Autor y Director César Sierra. Escenografía. Osvaldo Strongoli. Iluminación. Richard González. Fotografía Joel Endemaño. Producción ejecutiva Miguel Ferro. Fotografía …Alfredo de Armas
“Todos vivimos con algo muerto”
La Lechuga se estrenó a nivel mundial en el Miracle Theater de Coral Gables en julio de 2002 bajo la producción ejecutiva de Venevisión International cuando Luis Villanueva era su presidente y del cual Miquel Ferro, su productor actual, le dedica esa nueva versión en su homenaje por la confianza que le dio para promocionar el teatro hispano en esta ciudad.Hacia el otoño de 2013 una versión adaptada a Miami, “Nos rifamos a papá” subía al escenario en el desaparecido Teatro el Yunque a cargo del director Pedro García. Y hoy, por último, para celebrar el primer aniversario del Paseo de las Artes lo hizo el pasado 15 de abril; en este caso, dirigido por su propio autor, César Sierra
Estamos ante un sala de un hogar. Al fondo un sofá con una mujer (Dora) haciendo con sus agujas de entretejer un suéter para su futuro bebé. A su lado un hombre algo nervioso, Víctor- No estoy de mal humor. Dora- Si estás. Te conozco… De muy mal humor. No debiste venir. No es tu obligación. Víctor- Tenía que hacerlo… ¡Es mi padre!.En medio del salón, una mesa preparada para una gran cena. En la puerta del fondo la cocina…en la de enfrente la puerta de entrada. Estamos -…público incluido- en casa de su hermana Virginia que está a punto de entrar con unas botellas de aguardiente y esperando la llegada de su marido Héctor, un ejecutivo bien posicionado en el campo académico ¿“Qué tiene que ver la cultura con la mierda en esta ciudad?…Todo” le dice a Víctor. Pero queda una persona por llegar Vinicious, el último hermano. Una “loquita” llena de juguetitos de fiesta que nos trae una torta de chocolate para celebrar… (¿celebrar qué?): el cumpleaños de su padre que hace nueve años que está en el hogar de su cuñado, reposando como un vegetal con sus botellas de oxígeno para que sus pulmones sigan aún funcionando en su estado de coma. Por cierto no puede ocultar su frase triunfal a sus hermanos “A mí, papá… nunca me quiso”.
La lechuga –tengo que reconocer que tendrá su “márqueting publicitario” pero a este título le pongo mi interrogante- es una obra muy bien escrita y con diálogos muy provocadores que aborda temas esencialmente humanos. Y si se fijan no me atrevo a denominarla “comedia de humor negro”. Y en cambio, me inclino más por el de “tragicomedia”. Es decir, la excusa del “humor negro” -que en verdad aparece en la obra, no falta- sirve para hablar de la tragedia que existe entre los miembros de una familia sobre un tema polémico pero importante: la eutanasia o como otros le llaman el “asesinato por compasión”. Pero aún más, este punto es la excusa perfecta para que las envidias, los celos, el odio o la mentira impere entre los miembros de “los Martínez” -nombre que adquiere el clan- para solucionar aquel dicho tan popular en boca de todos: “a quién le cargamos el muerto”.
Con una actuación excelente de sus integrantes -y lo digo sin denostar a ninguno ni ascenderlo o demeritarlo en comparaciones absurdas- quiero destacar precisamente “lo peor” del carácter de cada personaje, que es como decir “lo mejor” de la interpretación de cada actor u actriz. Fedra López es horriblemente pesada en todo momento y hasta hermosamente divertida cuando está borracha en el papel de Dora. Carlos Acosta un histérico envidioso que pone los pelos de punta con su agresividad hacia todo, y a todos, investido de Víctor y esposo de Dora. Osvaldo Strongoli fungiendo de templado e inteligente hombre de la casa, sostiene a un personaje, Héctor, que hasta lo llegamos amar en ciertos momentos por su compostura, razonamiento justo o su ligero sarcasmo “ …es que tener el anciano aquí no nos permite ni discutir con mi mujer (Virginia) como antes…Ya está bien…llévenselo”. Carlos Mesber haciendo el “mariquita” como Vinicious en todo momento parece que sea el contrapunto a la tragedia. En sí, se transforma como el más cruel y delator de verdades escondidas arropado con su trompetita y sus gafas enormes de payasito de circo. Pero la más firme y que parece que le duela despedir a su padre sería, Virginia. Si bien es verdad que “cede” en el último momento en una decisión común y “satisfactoria” para todos, nos da el punto trágico en casi todas las escenas. El papel de Anastasia Mazzone es potente, enérgico y nos permite identificarnos, como público, para no tomar la última y fatídica decision.
Si bien tengo mis dudas en el final escénico del segundo acto que, como director, Sierra le da a la obra con Dora –quisiera aclarar que es una opinión no una crítica-. La pieza es un retrato universal de lo que pasa hoy en el mundo. No me extraña que, por su contenido y su desarrollo humano, haya tenido tanto éxito en distintos países. Cuando el teatro habla de la vida y, en esta misma, la muerte está presente: no es difícil tener al público atento en el escenario cuando una obra está bien hecha. Felicidades al Paseo de las Artes por su primer aniversario…que la calidad siga como hasta ahora. ER