En diciembre del año 2012 regalé el libro de Elena Ferrante, La amiga estupenda (¿…a quién creen que se lo regalé?) : a mi mejor amiga, por supuesto.
Las excelentes críticas literarias, el título y mi amor por ella motivaron la compra .
Un año más tarde he leído la novela en este diciembre sombrío en el que mi amiga cumple cincuenta años. Las dos, por si no lo saben, sumamos un siglo juntas. El tiempo ha dejado sus huellas en nuestra piel. Dos mujeres de mediana edad que ya no sonríen a hurtadillas, sino que lloran de risa y dolor simplemente… porque están vivas.
Ella no leerá esta reseña -estoy casi segura. Ni yo le diré que la he escrito. No será necesario. Las dos sabemos que no anhelamos ser “estupendas”, pero ambas tenemos la certeza de que nuestra amistad es completamente atemporal y sin condiciones. La lectura de La amiga estupenda ha despertado recuerdos de infancia y adolescencia que yacían sepultados en mi memoria. El reencuentro con la niña triste que fui ha sido grato, intenso y necesario.
Elena Ferrante nos cuenta una historia de amistad que se origina en un barrio pobre de Nápoles. Lila y Lenú, y sus muñecas Nu y Tina, inician una relación sin palabras que se mantendrá durante todas sus vidas. Lenú, narradora de la novela, nos describe el momento en el que se encuentra con Lila.
“Lila apareció en mi vida en el primer curso de primaria y enseguida me impresionó porque era muy mala “
La maldad infantil de Lila no es más que el rasgo de una personalidad singular que subyugará a Lenú. Su amiga será un referente constante. A través de ella interpretará sus sentimientos. Las dos amigas, las familias, y el resto de los personajes consumen sus vidas en pasiones, amarguras, envidias y pequeños momentos de felicidad cotidiana. La pobreza del barrio y su arquitectura desmadejada, son el entorno natural por el que transitan.
Mi infancia, curiosamente, también transcurrió en un barrio marginal de la ciudad de Badalona (Catalunya). Y mientras leía la novela, no he podido evitar comparar al personaje de Don Achille con “Juan el Carnicero”, a Gigliola con mi amiga Aurorita, a Melina con la vecina de la casa de la esquina, y al abusador Donato Sarratore, con un monstruo de mi infancia.
Quizás el libro me ha emocionado porque Lenú, la voz narrativa, nos describe cada suceso con naturalidad, prescindiendo del drama, y sin exagerar. El histrionismo tópico de los napolitanos no existe aquí. Y la pátina de la novela es como una nube azucarada que te atrapa. La amistad entre Lila y Lenú es el hilo conductor de la obra. Y la trama es el tira y afloja entre la competencia, la envidia, el amor sincero y la necesidad que una tiene de estar con la otra.
Lila le confiesa el día de su boda a Lenú que la quiere más que a su futuro esposo. Esta frase me evocó en mi memoria una conversación con mi amiga en la que un día nos dijimos más o menos lo siguiente: “un hombre te abandonará; en cambio, tu amiga no lo hará jamás”.
Lean la novela, y piensen en algún momento en amigos o amigas que han sido para ustedes una pared maestra en su construcción vital.
Un aura de misterio envuelve a Elena Ferrante oculta bajo seudónimo y un absoluto secreto sobre su vida que protegen los editores Considerada la sucesora de Elsa Morante ha publicado hasta la fecha novelas alabadas por la crítica, y alguna de ellas ha sido adaptada al cine como Los días del abandono.
Entre su libros anteriores Crónica del desamor recopila tres obras, El amor molesto, Los días del abandono y La hija oscura. La amiga estupenda inicia una trilogía que continúa con, Un mal nombre, publicada en el 2013. Yo intuyo que Elena Ferrante es una fémina “ senza paura” ( sin miedo) que toma café en una “píccola piazza” mientras observa la vida minúscula de su entorno. No tengo dudas que mi amiga y yo, si nos la encontráramos, tomaríamos con “piacere” un “cappuccino” con ella en cualquier placita “di Napoli”.
Ángels Martínez