Corría el año del 2009, el Mundo se vio sorprendido por un escenario apocalíptico y en concreto un país, México, se convirtió en el centro del drama. En ese entonces la epidemia recibió varios nombres siendo el más común el de fiebre porcina y finalmente fue identificado como el virus A H1N1.
Bajo este escenario es que Yuri Herrera nos entrega su más reciente novela La Transmigración de los Cuerpos. La Ciudad de México, una de las urbes más pobladas del mundo, se convirtió en pueblo fantasma. Sus habitantes presas del terror, encerrados a cal y canto por instrucciones del Gobierno a causa de esta enfermedad. En las calles abandonadas de los barrios bravos de la ciudad, sólo algunos como el Alfaqueque se atreven a transitarlas en su “vocho” (volkswagen beetle).
“Su vocho lo miraba con parsimonia, como diciendo A mí me valen madre las epidemias. Ningún coche te mira de frente como te miran los vochos, pensó.”
El Alfaqueque es un antihéroe cuya arma es la palabra (y algunas otras dotes) “Con el tiempo descubrió que lo suyo era navegar con bandera de pendejo y luego sacar labia. Verbo y verga, verbo y verga, qué no. En una ocasión una muchacha le había confesado algo que Vicky, su amiga la enfermera, le había dicho como advertencia antes de presentarlos: <<Míralo, y si no te gusta no hables con él porque te van a dar ganas de cogértelo>>.”
Y esta facultad le sirve también para ganarse la vida arreglando “cosas por debajo del agua en el juzgado.” Resolvía los problemas de la gente “lo que fuera necesario para que la gente siguiera complicándose como mejor le pareciera, no tendría chamba si se ponía a juzgar los vicios de cada cual.”
Pero el Alfaqueque no es un cínico, es en realidad un tipo realista que emplea sus talentos para sobrevivir y en ocasiones límite ayudar a otros. Es un Canalla y un Romántico, como le dice a La Tres Veces Rubia cuando la lleva a la cama “imagínate cómo sería el mundo si todos nos acariciaramos en lugar de estar matándonos ¿Has visto toda la gente que se hace daño sin saber a quién le pega un tiro? Lo creía, de verdad lo creía […]”
En un ambiente sórdido y bajo la amenaza del Fin del Mundo, el Alfaqueque camina como un trapecista entre la línea de la supervivencia y llevar a buen término la misión que le es encomendada. Dos familias de mafiosos, Los Fonseca y Los Castro, son víctimas (sin saberlo del todo) de la muerte que no respeta jerarquía alguna y este conflicto será una de las mayores pruebas en su capacidad como mediador.
La prosa de Yuri Herrera es concisa, con un manejo desenfadado del lenguaje coloquial mexicano y esta economía de las palabras logra que el mensaje sea universal, tal como el protagonista de la novela, consigue que “el verbo sea ergonómico”.
La Transmigración de los Cuerpos pone al descubierto “la soledad promiscua del que camina perdido en la multitud”, como diría Octavio Paz pero también el triunfo sobre la misma en los momentos de mayor adversidad porque
“en estos días siempre estamos caminando junto a un cuerpo tirado en la calle, ya no es posible hacer como que no lo vemos.”
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