El año pasado hubo una marcada expectativa con la muestra “Coming Home” del pintor cubano Julio Larraz en la Acaso Gallery de Wynwood. Fue una muestra nutrida de admiradores y coleccionistas del conocido artista cubano-americano.
“Coming Home” cubre las tres salas del espacio. La primera sala contiene la obra más reciente, en las subsiguientes hay obras de los 90 y los 2000 tempranos. ¿Es “Coming Home” una retrospectiva? No, por supuesto, aquí las obras están a la venta. “Coming home” significa volver. Y ¿cuál es la mejor manera de volver a Miami? La respuesta es un dilema: O se presenta una muestra sólida temática, o presentamos obras diversas en temas, incluso estilo. Para un regreso exitoso a la casa, la segunda opción es la peor. Apuntamos: una mala curadoría puede cambiar el destino de un show.
“Coming Home” no regresa debidamente.
Por ejemplo, las obras de la primera sala (con la excepción de Coming Home al comienzo del post, y alguna otra como One Day in October), resultan obras menores de una serie mayor. Está claro que el fuerte de la obra de Larraz en 2012-2013 son paisajes marítimos de la costa de Italia y el noreste de Estados Unidos (las acuarelas representan siempre estudios de los lienzos, incluso aunque hayan sido realizados después). “Coming Home” no es una muestra consistente de paisajes, sino un picotillo de obras que cubren dos décadas. Casualmente, hacía 20 años que Larraz no exhibía en la ciudad de Miami, lo que parece sugerir que “Coming Home” cubre dos décadas de ausencia.
Tratándose de tanto mar a la vista, “Coming Home” casi es quasi miamense. Hay espuma, cielo azul, yates, y burgueses de la tercera edad. No es realmente este el Miami subtropical. Las pinturas exudan un halo de burguesía europea y americana wasp.
Sunday on the Nagarransett, por ejemplo: La proa intrusiva del yate anclado cerca de la costa, en el mar añil con esas dos siluetas sumergidas en lasitud geriátrica. ¿Se pinta un cuadro solo por elaborar el reflejo plateado del mar en el bajo techo o en la superficie de la proa de fibrocemento de un yate? Será que no apreciamos la sutileza del comentario social. ¿Pero cuál comentario? En el arte no hay necesidad de forzar lo que no está a la vista en el cuadro. Digamos francamente que la proa con las siluetas se lleva casi todo el cuadro, que la bandera americana que ondea al borde de la costa de Narragansett podría muy bien ser la bandera de Italia en un paisaje costero de Amalfi en un postcard para turismo. Distinguimos las siluetas de una pareja adinerada, solos, aburridos. ¿Y qué? No cabe ni siquiera una doble lectura. Brilla por su ausencia la mordida de Larraz.
Lo mismo con Cosette a bordo de la Tremebunda (2013) que no cuaja. Cosette, la modelo de bikini color naranja con nalgas siliconadas portando sombrero de panama, camina, martini en mano, en dirección a popa como si harta de la vida. La protagonista no es Cosette, sino la proa aquilina y desabrida del Tremebunda. Si he escrito un párrafo sobre la pintura es porque (paradójicamente) no hay mucho que decir. Toda pintura no tiene que ser una obra mayor, se sabe. Tampoco menor. Ni cada esfuerzo debe merecer un párrafo.
Esos cuadros (y otros que no comentaremos aquí) fracasan porque hay expectativas, porque Larraz tiene piezas más certeras, porque son piezas derivativas, porque Cosette está realmente a bordo, no del Tremebunda, sino colgada de una pared en “Coming Home”, en Wynwood, Miami.
No es la primera vez que la proa protagoniza una obra de Larraz. Pero en el caso de La ventana del tiempo (1998) tenemos un todo logrado. Hablo del “gancho” pictórico que Larraz ha usado con pericia durante 30 años de profesión: la fértil pictogramática imagen de una idea original.
Larraz sigue produciendo buena obra. Ahí está la atrayente serie de “acuarios” de los 2010-2011, una de las cuales está en “Coming Home” (la de abajo, Master Spy no está incluída en el show).
Sería injusto no mencionar la pintura “Coming Home” (arriba en este post). Es un cuadro sugestivo en su perspectiva geométrica, así como el efecto dramático del yate blanco que se penetra la oscura oquedad del gigantesco promontorio. Penetrar una boca negra es siempre una aventura.
Lo que le falta a “Coming Home” es el misterio de Larraz. Ese toque casi surrealista de su pintura, algo que llamaríamos naturrealismo, es decir, el surrealismo de la mano de un naturalismo personal, conceptual. El resultado consiste en la extraña superposición del paisaje (por momentos casi extraterrestre) y el sujeto terrenal.
La mejor pintura larraziana está ausente de “Coming Home”. Viene el recuerdo del personaje de Jep Gambardella en la película italiana La Grande Belleza, en este caso el pintor como único testigo, “insider” de un sistema que desprecia pero que a la vez necesita.
alFreDo tRifFf