Tras las marketineras idas y venidas del galardón de la categoría correspondiente al año pasado (que tantos centímetros de columnas en medios gráficos, tantos minutos de TV y radiodifusión, tanto espacio en las redes sociales a escala global le agenciaron a la cuestionada y alicaída Academia Sueca y al, como mínimo, muy caprichoso beneficiario Robert Zimmerman) la flamante edición 2017 del premio les permitió respirar menos ansiosamente a los partidarios de una visión más formal de este. Después de vivir en la víspera del anuncio horas de zozobra, los espectadores más conservadores de la lotería escandinava anual recuperaron el resuello por grados. Es que los rumores continentales agitaban el fantasma de que, en caso de seguir Estocolmo empeñado en el mismo camino inaugurado en 2016, este año el premio gordo de las letras mundiales bien podía recaer en Elton John, Paul McCartney, Patti Smith o hasta en Ozzy Osbourne o Tom Jones. Exageraciones aparte, los más asustados hasta insinuaban que tal vez la Academia profundizara en 2017 todavía más su audaz golpe publicitario y de corrección política anterior, otorgando a un guionista de historietas el ambicionado reconocimiento para escritores. Temida posibilidad, pese a que la terna anual de la casa británica Ladbrokes insistía en las chances bien respetables de autores como el keniano Ngũgĩ wa Thiong’o (4 a 1 en las apuestas), el japonés Haruki Murakami (5 a 1), la canadiense Margaret Atwood (6 a 1), el surcoreano Ko Un (8 a 1); con chances subsiguientes, para Ladbrokes figuraban asimismo el israelí Amos Oz, el italiano Claudio Magris, el español Javier Marías y el chino Yan Lianke, ya eternos postulantes de cada año.
Posiblemente, para todos aquellos que vieron con buenos ojos la innovación efectuada en 2016, haya sido una desilusión que el Nobel de este año le fuera entregado al talentoso japonés, tempranamente trasplantado al Reino Unido, Kazuo Ishiguro, de 62 años e incuestionablemente un narrador del mayor fuste. Alguien que, sin embargo, para eso que por lo habitual llamamos “el gran público”, sin entrar en mayores precisiones, es relativamente conocido en mucha mayor medida gracias a las adaptaciones cinematográficas de dos de sus novelas mejores: The Remains of the Day (publicada en 1989) y Never Let Me Go (editada en 2005). La primera conoció la pantalla grande de la mano del director estadounidense James Francis Ivory, en 1993, y con un elenco compuesto en los papeles principales por Anthony Hopkins, Emma Thompson, Christopher Reeve, James Fox, Hugh Grant y Ben Chaplin. En español la conocimos como Lo que queda del día y es hoy todo un clásico. La segunda de las novelas nombradas fue llevada al cine por el realizador, también estadounidense, Mark Romanek, y los papeles fundamentales del film fueron encarnados por Carey Mulligan, Keira Knightley y Andrew Garfield. En nuestra lengua fue presentada como Nunca me abandones y si bien no alcanzó la repercusión de público y crítica (ni la hondura fílmica e interpretativa) de la precendente, no deja de ser algo muy conveniente de ver antes de pasar al otro mundo.
Las razones de una buena elección
El flamante Nobel de Literatura número 114 nació en Nagasaki, Japón, segundo blanco atómico de la fuerza aérea estadounidense, el 8 de noviembre de 1954, solo 9 años y algunos meses después de la devastadora explosión donde 35.000 de los 240.000 pobladores de su ciudad natal murieron en un solo instante.
Contaba 6 años de edad cuando su familia se trasladó a Surrey, en el Reino Unido, donde su padre fungió como oceanógrafo en la explotación de plataformas petrolíferas asentadas en el Mar del Norte. En Londres continuó Ishiguro con sus estudios de piano hasta cumplir los 12, cursó literatura inglesa y filosofía en la Kent University, donde se graduó en 1978, y posteriormente obtuvo un posgrado en escritura creativa en la East Anglia University.
Precisamente la tesis que presentó en esta institución se transformó más tarde en su novela primera, A Pale View of Hills, editada en 1982, y se constituyó en su primer éxito de crítica: de hecho, por ella fue que consiguió ese mismo año el prestigioso Winifried Holtby Prize.
Por entonces, la prensa especializada ya comenzó a incluir su nombre entre la tropa selecta que renovaría la novela británica: ciertos jóvenes escritores entre los que se contaban Martin Amis, Ian McEwan Hanif Kureishi, Salman Rushdie y Julian Barnes, entre otros. Pero por aquel entonces no todas eran rosas para Ishiguro: esperando la consagración, para vivir debió escribir guiones televisivos, al tiempo que iba publicando relatos cortos en revistas literarias cada vez más destacadas. En 1986 su segunda entrega novelística, An Artist of the Floating World, le granjearía otro importante reconocimiento: el Whitbread Award de Literatura, que lo consagró como el mejor autor novel de aquel año. Luego se agregarían los lauros consagratorios del Booker Prize 1989, justamente por The Remains of the Day. Ya estaba definido, por entonces, ese estilo que lo identificaría: parco, medido, como dentro del estereotipo “British” de una escasa demostración de sentimientos, pero eso sí, trasuntando un pathos, una angustia y un continuo reverdecimiento del pasado evocado por la memoria de sus personajes. Para cierta crítica, aun hoy resulta una extraña combinación la aportada por Ishiguro: un autor de origen nipón que escribe en lengua inglesa, mas conservando ese regusto asiático de ensimismamiento de sus personajes, que se deslizan a través de una línea argumental engañosamente desleída, cuando la suma de estas características en verdad lo que hace es potenciar al límite la genuina trama de sus narraciones.
Justamente las antípodas del eterno aspirante al Nobel, Haruki Murakami, que siendo un compatriota del Premio Nobel de Literatura 2017 y un residente casi permanente en Japón, más parece un occidental que escribe voluminosas -así lo quiere el mercado- novelas mainstream desde Washington o New York.
Traducidas sus obras a una treintena de idiomas, Ishiguro ha recibido indudablemente el premio de la academia sueca del modo más justo y oportuno, mientras se encuentra aún en plena actividad creativa y cuando, más allá de otros futuros reconocimientos que se sumen a este, el más reciente, puede seguir sorprendiéndonos con nuevas creaciones.
Como humorística conclusión, el inefable best-seller Haruki Murakami, más sus editores, sus agentes literarios y toda la parafernalia publicitaria que lo rodea deberán seguir esperando un año más a que las veleidades escandinavas se inclinen o no a su favor en la próxima ronda, lo que le permitió a uno de mis amigos -que además es un narrador de talento- parafrasear al respecto a nuestro colega guatemaleco Augusto Monterroso, diciendo: “Cuando Murakami despertó, el Premio Nobel no estaba allí”.
Obras de Kazuo Ishiguro
Novelas
A Pale View of Hills (1982)
An Artist of the Floating World (1986)
The Remains of the Day (1989)
The Unconsoled (1995)
When We Were Orphans (2000)
Never Let Me Go (2005)
The Buried Giant (2015)
Narraciones breves
A Strange and Sometimes Sadness, Waiting for J y Getting Poisoned (1981)
The Summer After the War (1983)
A Family Supper (1983)
A Village After Dark (2001)
Nocturnes: Five Stories of Music and Nightfall (2009)
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Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay