Al cabo, mi alma hace explosión, y sabiamente me grita:
«¡A cualquier parte! ¡A cualquier parte! ¡Con tal que sea fuera de este mundo!»
— El spleen de París (1935) de Charles Baudelaire.
Anywhere Out of the World (XLVIII).
Traducción de Enrique Díez Canedo.
Creo que todos los que escriben, en algún momento, se han enfrentado a la pregunta: ¿Por qué escribir?
La verdad es que cada escritor dará su respuesta a esta pregunta. Pienso que es imposible equacionar todas las motivaciones particulares; el deseo que impulsa a un escritor a crear una obra es algo muchas veces oscuro.
Sin embargo, aún me parece que en cierto sentido, los escritores comparten un sentimiento común. Antes de que digan que estoy incurriendo en contradicción, permítanme aclarar: ¡La actividad de un escritor es paradójica!
Fiat lux
Entonces, nos encontramos ante una paradoja. Cada uno tendrá sus motivaciones particulares, no obstante, en mi suposición, hay algo a priori que, en algún momento, pasará por la mente de todos aquellos que se dedican a este oficio.
Desde la época de los griegos, el filósofo Platón sostenía que el mundo puede ser percibido de dos maneras. Una de ellas es a través de nuestros sentidos, lo que nos permite observar el rumbo al cual las cosas están sujetas. Por otro lado, existe otra manera de entender el mundo: la manera de las formas puras, donde se manifiestan los arquetipos que constituyen el ideal universal y permanente de algo.
No regreso a Platón sin razón, ya que observo que los escritores oscilan entre estos dos cuadros. El acto de pensar de un escritor es dualista. Aquel que se involucra en una actividad creativa está intentando hacer la separación entre la luz y las tinieblas.
Cuando alguien se embarca en el ejercicio de crear, antes que todo, está buscando en su imaginación algo que traduzca, para mejor o para peor, las imperfecciones de este mundo sensible en el que vivimos. La lógica detrás de todo esto reside en el hecho de que solo el mundo sensible no es capaz de satisfacer los apetitos humanos; se necesita algo más que otorgue sentido y haga palpitar los corazones.
Con esto es importante señalar que no estoy queriendo decir que toda arte se reduce a una idealización del mundo; por el contrario, hay artes que buscan evidenciar el abismo intransponible entre una forma superior de concebir las cosas y una forma terrena; además, estoy lejos de defender una especie de moralismo artístico.
Lo que estoy diciendo es que el contraste impulsa el acto de crear. «Amor, felicidad, verdad, justicia» son palabras que nosotros mismos creamos para representar ideas con una alta carga de idealismo; a pesar de eso, cualquier persona con un mínimo de sentido crítico será capaz de percibir que la realidad cotidiana no se mantiene solo a través de ideales.
Pues de eso se trata, la actividad de un escritor es una paradoja. El autor en este caso navegará entre una perspectiva elevada del mundo, es decir, su imaginación, y una perspectiva común, la del día a día. Y esto lo convierte decididamente en alguien inquieto. El precio de tener una imaginación activa es que casi siempre lo atormentará. El tormento proviene del deseo, ya sea consciente o inconscientemente, de un mundo que no es este en el que vivimos.
© All rights reserved Miguel Angelo V. Pinto
Miguel Angelo V. Pinto nació en Minas Gerais, Brasil. Es un escritor que cuenta con varios cuentos, poemas y ensayos publicados en antologías y revistas en idioma portugués. Además, es estudiante de Derecho en la Universidad Federal de Minas Gerais. Ha trabajado como editor para el Periódico Estudiantil de la Facultad. Recientemente, participó en un libro en homenaje al centenario de Millôr Fernandes (2023), en la Antología Saudade Eterna (2023) y en la Antología Miedo (2023).
Correo electrónico: miguelangelo.contact@gmail.com
Instagram: @miguelangelo.v.pinto