Juan Manuel Salvat, cariñosamente «El gordo». Foto tomada por Wenceslao Cruz.
Ya he manifestado en varios medios, mi agradecimiento al Dr. Reinaldo Sánchez, uno de los profesores en mi alma mater, la Universidad Internacional de la Florida. Visitar la Librería Universal era prácticamente un requisito en los cursos impartidos por aquel gran conversador y entusiasta catedrático a quien tanto debemos, como alumnos primero, y luego como amigos. Mencionar a Juan Manuel Salvat y Universal, su casa editorial/librería en la Calle Ocho de Miami, es reconocer sus valiosas contribuciones al desarrollo cultural hispano del sur de la Florida. Me place tener la oportunidad de entrevistarlo y repasar breves datos biográficos, que, a mi modo de ver, son auténticos episodios históricos de su Cuba natal. Conoceremos también algunos de los tantos éxitos que este escritor y empresario continúa cosechando en nuestra área.
1] Antes que nada, háblenos de sus experiencias como estudiante, particularmente en la etapa universitaria en la década de los cincuenta y principios de los sesenta. ¿Qué sucesos en sus actividades antes y después de establecerse el actual gobierno catapultaron su salida de la isla? ¿A cuál o cuáles de sus compañeros de aquella época recuerda? ¿Quiénes han seguido la ruta de activismo que asociamos a su trayectoria político-cultural?
Me alegra que recuerdes al profesor Reinaldo Sánchez con quien tuve una gran amistad desde que él estudiaba su doctorado. Compartimos la pasión por la cultura cubana. Es muy positivo recordar a aquellos que crearon, con gran esfuerzo y dedicación, esa presencia y reconocimiento a esa cultura que se fue creando por siglos en nuestro Archipiélago y en los muchos exilios padecidos.
Nací en Sagua la Grande un 27 de marzo de 1940. Mis padres Manuel Salvat Martínez y Consuelo Roque Olivé. Ya había nacido mi hermana Teresa y poco tiempo después de mí, llegó mi hermano Gabriel. Tuve una feliz niñez en esa ciudad siempre querida y añorada. Desde muy pequeño mi padre, en su bodega en la Plaza de Sagua, me enseñó el valor del trabajo y el comercio, el respeto y aprecio a los clientes, muchos de ellos campesinos de las cercanías. También el Amor a Dios, creador y salvador. En el colegio me pusieron el nombrete de «Gordo» que ha permanecido hasta hoy, con mucho orgullo de mi parte.
«El Gordo» en la bodega propiedad de su padre.
Estudié el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Sagua. Otra fértil experiencia pues tuve profesores magníficos. Recuerdo especialmente las clases de español y Literatura del Dr. Manuel Gayol y a la Dra. Fefé Fernández en el aprendizaje de la Historia. Fueron muchos los que nos enseñaron a pensar, aprender y actuar con un sentido amor a la cultura universal y cubana.
En 1957 comencé en La Habana a estudiar Derecho en la Universidad San Juan Bautista de la Salle. Terminé solo el primer año y parte de segundo pues en 1959 matriculé en la Universidad de La Habana. Continué allí los estudios de Derecho y también de Ciencias Sociales y Derecho Público. Vivía entonces en la residencia de la Agrupación Católica Universitaria (ACU) que había sido fundada en los años 30′ por el P. Felipe Rey de Castro SJ. Acabo de publicar su biografía escrita por el Dr. Roberto Méndez Martínez, edición que he disfrutado por la importancia que tuvo este jesuita en la formación cristiana y conciencia social, de cientos de estudiantes y profesionales en Cuba y también en mi vida. Cuando fallece el P. Rey, es sustituido por los jesuitas, P. Amando Llorente y P. Francisco Barbeito. Sacerdotes que desarrollaron una labor, también extraordinaria, en Cuba y el exilio.
En la Universidad pronto sentimos la presencia de grupos comunistas que pretendían lograr el control de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y también de toda Cuba. Un grupo de amigos nos reunimos para comenzar a luchar en cada Escuela e iniciamos la publicación de periódicos estudiantiles como Trinchera, Manicato y Aldabonazo. En 1960 anunciaron la visita a Cuba del ministro soviético Anastas Mikoyán, responsable de la matanza de húngaros durante la rebelión contra la URS en 1956. Se anunció que iría al Parque Central de La Habana a depositar una corona de flores en forma de hoz y martillo. Un grupo de nosotros: Alberto Müller, Ernesto Fernández Travieso, Luis Fernández Rocha, Joaquín Pérez, Jorge Garrido y otros, decidimos llevar ese día a la estatua de José Martí, una corona de flores en forma de bandera cubana. Se avisó a los amigos universitarios y el 5 de febrero de 1960 fuimos más de cien estudiantes a depositar esa corona a los pies de nuestro Apóstol. Pero allí, en el Parque Central nos esperaron militantes comunistas y policías del régimen que comenzaba a aplastar libertades. Nos golpearon, rompieron nuestra corona de flores y a dos de nosotros los llevaron al entonces G2 y a otros a la Estación de Policía. En el G2 nos interrogó Colomé Ibarra (Furry), ante quien defendimos nuestro derecho a la protesta pacífica y el respeto que un gobierno democrático, si lo era como todavía proclamaba, tenía el deber de darnos. Al otro día nos dejaron en libertad, aunque entonces comenzó la persecución en la Universidad. Quizás fue esta la primera protesta popular contra la dictadura que se implantaba en nuestro país.
