“El sonido puede crear, romper o reordenar las estructuras moleculares”.
Published: February 9, 1988, New York Times.
Así describe en una frase MALCOLM W. BROWNE las que fueran las últimas investigaciones en la aplicación de ultrasonidos a finales de los ‘80 en las que usando frecuencias por encima del alcance auditivo humano (más allá de los 20000 hz), los cientificos experimentaban con crear nuevas sustancias que auguraban avances admirables en la tecnología del siglo venidero. Y es que desde los experimentos de “Cinemática o estudio del fenómeno de las ondas” que llevará a cabo el Dr. Hans Jenny en los 60’, y antes que él, el físico y músico alemán Ernst Chladni, conocido a veces como “el padre de la acústica” por sus trabajos sobre vibración y la velocidad del sonido, comenzaba a despertarse una especie de curiosidad científica hacia el poder del sonido, al menos en la época moderna, ya que si nos remontamos al padre de las matemáticas Pitágoras de Samos, casi seis siglos a.c. y su teoría de la armonía celeste o armonía de las esferas, que desarrollo basado en sus estudios de la relación entre la longitud de una cuerda y la altura del sonido, que después derivaría en las ya conocidas razones numéricas que forman los intervalos entre las frecuencias de sonidos consonantes, sabremos que esa extraña fuerza que conmueve las cuerdas del alma al escuchar una melodía que parece llevarnos a otras dimensiones del existir, es intrínseca a nuestra especie, y aún más, si tomáramos en cuenta los últimos avances de la física de partículas, en su ansiosa carrera por descubrir una teoría unificadora que de respuesta a las grandes preguntas del universo, en su más reciente versión, “la teoría de cuerdas”, nos daremos cuenta que el sonido o vibración es el elemento constituyente de la realidad toda. No en vano esta juega un papel esencial en todos los mitos y las religiones del mundo: desde nuestra impuesta cristiandad, hasta la música del zoroastrismo, pasando por las “melodías mágicas” de nuestras culturas autóctonas como las “Shirohuehua”o las “Manchari” canciones usadas en ceremonias sagradas para aumentar o disminuir la intensidad y el color de las visiones o dirigir el contenido emocional de alucinaciones provocadas por ciertas plantas sagradas.
No existe cultura en el planeta que no haga o haya hecho uso de la música en sus ritos; uno de los ejemplos más claros, y de los que se tiene mayor conocimiento, por circunstancias históricas, o kármicas quizás, es el de la India. Es entonces cuando podemos hablar de Mantra. La palabra en su traducción literal significa instrumento del pensamiento, y se refiere a una oración o elocución sagrada que se asume tiene poderes sobrenaturales.
Los primeros Mantras fueron compuestos en tiempos védicos en la india y tienen por lo menos 3000 años de antigüedad. Los Mantras se practican en varias escuelas del hinduismo y el Budismo, y su tipo, función, estructura e importancia varía de acuerdo a estas. Algunos son versos del Rig veda u otros textos sagrados, de hecho la palabra Om es un mantra en sí mismo; para la filosofía Hindú antes de la existencia y más allá de ella hay una sola realidad, Brahma, y la primera manifestación de Brahma es expresada como Om, el sonido primordial del universo. Al igual que en la tradición cristiana, en el principio era el verbo, que luego para los filósofos estoicos fue el Logos, el principio divino que anima e impregna el universo. Luego este concepto sería retomado por el Neoplatonismo.
Entre los diversos mitos de la creación persiste un leitmotif : Lo que puso orden en el caos fue la acción divina de la palabra, que es la vibración que materializa las ideas: “La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas cubrían la faz del abismo…. y entonces dijo Dios: “ Que haya luz” y hubo luz”, por citar el más conocido de los mitos de occidente, aunque su interpretación y traducción pueda ser tema de debate, la idea es en esencia inmutable. Una expresión más elaborada que la palabra es la música, como nos lo recuerda el mismo Arthur Schopenhauer en su libro “De pensamiento palabra y música”, en el que afirma: “La música es el verdadero lenguaje universal que en todas partes se entiende y expresa, con la mayor precisión y verdad, la esencia íntima del mundo. Sin jamás causarnos un sufrimiento real, siempre nos produce gozo, aún en sus acordes más dolorosos.”
