Recuerdo que logré en una ocasión iniciar un diálogo que te sorprendió, dado mi acostumbrado mutismo. En verdad me fue muy difícil abrirme un poco. Te comuniqué en aquel entonces la intención de separarme del hombre que me dio dos hijos, mi más preciado tesoro. Fuiste todo oído cuando me atreví a hablarte aquella primera vez. Por cierto, me escuchaste como un verdadero amigo, como un buen padre que conoce los vuelcos que da la vida. De hecho, me aconsejaste que no me separara de él, solución fácil que dictaba mi hastío. Demás está decirlo: con mi acostumbrada terquedad, no seguí tu consejo, ni te lo agradecí.
No sólo me separé legalmente y lo excluí de lo que había sido por décadas nuestro hogar, sino que también busqué en ti apoyo, protección, empatía. Nunca te lo he dicho: recibí todo eso y muchas otras cosas. Pero más que nada, te utilicé como hombre y amante a corto plazo, con todas las complicaciones que la relación traería. Te utilicé para descargar en ti mis frustraciones y mis rencores. Nunca lo supiste, pero hasta cierto punto pude realizar contigo una especie de venganza contra él, aunque en realidad no me había hecho ningún daño, pero yo necesitaba un cambio en mi entorno. Al menos eso pensaba. En esa etapa del largo período de búsqueda de mí misma en que me he sumido por años, sé que sólo te di pedazos de pedazos y nunca te permití que me consideraras una amante, aunque sí lo fui, aún antes de romper con él. A veces me decías, desde luego, en otro sentido más dulce y tierno, que era yo tu amada y tú mi amante. Quizás nos valen mejor esas etiquetas, pues en realidad [y esto lo puedo decir ahora sin ninguna dificultad] nunca te he querido. Dentro de tus particulares y difíciles circunstancias, quizás tú sí a mí. Para bien o para mal a estas alturas, ya no importa.
Admito ahora ante la imagen que me devuelve el espejo, que de esa manera procuré una forma de desatar algunos de mis demonios. Sí disfruté las sesiones orgásmicas que me permití regalarte bajo la tímida voz de velas ungidas y tibias pociones de miel, aunque, te consta, con poca expresión, satisfaciendo sólo parcialmente ese aspecto físico de mis necesidades de mujer. Te puedo afirmar ahora que lo que más deleite me daba eran los encuentros en que corríamos más peligro de que nos descubrieran. Sí, cuánto mayor el riesgo, más intenso el placer, más copiosa mi lluvia interna. No me ha abandonado desde entonces, mi deseo de probar nuevas voces y aromas, nuevos tamaños y colores. Debo admitir también que en ningún momento pasó por mi mente el daño que le causé y sigo causando a tu corazón. Tan ensimismada estaba en mis propias luchas, que no se me ocurrió en ningún instante pensar que sin duda hay hombres que comparten su pasión con claras evidencias de profesar un amor especial. Yo insistí en negar la realidad, mientras tú la canalizabas convirtiéndola en ficción. No comprendiste que el amor es un sentimiento que algunas personas son incapaces de sentir. Yo me contaría entre ellas. Esta verdad tampoco la conocerás, pues esconderla es parte de mi idiosincrasia de hija única: eso quizás tú, más que nadie, lo sabes.
Mi primer amor, como te conté cuando me enteré de su muerte, falleció sin saber que lo quería. Nunca tuve el coraje de decírselo, si es que en verdad lo quise. Tampoco te diré cómo me siento respecto a ti, ni cómo me hiciste sentir en nuestros esporádicos momentos de intimidad. Sí sé que fuiste alguien importante en una época de mi vida, aunque siempre te he negado conocer este loco parecer mío.
