A la comuna de Naranjos (1)
Nada que ver este artículo con el tema de Castilla de 1520 con los comuneros. Ni con el movimiento insurreccional de París a finales del siglo XIX en Francia, sólo por poner un ejemplo. Ni en ir en busca del significado urbano de grupo o sección dentro de cualquier ciudad como Buenos Aires o Medellín, es un decir. Vivir en comuna, era una nueva forma de subsistir como los preceptos de igualdad que aquellos jóvenes hippies de los años sesenta en EE.UU aplicaron según sus criterios basados en peace and love intentando combatir la violencia, el antimilitarismo debido a la guerra de Vietnam y el desenfreno en valores sociales en la América de Johnson y posteriormente de Nixon. Esta experiencia, junto a los efectos libertarios del Mayo del 68 en todo el mundo en contra del autoritarismo a derecha o a izquierda, promulgaron diferentes formas de abordar un verbo compuesto que se llama vivir al momento. Aquella juventud intentaba ir en pos de una nueva sociedad. Más justa en los derechos de la mujer y promulgando los inicios del ecologismo. Nosotros marcamos a una generación que, en nuestro país, tenía por denominación un adjetivo en plural muy popular en aquella década. Nos hacíamos llamar: los progres.
Simplemente, había que huir de lo grisáceo y del esperpento político de los años del tardofranquismo en Barcelona. Dejar tripular aquella alegoría -mezcla de jovialidad y sueño como sujetos- llamada libertad en nuestros corazones. Implementarla donde fuese en cada uno de los aspectos del día a día. E instaurar el sueño ideológico de revolución allá donde se decidiera. Y en nombre de la equidad y la colaboración como buenos compañeros y luchadores, frente aquella dictadura fascista. Concluyo: La revolución empieza con uno mismo… y ahora mismo. Un lema notorio por aquellos años y bien extendido en su momento para nosotros, desde un refugio muy privado que tenía por nombre: clandestinidad.
Hace aproximadamente cincuenta años, un grupo de lozanos combatientes subversivos –como nos deletreaba el régimen del Caudillo– y soñadores hacia un mundo mejor, nos disponemos hacer algo distinto. Es decir, decidimos debatir la realidad existente por otra nueva y presumiblemente más justa. ¿Y cómo lo hicimos? Muy sencillo: viviendo en comunidad para compartir el trabajo cotidiano, los bienes de propiedad y el salario de cada uno y el amor libre entre sus miembros.
Un día cualquiera de 1973 pudiera ser así …que no quiere decir que lo fuera.
Hoy es viernes. En la cocina, Manu está preparando unos platitos de su tierra navarra: cogollos de Tudela, con unas chistorras y un poco de queso Idiazábal con pan y tomate. Está estudiando periodismo en la Universidad de Barcelona. Y en su interior, sueña con la posibilidad de que, algún día, la prensa diaria de este país tenga libertad de opinión y la censura quede eliminada desde las esferas del poder. En la mesa, estamos sentados casi todos. Los platos los limpió hoy el Juanillo cuando vino de la obra y los colocó en la mesa. Su indumentaria de peón de la construcción, manchada de cemento y arena, permanece junto a la ropa blanca interior del grupo. Le tocó lavarla ayer a Luís Mari, mientras alternaba su faena de casero, con la de dibujante de cómics en la habitación donde todos dormimos apretujados con un colchón al suelo y uno al lado del otro.
– ¡Niño está cama está mal hecha! ¡Qué mamón eres! Así sois los anarcos. Desorden y mierda por todos laos. Menuda sociedad nos tocaría con ustedes. ¡Venga coño… que vamos a cenar!
Quien da el grito bajo la ironía simpática y la realidad de la queja es el “Sevilla” que, debajo el ímpetu andaluz de su origen, está la buena fe de un inmigrante casi recién llegado en busca de mejor vida. Comparece en el piso, cabreado por su trabajo en la compañía Telefónica y acaba de pegarle el bramido a José María, apodado el “niño” por su encanto infantil, soñador y libertario en sus planteamientos políticos en el grupo.
En la mesa, el Coderch ha convocado una asamblea urgente después de comer para redactar el orden del día de los temas a tratar en nuestra comuna. Los sueldos en metálico de cada uno de los que vivimos allí, se reúnen en un jarrón y cada cuál coge el dinero a diario según sus necesidades. Desafortunadamente, esta semana, habrá que reducir gastos en la compra y los referentes al ocio y las necesidades personales. El presupuesto no llega. Pero aún peor, la situación política es desesperante. En España. la organización ETA acaba de atentar contra el presidente del gobierno el almirante Luís Carrero Blanco hace una semana. Su auto voló -nunca mejor dicho- hacia un cielo azul, mientras su cadáver se quedó asentado en el tejado de la calle Claudio Coello en Madrid. El miedo a las represalias políticas contra los grupos que defendemos la democracia, nos augura un mal presagio para estas navidades.
Acabada la cena, se inicia en nuestra particular cámara parlamentaria en la mesa del comedor. Sale el argumento de ampliar el armario por la falta de espacio. El de no separar las bragas de los calzoncillos por parte de La Concha. Ella siempre bajo una hermosa pluma feminista para que la igualdad sea un hecho entre géneros en la vivienda. Ordenar los alimentos en el refrigerador. La importancia del silencio en la madriguera pública que compartimos para respetar los descansos a los comuneros que se levantan más pronto.