Pero volvamos al concepto de sonido y como este puede producir un cambio físico en la realidad, como una manifestación de la conciencia humana, y como puede entenderse este concepto desde lo racional. Casi todas las culturas antiguas creían que el sonido era la fuerza creativa, generatriz, responsable de la creación del universo. Conscientes o inconscientes de ello, hemos usado el poder del sonido y de la palabra a través de cantos y oraciones, ambos presentes en los ritos católicos y protestantes. De una manera menos conocida por “el vulgo” se ha hecho uso de esas propiedades mágicas del sonido en esferas más herméticas de la Iglesia, por ejemplo, los cantos Gregorianos estaban compuestos siguiendo una escala llamada sagrada, de frecuencias solfeggio que son sonidos basados en una escala que era usada desde la más remota antigüedad en ceremonias religiosas; un ejemplo claro es el himno a San Juan Bautista, compuesto por Paulo Diácono, del que después vendría el nombre de las notas musicales que usamos hoy.
Anthony Stor en su libro “la música y la mente” nos dice que uno de los efectos más dramáticos de la música es la inducción a estados de trance, que han sido descritos por los musicólogos en casi todas las culturas, estos estados de trance que envuelven cantos, danzas, éxtasis, catatonia afectan emocional, psíquica y físicamente al individuo, llevándolo incluso a experimentar estados alterados de conciencia
(Marcel Proust decía que la música lo ayudaba a descender a él mismo y descubrir nuevas cosas)
Pero cuáles son esas propiedades mágicas y como funcionan? Cuál es la naturaleza del sonido y de donde viene tal importancia en el mundo metafísico? cuales son sus más recientes aplicaciones y que fundamentos racionales podrían explicar esa prevalencia de la fé en el poder de este sobre nuestras culturas a través del tiempo, sin importar raza, lugar o creencia?
Para entrar un poco en materia tendremos que explicar de manera somera ciertos conceptos básicos de física que nos darán una idea más clara del sonido y sus principales características.
empezaremos por hablar de Altura: es la cualidad del sonido que nos permite diferenciar cuán grave o agudo un sonido puede ser. La altura o frecuencia de un sonido se mide en Hercios, es el número de veces que una onda vibra por segundo, cuanto más alta sea la frecuencia, mayor será la altura del sonido.
Intensidad: es la potencia o volumen del sonido o la amplitud con que una onda sonora se mueve y se mide en decibeles.
la duración: es el tiempo que dura la vibración y tiene que ver con el ritmo.
Timbre: es el matiz del sonido, la cualidad que le da su característica.
El timbre tiene que ver con la cantidad de armónicos que tenga un sonido y la intensidad de cada uno de ellos.
Y es aquí donde quiero traer su atención, a los “armónicos” porque precisamente la escala sagrada de la que hablamos antes, usada en la música sagrada de la antigüedad, está basada en el orden natural de los armónicos.
Los armónicos son los que generan el timbre característico de una fuente de sonido (ya sea una voz humana, un instrumento musical, etc.).
Fueron descubiertos primero en Occidente por Pitágoras hace unos 2.600 años. El famoso filósofo y matemático Griego era también un maestro de la música, y junto a sus estudiantes pasó años estudiando el sonido y la vibración. Encontró, después de estudiar el Monocordio, (instrumento de una sola cuerda) que todos los sonidos estaban compuestos de vibraciones o frecuencias múltiples, no sólo de una, como nuestros oídos generalmente perciben.