Pero, ¿por qué te me acerqué? ¿Por qué sugerí que me dieras un primer beso? Quizás porque he visto en ti algunas cosas que me llamaron la atención desde lejos, desde la distancia que trazó nuestra fragmentada cotidianidad. Sobresalía tu serenidad, tu equilibrio, tu profundo sentido de lealtad. Sin embargo, para serte sincera, nunca pensé que podrías sustituir a ninguno de los hombres a quienes he entregado mi cuerpo o los que creí haber querido o he hecho creer que en algún momento los amé. Aunque es una revelación reciente, ahora estoy más que consciente de que poseo armas. Sin proponértelo, tú me ayudaste a descubrir ese conocimiento, ese poder. Esas armas las he sabido utilizar para persuadir a mis presas en lapsos en que mi propia necesidad psicológica o fisiológica me lo exigió. Admito que mi uso de ellas con el propósito de sacar ventaja en alguna situación ya es mi sello de marca. También lo es mi capacidad para eludir preguntas y crear un muro de silencio. No hay nada más poderoso que esa opción para proteger alguna flaqueza o esconder verdades. Si piensas que sé manipular muy bien el aspecto sentimental en mis amantes con estas y otras armas, quizás yo estoy de acuerdo. Puede que sea un mecanismo automático de defensa que mi propia vulnerabilidad y baja autoestima produce en el instante en que me huelo la posibilidad de mostrarme como una mujer débil. He sabido huir así de mi frecuente aburrimiento. Puede que simplemente sea otra forma de proteger mi derecho a saciar mi hambre o urgencia de seducir sin tener que caer en enamoramientos, como con frecuencia lo hacen los hombres.
Sé que muchas veces he provocado el acercamiento en una nueva relación, una nueva aventura, un nuevo hombre. Lo he hecho sin dar mucho de mi parte, y te repito que nunca he quedado conforme con lo que recibo. En dado caso, si alguien, tú incluido, me reprocha el haber sido la iniciadora en cada relación, siempre tendré la opción de defenderme y responder que fue un error, que fue un momento de debilidad, que batallo por encontrarme a mí misma… y nadie ha de culparme o condenarme. En realidad, aunque lo quiera o trate de hacerlo, no es mi culpa que no pueda comprender la existencia ni la magnitud del amor que un hombre es capaz de prodigarme. Quizás soy incapaz de amar, como tú habrás ya concluido. Es un comportamiento muy arraigado en mi propia naturaleza, y no intento borrarlo de mi constitución cerebral. Por supuesto, esto me atrevo a decirlo no en una, ni tres, ni mil cartas dirigidas a ti o a cualquiera… total… si al fin y al cabo… jamás te enterarás.
Hasta nunca.
Tu Negra.
De la novela inédita El arrobo de la sospecha
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.
Héctor Manuel Gutiérrez, Ph.D., es instructor de español avanzado y literatura hispana. Funge como Lector Oficial de Literatura y Cultura Hispánicas en el programa de evaluación superior Advanced Placement, College Board/ETS. Colaborador mensual de la revista musical «Latin Beat», Gardena, California. Miembro/fundador de la revista literaria «La huella azul», FIU, Miami, Florida. Editor de contribuciones, «Revista Poetas y Escritores Miami», Miami, Florida. Colaborador «Revista Suburbano», Miami, Florida. Colaborador/ columnista, «Nagari Magazine», Miami, Florida. Colaborador, «Insularis Magazine», Miami, Florida. Es autor de los libros: Cuarentenas, AuthorHouse, marzo 2011, Cuarentenas: Segunda Edición, AuthorHouse, 2015, Cuando el viento es amigo, iUniverse, 2019, Dossier Homenaje a Lilliam Moro, Editorial Dos Islas, 2021, De autoría: ensayos al reverso, Editorial Dos Islas, 2022, Encuentros a la carta: entrevistas en ciernes, a publicarse en 2023, La utopía interior: estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato, a publicarse en 2024, y la novela El arrobo de la sospecha, a publicarse en 2025. [Foto del autor, por Juan Carlos Mirabal].