Abrumado aún por la lectura de El boxeador polaco (Libros del Asteroide, 2019), de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971), inicio estás líneas. ¿Qué se puede escribir después de sumergirse en una serie de narraciones sutiles, delicadas, profundas, de un tono insuperablemente melancólico, que te cogen por las solapas y te zarandean hacia los vericuetos por los que el autor desea que transites: la aldea indígena de ese estudiante, isla de sensibilidad en el árido desierto de una desmotivadora clase de literatura, el carácter errante de la condición judía, la sabiduría del viejo y jocoso académico, experto en Mark Twain, el boxeador judío que salva la vida del abuelo en Auschwitz, aunque no está claro que esa anécdota sea real o esté ficcionalizada, o la compleja personalidad de Milan Rakić, el pianista serbio que anhela sus raíces gitanas mientras transita los distinguidos salones de la música clásica, y que empujará al narrador a una enloquecida búsqueda por el país balcánico en la narración que cierra el volumen: “La pirueta”? Silencio. Apenas unas palabras de admiración.
No es algo nuevo. Son sensaciones ya experimentadas con este escritor, maestro de la brevedad, al leer sus obras. En Duelo (Libros del Asteroide, 2017), sin ir más lejos. Allí Halfon navega por su infancia, por el recuerdo del hermano, por la condición judía otra vez, incluyendo de nuevo la relación del abuelo con el Holocausto, por sus relaciones con la rica tradición indígena guatemalteca, sus símbolos, sus leyendas, en busca de la historia que le cuente la muerte del tío Salomón, el hermano primogénito de su padre. Esa novela breve —apenas 106 páginas—, es de especial interés para los ciudadanos del área del sur de la Florida. Siempre se ha hablado de Miami como la ciudad no literaria. Sin embargo, Halfon introduce su infancia y juventud en esa urbe en su imaginario literario de forma admirable, memorística, profunda y a la vez entretenida. Los summer camps, el barrio judío de Miami Beach, la presencia de la mafia, y las áridas construcciones del interior de la ciudad donde se erigen los almacenes y las factorías de los empresarios judíos son paisaje conocido para los que en algún momento hemos vivido allí. Ahora también forman parte de la cultura literaria en español.
Pero no quería dedicar esta entrada a Duelo, al menos no exclusivamente, sino a El boxeador polaco. Vuelvo a ello. Se trata de un libro con una historia curiosa. Esta es la segunda vez que se edita —la primera fue en Pre-Textos, en el año 2009—, pero no es el mismo manuscrito. En Pre-Textos salieron por separado la colección de cuentos El boxeador polaco y la novela corta —o cuento largo— La pirueta. La novela se alzó con el premio José María de Pereda. Y el libro de cuentos tuvo mucha resonancia en el ámbito literario español por la historia del abuelo. Pero ambas narraciones pervertían el espíritu inicial del manuscrito, que buscaba la hibridación de los cuentos entrelazados, en donde los personajes y los motivos se repiten y se alimentan de cuento a cuento, y que devienen novela. Con esta acertada reedición, Libros del Asteroide hace justicia al plan inicial.
El escrito, además de ser delicioso, tiene un mensaje oculto. Más allá de los conciertos de música clásica, de las citas a los más famosos relatos de la historia de la literatura, de las exposiciones, el arte y la alta cultura en mayúsculas, se reivindica el carácter nómada de la creación, la música zíngara, las leyendas mayas, la forja del genio artístico desubicado; todo ese territorio de exploración creativa que se extiende ante nosotros como una vasta meseta. En 3 palabras: la baja cultura. Pero no una baja cultura mediada por el negocio económico, la cultura pop o los mass media, sino una cultura verdaderamente popular, que inspira el genio creativo, verdaderamente alto de este escritor guatemalteco. Lástima que su trabajo se empañe puntualmente por la necesidad del autor de mantener la cultura patriarcal en algunos pasajes, con la madre, con sus novias, y en las escenas sexuales y/o amorosas, repitiendo tópicos machacados una y mil veces, de los que no hay necesidad en un texto tan sutil. Sin ese pero, estaríamos hablando de la esencia misma del arte.
© All rights reserved Carlos Gámez Pérez
Carlos Gámez (Barcelona. 1969), es escritor y profesor. En 2012 ganó el premio Cafè Món por el libro de relatos Artefactos (Sloper, 2012). En 2002 publicó el relato de no ficción Managua seis: Diario de un recluso (Instituto de Estudios Modernistas). Sus relatos han sido seleccionados para las antologías: Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013); Presencia Humana, número 1 (Aristas Martínez, 2013); Viaje One Way: Antología de narradores de Miami (Suburbano, 2014); y para la revista de creación Specimens (Septiembre, 2014). Colabora con las revistas literarias Nagari, Suburbano y Quimera, además de colaboraciones puntuales con Rocinante y Agitadoras. Acaba de finalizar su tesis sobre ciencia y literatura española en la Universidad de Miami. Malas noticias desde la isla es su segundo libro de ficción.