La pregunta no deja de contener, en la actualidad, por una parte el deseo de que así sea, y por el otro la apelación a algunos síntomas, presentes en la actividad editorial, que parecerían inclinarnos hacia una posible respuesta positiva, bien que por canales que quizá no responden exactamente a la lírica.
Un fenómeno que desde hace algunos años se está haciendo notar en España es la cada vez mayor presencia de títulos de poemarios en las listas de los libros más vendidos. Más allá de lo sorprendente que esto es, tomando en cuenta que el género llevaba décadas estigmatizado como la “pariente pobre” de las letras, una cenicienta marginal que apenas figuraba en el último lugar de los catálogos editoriales, su realidad nos lleva a intentar comprender cuáles son las causas, los caminos y el posible futuro, efímero o quizá más duradero, de un hecho comprobable.
El primero en fijar la vista en las posibilidades que tenía la casi desahuciada poesía de provocar ventas redituables fue el astuto e innovador editor español Jesús García Sánchez, mejor conocido como Chus Visor, quien -con una maestría que debe tanto reconocérsele como serle agradecida- desde el prestigioso sello que conduce desde hace prácticamente medio siglo ha publicado casi un millar de títulos de poesía, sin morir en el intento y obteniendo ganancias con ello que más de uno de sus colegas que apostaron siempre al best-seller de turno en el mercado de narrativa envidiarían.
Distribuyendo su mercancía en varios continentes, actuando como mejor le dictó su conciencia y su vasto conocimiento del sector, Visor hizo que el género siguiera presente en toda Iberoamérica cuando ello le estaba negado en muchos de los principales stocks que fluían hacia las librerías. La valoración de todos y cada uno de los títulos incluidos por Visor en sus catálogos es algo que queda más allá de esta discusión, como será ajena a ella la estimación de las virtudes poéticas de los textos que mencionaremos posteriormente; lo que nos importa es examinar cómo, de un tiempo a esta parte, la poesía va ganando terreno en cuanto a exposición pública de los lanzamientos editoriales y resúmenes de ventas finales. No nos vamos a cansar de repetir que la presencia en los locales de ventas de libros atribuidos al género es algo que impulsa definitivamente a todos los demás por venir, sean buenos, malos o maravillosos poemarios, según opine quien los lea.
Sin embargo, y a pesar de la meritoria tarea -en el sentido recién expresado- de Editorial Visor y aun de otras que contra viento y marea siguieron publicando poesía en “los años difíciles”, el género continuaba siendo algo reservado, en mayor o menor medida, al lector especializado, quien no pocas veces era asimismo autor de versos.
Pues bien, el fénomeno al que nos referimos sumó otra característica al presente: la difusión de la poesía y el hábito de su lectura entre el público juvenil, algo inédito (al menos, en las proporciones actuales) en años anteriores.
Desde hace un tiempo se están sucediendo los lanzamientos y aun las reediciones de títulos poéticos, merced a la labor de pequeñas y medianas editoriales que han encontrado un nicho en el mercado que no solamente les permite acrecentar sus ganancias, sino también ampliar sus expectativas iniciales y aspirar a ganar espacio de modo permanente, compitiendo en el decisivo terreno de las ventas con sellos de mucha mayor envergadura y presencia en los canales de venta. No solamente eso: al apreciar cómo los sellos de pequeño y mediano calibre les estaban ganando la delantera explotando ese filón antes impensable, fieles a su estilo de aprovechar la demanda allí donde aparezca los grandes apostadores también sumaron títulos de poesía a sus catálogos. Y lo están haciendo ahora mismo, mientras usted lee esta digresión sobre el fenómeno.
Es una inocentada imperdonable (y peligrosa) querer ubicar a la poesía en una suerte de torre de marfil intocable, tan pura y prístina que los hechos concretos de este mundo material y capitalista no la afecten; una cosa es el género, su venerable tradición y sus maravillosas realizaciones, y otro asunto muy distinto el campo específico a donde van a parar, impresas y listas para la venta, esas mismas concreciones líricas. Lamentablemente para los que fruncen la nariz cuando en un mismo plano de realidad colocamos a la poesía y su presencia en este mundo, fundamentalmente a través de libros que son una mercancía, existe un hecho irrefutable: cada vez que se reduce la presencia de los libros de poesía en los escaparates y las mesas de novedades de las librerías, cada vez que se la menciona con menos asiduidad en los medios gráficos, radiales y televisivos y se le resta espacio en las redes sociales, cada vez que la gente (o sea, los lectores concretos y los potenciales) habla y se interesa menos en ella, muchas menos posibilidades tienen las genuinas representaciones del género de llegar a las manos de quienes están auténticamente interesados en él y a las de aquellos que, sin conocerlo, sin haberse cultivado previamente en su lectura, se sienten o se sentirían inclinados a hacerlo. Esto es: lo que no está, definitivamente no está y, muy probablemente, no volverá a estar.
