Autor Enrique Buenaventura. Director Juan Roca. Elenco David Ponce, Tamara Melián, Alejandro Gil, Steven Salgado, Karina Domínguez, Jonnathan Pérez. Fotografía. Alfredo de Armas
Según Héctor J. Freire en el blog Topía que trata temas de psicoanálisis, sociedad y cultura.“ Una de las características más significativas del arte del siglo XX y del contemporáneo es la “crueldad”. Ya el poeta Charles Baudelaire, en su obra “Las Flores del Mal”(1856) – verdadera summa de textos, que inauguran la poética de la modernidad- afirmaba: “soy la herida y el cuchillo”. Pues bien lo mismo pensó Antonín Artaud cuando intentó impactar con su nuevo teatro, Diana Arbus cuando lo hizo con sus fotografías de gente freaky en los parques. Francis Bacon con su irreverente trazo sobre sus personajes en la tela. O la mismísima Silvia Plath con su poesía destructiva.
Bajo el disfraz de la pobreza extrema, el lumpen, la desvergüenza, o el atisbo sin más valor que lo inmora, el colombiano Enrique Buenaventura (Calí, 1925-2003) logró con esta pieza impactar a la sociedad en su momento. Hoy lo hace Juan Roca, desde su mirada personal y desde la sede del nuevo teatro en Havanafama demostrando el dominio en escena a la hora de dirigir a sus actores y crear un atmósfera terrible y deliberadamente hambrienta de todo…desde la propia comida que requieren sus personajes a la protagonista, como desde la desesperación.
Resumen…Teatro irreverente e impactante en lo visual donde el lenguaje se conjuga en un todo para un solo propósito: la denuncia de un continente en relación al poder, la miseria, el populismo, la falta de libertad y la desigualdad… en Latinoamérica.
Una sorprendente interpretación de todo el equipo actoral. Repito…todo el elenco. Una implicación al 100% en sus personajes. Una energía “negativamente deliberada” –nunca mejor dicho- que te llega a corroer y a intimidar. No dejándote para nada, ni en ningún instante ser “feliz” ante lo que contemplas. Una transformación que si bien la risa está al gusto del público por su histrionismo, a mi me dejó con la boca cerrada por su profundidad desde la sátira. Nagari