Casi del mismo modo en que la luz blanca está compuesta de un amplio espectro de colores, que se vuelven visible cuando la luz es refractada por un prisma, el sonido también puede ser refractado de modo que sus partes constituyentes puedan percibirse. Al igual que el arco iris está compuesto de los colores que el ojo humano ve como luz blanca, los armónicos vendrían a ser: los colores del sonido; de hecho Newton desarrolló toda una teoría de la cromoestesia, comparando las frecuencias de los colores del arcoiris y las 7 notas musicales, siendo el color rojo el que tiene la menor cantidad de vibración (sonido más grave), y el violeta el que vibra más(sonido más agudo).
Estos armónicos, que normalmente pasan inadvertidos, son, en realidad, de vital importancia para todos los seres humanos, y permiten que diferenciemos entre un sonido y otro. Es la riqueza de los armónicos en ciertas partes del espectro infinito del sonido lo que nos ayuda a establecer la diferencia entre un instrumento musical y otro, aún cuando ambos ejecuten la misma nota musical.
Cuando se ejecuta una nota en un instrumento musical, se genera una onda de presión de aire. Esta onda sonora está acompañada por una serie de armónicos, que le dan al instrumento su timbre particular. Cada armónico de ésta serie tiene una amplitud (volumen o fuerza del sonido) diferente. Por ejemplo, en el clarinete son más fuertes los armónicos impares (el 3º, el 5º, el 7º, etc.).
El canto de armónicos es una antigua técnica mediante la cual una sola persona puede producir dos o más sonidos simultáneos. Como técnica y forma artística o espiritual, se desarrolló en Mongolia, Sur de Siberia, Asia central, y en Sudáfrica. También se utilizó en menor grado en Cerdeña, la única forma antigua de canto de armónicos europea que todavía se practica. Existen muchas teorías sobre si el canto de armónicos tuvo alguna vez un uso ritual y espiritual en ceremonias cabalísticas, en logias masónicas, en escuelas de misterio y en prácticas sufíes. Ciertas teorías llegan incluso a decir que fue utilizado hace mucho tiempo en el antiguo Egipto y por los mayas en Centroamérica. Desgraciadamente existe escasa información al respecto.
Uno de los aspectos más curativos, meditativos y espirituales del canto de armónicos es el zumbido fundamental: la invariable nota base o nota raíz desde la que arrancan los armónicos.
Un zumbido inalterable es la base de la mayoría de la música hindú, y ciertos instrumentos se han diseñado en la India y se han utilizado durante milenios con este fin, tal como el armonio simple o caja shruti y el Tampura.
Un zumbido fundamental es también la base para el canto de armónicos mongol (llamado khöömii) y muchas otras formas del canto de armónicos. Otros instrumentos de zumbido ricos en armónicos son el didgeridoo de los aborígenes australianos, la lira de boca (la lira del judío o guimbarda) y el armónico arco de boca (conocido como berimbao en Sudamérica, y como uhadi o umrubhe en África meridional donde se originó).
Estos instrumentos tienen sobre todo una cosa en común: cuando se tocan, producen las notas de la escala natural de armónicos.
Es importante darse cuenta que mientras los armónicos representan las divisiones naturales de una nota musical, en una época más reciente hemos adoptado un sistema musical que es antinatural.
Johann Sebastian Bach, en el año 1691 eligió utilizar este sistema, que fue adoptado rápidamente por occidente. Hemos escogido dividir la octava (de “oct” que significa ocho) en doce semitonos. Así es como está diseñado el Piano y los instrumentos occidentales más modernos que producen una escala que es matemáticamente comprensible, pero no se adapta a las leyes naturales de los armónicos.
A partir del quinto armónico, todos los siguientes armónicos impares suenan ligeramente desafinados con respecto al “temperamento justo” (que es el sistema de afinación de uso estándar en la fabricación de instrumentos desde el siglo XVII).
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José Alfredo Aráuz (Ares). Músico y poeta radicado en Miami. Colaborador en medios culturales locales, como las revistas Sub-Urbano y Nagari, donde además fue ganador de la sección jóvenes creadores para la sección de poesía Péndulo. al3.jose@gmail.com