La penúltima vida
Para Souad, en nuestra penúltima vida.
Una mujer pasea sus redes
pescando hilando su cuerpo
su miel.
Una gota de agua se atrapa
en su regazo y ahogada
sale de su cuna
convertida en pez.
El tiempo pasa
al ritmo de las campanas
de los tambores de su piel.
Una mujer pasea sus redes
pescando amando su cuerpo
su miel.
En su penúltima vida
en la orilla de un lago
se deja ser
se deja ver.
Quién llama a Marte tan temprano
Para Lucía y Yolanda, observando la Luna (seguramente)
Levantarse en medio de la noche
y subir hasta la cima
siguiendo pasos de lava y nieve.
Mirar y encontrar
plazas repletas e inundadas
de magos
hechizando en callejuelas
pasadizos secretos
tentaciones
belleza
y miles,
millones
de soledades.
Y encontrar.
Cantar hasta el amanecer.
Cantar sin voz
sin sed
sin luz.
Pero seguir cantando.
Cantar en medio de una tormenta
de deseos
que no te pertenecen.
¿Quién modifica su órbita hasta llegar a ti?
¿Quién se levanta en medio de la piedra?
¿Quién surca plazas esquivando millones de soldados en pie de guerra?
¿Quién canta?
¿Quién te sigue cantando en medio de la noche?
¿Quién llama a Marte tan temprano?
Autovía Mogador
Con Zahira, en la autovía Mogador, en la vida.
El viaje surca el vacío.
La tierra se agarra al olivo.
Más vale cien pájaros volando
que uno en la mano, me repite.
Las montañas tienen mar de altura.
Se hace la oscuridad.
Somos las nuevas viejas sombras del pasado.
Tu silencio habita el silencio de todos los cobardes.
Donde dije Diego, digo digo…
Ya estamos.
Morimos de sueños.
Y renacemos.
Medina
Medina como un campo
extendido
sobre un cuerpo
estrellado.
Estallado.
Escamas de pescado,
tripas abiertas
orgánicas que se pueblan
silencio de los pasos,
corretean generaciones
de mujeres y hombres
callando
y gritando entre mercados
íntimos.
Siglos patios que cuchichean
públicos secretos.
Peladuras de naranja.
A viva voz,
a muerto
secreto.
A luz
almuédano
almendras
de azúcar
y sorbos de
piel.
Una ciudad como un alma,
extendida
sobre un mar,
circulando olas
en una vitrina
de viejos trastos.
De nuevos rostros.
Desde arriba parece que te muevas.
Dame la mano.
A viva voz,
a vivo
secreto.
Georgía
No romperse por completo,
un muro que impide renacer.
Piedras que me miden
que me arrastran
de orilla en orilla
de tierra en tierra.
De mar en mal.
Un mar de hojalata.
Norias que juegan
a subir y bajar,
a hurgar en el misterio.
Corazones cerrados.
Una semilla que germina
entre baldosas tan grandes
profundas
lejanas
incomprendidas
geométricas
espaciales.
Georgía.
No romperse por completo.
Ser yaciente.
Ser paciente.
Ser valiente.
Y esperar.
Del poemario | La condición del vuelo |
© All rights Fran Gracia Badiola