En contrapartida, si desde el mundo editorial y por las razones que sean, se impulsa la publicación y la difusión del género, esas estrategias comerciales van a repercutir favorablemente sobre todo el conjunto de la producción poética.
En la prosa comercial encontramos un ejemplo muy gráfico de ello: cuando la interminable saga del inefable Harry Potter inundó de volúmenes de un kilogramo de peso, más ingente merchandising, negocios cinematográficos y considerables inversiones en marketing y publicidad el universo de lo creado, indignadas voces de protesta se alzaron por una parte, mientras que desde la otra comenzaba a apreciarse que las ventas de la así llamada “literatura seria” iban ganando envergadura entre los jóvenes, en un sospechoso paralelo. La corriente ávida de ganancias que había puesto de moda esas -para algunos- muy cuestionables historias de niños hechiceros, monstruos y prodigios, lo que hizo (queriéndolo o no) fue inducir a un público que se suponía definitivamente entregado en bandeja al sortilegio de lo audivisual, a que retomara la lectura del libro físico, donde además del bueno de Harry lo esperaban al lector (y Jorge Luis Borges decía que los libros siempre nos esperan) otras posibilidades.
Retornando a la poesía, resulta por lo menos sorprendente leer en medios informativos españoles (y es la industria editorial de ese mismo origen quien lidera en toda Iberoamérica la “moda literaria”) que el género ha vendido 60 mil ejemplares de un solo título, 40 mil de otro, mientras que un tercero ya va por su sexta edición, con 12 mil ejemplares que pasaron por caja. Los ejemplos y las sorpresas siguen y como de muestra vale un botón, recomiendo a los interesados leer, por ejemplo, un artículo publicado en el diario El País, de Madrid (*), titulado “Defreds, Marwan y la generación superventas de la poesía”, y también otro, cuyo titular es “La poesía está de moda”, en Cadena Ser (**). Asimismo puede el asombrado lector darse una vuelta por la sección poesía de Amazon.
Desde luego que cabe tomar en cuenta la concreta diferencia de escala con lo que alcanza la Rowling, pero recordemos que estamos hablando de miles de ejemplares vendidos por un libro de poesía.
¿El secreto del milagro? Todo comenzó cuando los emprendedores de siempre cayeron en cuenta de la enorme cantidad de seguidores que tal o cual personaje, autor de escritos que aspiraban a la forma poética, tenía en las redes sociales, particularmente entre jóvenes seguidores. Pasar de estimar las posibilidades de ventas a poner en circulación los libros físicos y los electrónicos del popularizado por Facebook, Twitter, Instagram o cualquier otro de los modernos hechizos tecnológicos fue prácticamente una sola decisión. Y luego vinieron más, y más y más. Y como el éxito de uno provoca el entusiasmo en cuanto a obtener el propio por parte de terceros, el efecto multiplicador puso manos a la obra y no tardaron los sellos de peso pesado en advertirlo y tomar posición en el asunto. El efecto contagio de “la poesía está de moda” es algo hoy en pleno desarrollo y la infección parece no detenerse: en los puestos de venta callejera de América Latina (no solamente en las librerías) aparecieron ediciones de Federico García Lorca, Miguel Hernández… ¡Arthur Rimbaud! y otros inobjetables autores del género, como arrastre del fenómeno antedicho. Algo que desde hace décadas era imposible contemplar en una boca de venta como el puesto de periódicos, dirigido al público en general, no solamente al rendido admirador de Homero, Virgilio o Hesíodo.
Si la poesía está de moda o hay una corriente estratégica del marketing editorial que lo está impulsando, como impulsó antes la novela policial hasta saturar finalmente de oferta la demanda, a los fines prácticos ello resulta ser una muy buena noticia para todos aquellos que cultivamos la poesía, nos agrade o no la totalidad de los títulos ofrecidos.
Que “la moda” perdure o bien se estanque y termine por desaparecer, es algo que se decidirá en el futuro más o menos mediato. En el presente, lo que está sucediendo es lo que a grandes rasgos intentamos antes describir. El ruido es ese. Quien quiera oírlo, que lo oiga.
NOTAS:
(*)Defreds, Marwan y la generación superventas de la poesía, por Ismael Marinero.
http://www.elmundo.es/papel/cultura/2016/12/27/5862869a46163fb5688b45f6.html
(**)La poesía está de moda, por Ana Mansergas.
http://cadenaser.com/emisora/2018/04/17/radio_valencia/1523951385_721503.html
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Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay