Esta no será una reseña sobre algún creador visual. Estas palabras están dedicadas a otra actividad creadora y otros estados conscientes del ser humano que tienen que ver con la confianza, la fortaleza del espíritu, la aceptación, la comunidad y el enriquecimiento de todo aquello que de alguna manera nos ayuda a prosperar como mejores personas, que se admiran y se respetan entre sí.
Días atrás, tuvimos la oportunidad de escuchar algunas voces de poetas y creadores visuales, que gustosamente atendieron nuestro llamado a la palabra, entre ellos: Alicia Grinbank, Rubí Arana, Héctor Manuel Gutiérrez, Claudia Noguera Penso, Marta Estrems, Vicente Herrero Heca, Gladys Suarez, Roger Silverio, Dotty Vásquez Mantero, Alejandra Ferrazza, algunos amigos más y la que escribe.
Cuando escuchamos un poema o un cuento, procuramos trasladarnos a ese espacio que, aunque siendo etéreo una vez contado a viva voz desde el aliento del poeta, podemos sentirnos transportados al mismo instante de la historia y descubrir que aquel sentir puede ser común en más de uno. Nos concedemos entonces un salvoconducto hacia la intimidad de quien declama.
Cerramos los ojos. Cruzamos las manos. Miramos de frente. Nos abandonamos de nosotros mismos para llegar a ese hálito exterior que termina uniéndonos a la voz de quien nos permite con su lenguaje, que aprendamos a reconocernos en cierto modo y creer que podemos encarnar en un espacio-tiempo diferente. Soñamos.
Escuchamos atentos ciertas frases que se nos van engarzando como un collar de perlas. Algunas palabras brillan como botones de luz e impregnan nuestra memoria que es la encargada de proyectar cada destello hasta alcanzar un espacio donde parecen anunciarse esos misterios contados a viva voz, las mismas palabras que se adhieren en nuestro interior retumbando siempre y encontrando en cada uno de nosotros el espacio perfecto para germinar y florecer en un siguiente encuentro.
Las manos de este encuentro se han refrescado en el aire, en la brisa apacible que ha brindado apoyo a la lectura. Algunas quietas, aceptan el diálogo en posición de respeto, mientras que otras se mueven al compás del relato. Todos hemos aplaudido la ocasión que hemos tenido de escuchar versos, prosas, poemas y cuentos.
Estas letras no son más que un reflejo del agradecimiento a las oportunidades que todos estos creadores nos regalan de una u otra manera y que saben y sienten que la ocasión de ofrecer su obra, es más simbólica y estimulante que atraparse en sí mismo, que ese contacto nos apremia a la continuidad y además el flujo de las buenas vibraciones en grupo nos anima a mantenernos en permanente movimiento y nos estimula a la perseverancia de actividades positivas.