Miembros de la comuna de Naranjos 2019. Barcelona
– Yo mañana debo hacer mi compromiso político con el PCE(r) y lanzar octavillas en el metro a las cinco de la mañana y tengo que descansar. Si no entendemos la revolución cultural entre nosotros …¡quién sino! Dice Fernando que trabaja dentro el campo pedagógico en una escuela. Al lado, Carmen, un amor cercano a él -y ya casi bajo la consolidación mutua como pareja- da valor a su fuerza imperativa dentro de su línea maoísta, mientras repasa su materia de Psicopatología de la vida cotidiana de Freud para el examen de mañana en la universidad.
– Ocaña se ha ido a vivir la Plaza Real. ¡Te enteras hermanito! Se ha liao con un maestro que ahora hace cómics de pollas y culitos raros- Dice Rafa que ha dejado su bata blanca del hospital con pruritos de sangre en el suelo de la galería. -¡Me has oído! Ayer los vi en la sala del Villa Rosa. ¡Vaya tugurio!
– Es Nazario – dice Sevilla – y además se le va a sumar a nuestro hermano, un pijito que vende muebles usados en la calle del Carmen. Se llama Camilo.
– Bueno. ¡Basta ya de tonterías! Esto es una asamblea y solo hacéis quejas y habláis de maricones y mariconadas burguesas –Dice el Coderch– Os voy a dar una mala noticia: ¡Habrá que desalojar pronto esta comuna! Los grises, ya están persiguiendo pisos en Madrid y me dicen desde arriba que van a empezar aquí en Barcelona de inmediato. No olvidéis -…y va por ti Eduard y por el Niño también- que en septiembre detuvieron a Puig Antich y le van hacer un Consejo de Guerra pronto. Todo dicho. Empezar a buscar alojamiento, a más tardar en quince días.
El grupo se mira entre triste y asustado. Coderch, que como líder domina bien el tema y ha conocido la cárcel en propia carne durante su servicio militar, cierra su cuaderno de notas y se levanta a ver a Isabel mientras toman un café juntos en la terraza.
– Lo deberíamos dejar amor mío. Me tengo que abrir pronto. El partido me pide que huya lo más rápido posible de aquí ya que corro peligro.
– Déjate de cuentos y no me engañes. Yo ya conozco a la otra. Se llama María José. No me vengas ahora con artimañas políticas de las tuyas.
– ¡Qué no, que esto va en serio!
A continuación, Luís Mari mira a Concha con cara de seducción y le guiña el ojo. De repente, Fina da un grito de sorpresa.
– ¡No os lo han dicho!
– El qué. ¿De qué hablas? -dice Manu
– Juanillo se va a la mili el martes. Se incorpora a la IV Región Militar.
– ¡Viva Franco! Viva la Patria¡ Ja ja ja ….Porropom pom pom
– Sí es un mozuelo y es virgen – dice Luís Mari.
– Pero bueno, tranquilo que te vas a hacer un hombre allí desfilando con el fusil y la bandera a hombros. ¿No es así Coderch? Ja ja ja- Dice La Concha
– Seguid haciendo el idiota y veréis cómo nos cepillan a todos.
– Pero si Juanillo ¡no ha follao en su vida! – Dice el Sevilla
Juanillo, con la cara retraída y algo avergonzado, se regresa a la cocina a limpiar de nuevo los platos. Es tarde, y casi todos se han ido a dormir. De repente, La Concha entra en el área culinaria y pone sus manos alrededor de su cuerpo mientras, haciéndose la bruja, coloca la escoba entre sus piernas y le invita a ir a El Ara de Eros; un dormitorio que la comuna ha establecido, cada vez que cualquiera del grupo decide tener relaciones libres con alguien de la casa. Una hermosa habitación con la única cama de matrimonio. Y luz natural, para practicar, piel a piel, aquello que une a quien la usa. A la mañana siguiente.
– ¡Venga aplaudid! …que el Juanillo ya es un hombre.
En aquel espacio, crecimos como jóvenes e intentamos aplicar el bien común para todos y todas. Implantamos la igualdad en derechos. En absorber una mirada distinta hacia la economía personal y comunitaria. Y a la vez, iniciar un camino inverso hacia el sentido de propiedad o posesión con respecto a la mujer por parte de los hombres que allí habitábamos. E intentamos inaugurar los preceptos feministas en una sociedad española que, en los años 70, aún se consideraba a la mujer como un objeto al servicio masculino.
25/11/23 . Masía Can Xesc. Catalunya
Han pasado cincuenta años. Y esos viejitos hoy, cercanos o sobrepasando los setenta, bien situados económicamente como jubilados y en pareja – bueno, la Concha no ja ja ja, ella es independiente- recordamos este sábado en una mesa parecida a la de antes y alrededor de una imaginativa ensalada, una paella marinera, un vino blanco del Penedés y un rico melón bañado con aceite y sal marina: aquellas anécdotas que marcaron nuestra juventud como aprendices de “revolucionarios”; nunca mejor dicho bajo las comillas. Nos pusimos en comunicación con los que no pudieron venir por wasap para seguir con la consigna de “todas y todos” y revivimos con nostalgia nuestro pasado.
Hoy, la realidad es otra. Las tendencias políticas también. Eso sí, dentro de las posiciones que defienden derechos y libertades como individuos. Y como hicimos antes, incluso desde el cariño y la amistad, aún persiste a través del diálogo y las bromas que surgen en este encuentro: una connivencia humanitaria por lo vivido allí.
Por cierto, la camaradería sigue. Y me olvidé decir, que no me perdonan que deba 1,20 euros al grupo por los gastos de comida de este encuentro. Conclusión: Habrá que hacer una asamblea y discutir el asunto.
– ¡Será posible! ¡Quién diría que fueron comuneros! ja ja ja.
(1) Pongan atención a los sintagmas en Sobre todo a los miembros de la comuna que vivieron allí y ahora leen este artículo. Forman parte del lenguaje en común de aquella época de dictadura y sueños.
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Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)