Tiempos oscuros. Horas en blanco y de espera. Expectativas, día tras día, con la esperanza de curarnos o mejorar. Así sentimos en estos tiempos de pandemia, y tratamos de reconciliarnos con la vida. Por una u otra razón, pensamos que la Fe nos favorecerá en esta necesidad.
La serie de Carlos Cima, llamada Magdalena, nos ofrece la posibilidad de aquello que podríamos estar buscando. Una insinuación al espiritualismo o la eterna resignación, en lo que parece ser la “marca registrada” de estas piezas. Esta serie podría coincidir con nuestra reconciliación, de esta época y su contagiosa calamidad mundial.
Ramilletes. Perfumes y mármol. Pureza y seducción. Frialdad. Estos son los elementos que resaltan en la serie del artista, enfrentados entre sí, pero a la vez, haciendo las paces. Perdonándose.
La voluptuosidad de las manos que acarician un hermoso y vibrante manojo de flores, en contraposición a las vestiduras envolventes de la santa, nos permiten evocar mentalmente ciertas imágenes. El aroma floral que tendrían los santos oleos o los ungüentos nupciales. Inicio de la vida amorosa o el final de un sufrimiento ya cubierto por lo que será una mortaja.
El artista, a su lienzo, traslada el mármol. Con este estudio de la talla renacentista, hace honor a las tradiciones escultóricas, y logra la emoción del espectador por la textura virginal, que de esta piedra se desprende.
En una imagen de mirada suplicante, deposita plegarias. En otra, se examina al tiempo que encuentra con un reflejo de apariencia desconcertante. En estas figuras no existe el contacto visual con su público, mas bien, será una mirada gloriosa o una pose discreta que busca aprobación. Ambas, en custodia de otro ser, o bajo la vigilancia de su Alter Ego.
Luego, encontramos otras piezas de la serie, donde sólo se exhibe una ofrenda floral, una colección de perfumes. Un ramillete delicado. Atributos estrechamente ligados al festejo nupcial de la entrega, o un homenaje final. Póstumo. En estas piezas de naturaleza muerta, Cima pone especial cuidado en plasmar una simple composición, y esto nos permite distinguir cada pétalo del ramillete, y los detalles en cada botella, contando así, con la observación minuciosa del espectador. Existe cierta sugerencia en que nos enfoquemos, muy de cerca, en lo esmerado de los acabados llenos de luz y color, plasmados en la pulcra conservación de cada objeto.
Visitar la serie Magdalena, de Carlos Cima, definitivamente hace una interesante aportación, cuando se siente la necesidad de concebir un tiempo de catarsis. En esta época de contagio convulso, en la posible antesala de un final, bien podríamos solicitar la redención de alguna culpa y tal vez misericordia.
Gloria MiládelaRoca
Contacto con el artista:
Carlos Cima