Teatro Adriana Barraza Black Box
Autor. Pepe Cibrián Campoy. Compañía. Teatro Galiano 108. Director. José González. Actriz. Vivian Acosta. Diseño de Escenografía, Vestuario e Iluminación Pedro Balmaseda Jorge Noa y Julio Rodriguez. Maquillaje Robelkis Leyva Fotografía Ray Cabello Video. Fermín Fleitas Diseño Gráfico. Claudia Orozco. Fermín Fleitas. Producción Nobarte
Teatro Adriana Barraza Black Box. 3100 NW 72 Ave. Dias 26 y 27 de febrero y 4 y 5 de marzo. 8.30p.m. Tel. 305 389 46 12/ 305 389 46 12
“Juana la Hermosa” debería llamarme a mí la Historia.
En la vida real, estuvo siempre rodeada de una corte para circundar su legítima vida y pasión por el amor y duelo hacia un hombre del que estuvo locamente enamorada…En Juana. De amor una historia, a Vivian Acosta, la rodea una “corte” de grandes profesionales para delinear una impecable interpretación sobre la auténtica tragedia que vivió esta mujer…la que fue primera reina de España.
Conocida desafortunadamente como Juana la Loca cuando la ubicamos dentro de la historia, Juana I de Castilla pasó recluida en una fortaleza de Tordesillas cerca de cuarenta y cinco años de su vida por orden de su padre. Y posteriormente, por su hijo Carlos I “Se me acaba el tiempo”. Educada como una auténtica princesa. Mujer indomable y dulce amazona. Renegada a escondidas de la religión cristiana de la cual sus mentores dieron fama y nombre: Fernando e Isabel, los Reyes Católicos. Se confirma por investigaciones históricas y psiquiátricas que su aparentemente pérdida de la razón fue debido a su amor pasional y desmedido por Felipe I, el mal llamado Felipe el Hermoso. Engañada por toda la corte del reino, se enfrentó a todos: a su padre, su madre, su esposo “contra tu espada…mi espada” y a su propio hijo, el emperador Carlos V de Alemania (Carlos I de España) de seis progenitores que tuvo.
Escrita en profundidad por el dramaturgo argentino Pepe Cibrián en versos con abundante rima entre ellos, este recurso nos traslada a un época donde la palabra culta a través del mismo se escucha en la corte de cualquier monarquía europea. Pero el autor, a mi entender, dentro de la voz de Juana, no solo nos transmite el sufrimiento vivido en persona, sino también el derecho inherente de una mujer a mostrar sus razones justas de rebeldía en nombre del poder de quienes la rodean. La pregunta para los historiadores aún está en el aire sin respuesta ¿Por qué fue tan vilipendiada por los suyos? ¿Es su aparente locura la causa real de su retiro…o fueron las luchas de poder político por un trono lo que estaba en juego?
Ante el público, un diseño espectacular digno de una curada producción de sus creadores (Nobarte): una estancia palaciega medieval con un simple banco que funge lo mismo como trono, de cama nupcial o futuro ataúd donde Juana va a dar duelo a su esposo. Una tela donde aparece el blasón del reino de Castilla en el fondo, seis antorchas repartidas a lo largo del escenario y un juego de luces plural para cada escena, recrean un espacio de recogimiento cuando lo requiere, o una atmósfera palatina cuando ella, por ejemplo, desembarca en tierras de Flandes. Le sumamos, además, un vestuario de casi veinte libras que la actriz debe llevar en su cuerpo, desde una casulla bordada, un pallium que le cubre el pecho, o unos inmaculados zapatos de seda. Solo me resta pasar al siguiente párrafo para hablar de quién sostiene esta obra de principio a fin…Vivian Acosta.
En un encuentro casual después de la función, con varios críticos y dramaturgos de esta ciudad en el restaurante Versalles, alguien sugirió sobre la actuación de Vivian que tiene rasgos del teatro Kabouki japonés (Valentin Álvarez Campos) y otros que sigue la escuela del cubano Tomás González Pérez sobre “lo transcendente” en la interpretación (Wilfredo Ramos). Pues bien, me sumo a ello sin lugar a dudas. Hay un éxtasis muy particular y único cuando Vivian está en escena. Sus movimientos precisos y contenidos. Su rapidez transicional y verídica al mismo tiempo. Sus pautas de milésima de segundo en el rostro de los distintos personajes que adopta dentro de sí misma. Su liturgia coreográfica dirigida y consensuada al unísono con su director y padre de sus hijos, José González. Sus revuelos en el cuerpo y su danza ritual cuando el texto lo precisa. Esta voz vivificante y equilibradamente alta en su dicción ante el sufrimiento. Como si se la hubiera robado a la propia difunta en la tierra de Granada….esta actitud humilde cuando las luces se han encendido para aplaudirla y se acerca al público con entereza y a corazón abierto.
Esto no hubiera sucedido si el que lleva el mando de este proyecto, José González , no hubiese confiado en un equipo que cree enormemente que, el teatro, es una suma global en todas sus vertientes. Que no sólo son personajes quienes se mueven y accionan en el escenario. Sino que la escenografía tiene que tener un porqué. Las luces realzar u ocultar la acción del texto que el actor interpreta. O que el vestuario nos es simplemente la “ropa que usa el actor” para salir ante el público y que él mismo, tiene, en el fondo, su propia gramática como en Juana. De amor, una historia nos muestra
Las últimas palabras cercanas al final de la obra dicen así …
“Este es el precio de amar mas allá de un horizonte …y esto es lo que yo pago… ser reclusa intocable por haberte venerado… para que así me castiguen… haciéndome yo la insana…”
Esta metáfora sobre la culpa, la van a sentir ustedes si no van este último fin de semana a escuchar este monólogo. Nagari