El único tema (si podemos llamarlo así) de la poesía moderna y posterior es la poesía misma. Los subterfugios, estratagemas y coartadas que emplea para simular que nos está hablando de otra cosa pueden ser hábiles y convincentes si quien escribe es un poeta y resultar débiles y hasta confusos si quien escribe no lo es.
Por esta razón autorreferencial es que la poesía no puede ser adjetivada: cuando es poesía, es poesía a secas y no puede asignársele otra función: hacer eso es desvirtuarla. No se trata de algo que mira al mundo desde una torre de marfil o nada parecido. Simplemente es ella en sí misma, revelada gracias, precisamente, a los subterfugios, las estratagemas y las coartadas que mencioné antes.
Hace siglos que se liberó de la servidumbre fingida a otras causas, como sucedía en tiempos de la poesía religiosa, por ejemplo. Las obras de sor Juana Inés de la Cruz siguen siendo magníficas no por la simbología cristiana que emplean, sino por el valor específico que poseen. Por eso es que perduran.
De igual manera, los poetas que adherían a credos políticos en una etapa de sus vidas o en todas ellas: Vladimir Mayakovsky, Louis Aragon, Paul Eluard, Raúl González Tuñón, Roque Dalton, Pablo Neruda, siguen siendo pesos pesados del género no porque sus trabajos hayan servido o sirvan para la propaganda partidaria, sino porque nos revelan facetas de nosotros mismos, de nuestra condición humana, que solamente la poesía puede reflejar (no digo representar, sino reflejar).
De igual manera y por las mismas razones, es magnífica la poesía de Konstantinos Kavafis. El poeta puede ser gay como Elizabeth Bishop, adherir a las izquierdas como Miguel Hernández o a las derechas como Ezra Pound, feminista como Toni Morrison, ecologista como José Emilio Pacheco, monárquico como T.S. Eliot, lo que se le ocurra ser, pero eso ni va a sumarle ni va a restarle nada al valor intrínseco de su obra, que radicará siempre en otra cosa que es su esencia constitutiva.
Entonces, la función de la poesía en nuestro tiempo –si es que tiene una- consiste en revelarnos una y otra vez, con su maravilloso poder de adaptarse a cualquier época, sitio o circunstancia, una parte de quiénes somos, porque la poesía está escrita por personas y hablando como hace de sí, refleja parcialmente los recovecos y las esquinas de lo que constituye el mayor misterio para la humanidad: ella misma, en todo tiempo y lugar.
© All rights reserved Luis Benítez
Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay