Josefa Tolrà y Joan Brossa
Fundació Joan Brossa, Barcelona
Curaduría. Pilar Bonet y Sandra Martíne
La Médium y el Poeta
Caronte 1998
En el círculo: un bardo que emerge desde la radicalidad, la experimentación y el juego dentro del género. Un poeta que urde un surco en la literatura de vanguardia durante el siglo XX en Cataluña. Y crea un antes y un después. Su nombre, Joan Brossa (1919-1998).
En el centro del área: una mujer campesina impone sus manos sobre cualquier necesitado que acuda pidiendo ayuda para regenerar su alma. A partir de aquí, la dicción que brota de su interior, le permite alejar el mal del ser que habita en aquella piel. De profesión: médium. Su culto: el espiritismo. Sin pretenderlo: una artista de lo extraordinario. Su nombre Josefa Tolrà (1880-1959).
El objetivo de sus curadoras Pilar Bonet y Sandra Martínez: investigar la analogía inconsciente y paralela que permite vivificar entre ambos personajes: relatos, versos, poemas visuales, esbozos, profecías, pensamientos, voz y voces, dibujos de espíritus bajo la luz, astros en su ciclo celestial, universos, la reencarnación del ser, el juego objetual o incluso la técnica del bordado para recrear el sosiego que practica “La Pepeta; apodo conocido en su Cabrils de origen, donde reside Josefa Tolrà en Catalunya. “No puede haber paz …donde no es comprendida la armonía”.
Josefa Tolrà
Joan Brossa
Primera visita de Joan Brossa. Tiene 30 años. Invierno. Leopoldo Pomés hace una foto de ella en la cocina. Junto a él un grupo de artistas de vanguardia relacionados con el prestigioso Club 49 y Dau al Set (Modest Cuixart, Joan Ponç, Antoni Tàpies…). Acude porque “hacía unos dibujos maravillosos”. Si bien nunca escribió sobre ella, sí que se acercó por su interés en el mundo del hermetismo, la magia, la hipnosis, e incluso el psicoanálisis de Jung. Un hecho vivencial durante la guerra civil española le impactará de cerca. Así lo evoca en su poema El Front del Segre el poeta le impacta el “volver a nacer” en medio de la tragedia.
…/ Cada noche continúan las escaramuzas
para rescatar a los tanques, con pérdidas.
Los morteros vuelven a la misma.
Una noche, a eso de las doce,
nací por segunda vez.
Estoy solo,
Cercado de sacos en un lugar de observación.
Una voz grita “Juan.
Reculo en la trinchera y, al constatar
que no había nadie, incide
en el lugar donde estaba antes una bomba
Falla la espoleta
y me llena de humo y olor
de asado. Me silban
las orejas. Después
soy trasladado, extendido
en una camilla,
y miro, como puedo, el firmamento…
De ida y vuelta. Joan Brossa
Josefa nunca salió de casa. Tuvo tres hijos. Dos se les murieron. Uno de pequeñito y el segundo de hambre durante la guerra. A partir de aquí, entra en un pozo negro. Y empieza a escuchar vocablos que hablan en nombre propio. “No me dejéis sola porque oigo voces y veo rostros que acuden a verme”. Según sus propias palabras, es la mano la que dibuja lo que aquella voz le dictaba bajo un estilo heterodoxo, natural y distinto. Este léxico que adquiere desde el más allá, es el inicio de la creatividad en sus trabajos no-voluntarios. Crea dibujos, poemas y bordados que acostumbra a regalar a quien acude a su domicilio de visita. Su relación con Brossa era especial desde la propia aura que ella creía que el poeta desprendiese: “Tu hijito mío estás cerquita de Dios …pero te encuentras de espaldas a Él”.
La exposición se divide en tres partes.1 El más allá. Centrada en el mundo esotérico y religioso de ambos y su implosión en sus obras artísticas o literarias. El mundo del espiritismo y sus valores de acogida y trascendencia; es decir, en la voz que proyectan. 2 El universo. El tema del viaje o el relato. Los distintos modelos del cosmos incluyendo los que ofrece la ciencia y otras lecturas en paralelo.3 La utopía . La relación que circunda en sus vidas versus la cultura popular o el paisaje entre otros. La libertad o los propios valores que otorga el anarquismo humanista, la justicia social o la fraternidad entre ambos, ligada al momento histórico que les tocó vivir en la España de Franco.
Eduard Reboll