Fachada de La Universidad de la Habana
Yo había salido, en las elecciones universitarias de 1959, Vice-Secretario de la Escuela de Ciencias Sociales. Muchos de nuestro grupo también habían logrado cargos importantes en la FEU y en las Escuelas de Derecho, Ciencias Sociales, Medicina, Ciencias, Ingeniería y otras. Pero los comunistas y otros que pensaron que el régimen no era comunista y debían defenderlo, propusieron una asamblea en la Plaza Cadenas para expulsar a tres de nosotros de la FEU y la Universidad. En el primer intento de asamblea se dieron cuenta que la mayoría de los estudiantes asistentes nos apoyaban a nosotros y entonces decidieron hablar de humanismo y no de expulsión. Poco tiempo después, ya en mayo de 1960, volvieron a convocar otra asamblea. Pero esta vez vinieron militantes comunistas no universitarios y lograron una mayoría para gritarnos a Müller, Travieso y a mí, aquel «Paredón» que se imponía en toda nuestra Cuba. Y nos expulsaron, tramaron nuestra detención y nos obligaron a pedir asilo en la Embajada de Brasil.
Ya por entonces, convencidos de la traición a las libertades del gobierno de los Castro, habíamos creado el Directorio Revolucionario Estudiantil, siguiendo la tradición de lucha por la libertad de los estudiantes en otras épocas dictatoriales en Cuba. El lema del DRE sería «José Antonio Echeverría con tus ideas en marcha».
José Antonio Echeverría (Manzanita), líder estudiantil de los años 50
En el exilio seguimos trabajando en la organización del DRE, que ya tenía muchos miembros y seguidores, especialmente dentro de Cuba. Y planeamos el regreso clandestino a La Habana. El primero en lograrlo fue Alberto Müller, Secretario General del DRE junto con Luis Fernández Rocha, en noviembre de 1960. Al mes siguiente, en un bote de unos 30 pies, capitaneado por Kikío Llansó y Rolando Martínez (Musculito), entramos por el Náutico, Miguel García Armengol (sufrió más de 16 años de presidio), Manuel Guillot (fusilado en 1962) y yo.
Se logró crear una organización importante, con muchos miembros, y en contacto con las otras organizaciones que luchaban por la libertad. Muchas acciones se realizaron en esos meses anteriores a la invasión de la Brigada 2506 (número que pertenecía en los campamentos a Carlos Rodríguez, gran amigo en la ACU). Un miembro del DRE, Mario Albert, inventó un aparato que lograba interferir la voz de canales de televisión, lo que nos permitía alertar al pueblo de la debacle totalitario que se acercaba. Fue un éxito aquella acción nuestra. Y toda la organización logró que el 5 de febrero de 1961 se realizara una exitosa huelga estudiantil con el lema de «Caigan los libros hasta que caiga el tirano». Se comenzó el entrenamiento de cientos de estudiantes y otros. En abril de 1961 contábamos con unos 1500 miembros de aquel Ejército Clandestino en La Habana y otras muchas ciudades de Cuba. También se organizó el alzamiento en la Sierra Maestra. Allí un grupo dirigido por Alberto Müller, con más de 80 estudiantes y cientos de campesinos, listos para la lucha. Pero como se sabe, faltaron las armas, las promesas del gobierno norteamericano no se cumplieron. La llegada de la invasión fue inesperada, pues no la comunicaron al clandestinaje. Si las guerrillas y el clandestinaje hubiesen tenido armas y aviso, la lucha de la Brigada hubiese alcanzado una proporción importante y quizás hubiésemos logrado el fin de la dictadura comunista.
El entrevistado y su esposa Marta
En una redada de aquel abril de 1961, fui hecho prisionero en una casa donde estaba escondido. Estuve preso de nuevo en el G2 de Quinta y Catorce, y después de varios interrogatorios me pasaron a La Cabaña. Tenía identificaciones falsas y nunca supieron mi verdadera identidad. Después de tres semanas me soltaron. Estuve un tiempo en la Nunciatura Apostólica y después organizamos mi salida de Cuba por la Base Naval de Guantánamo. El compañero del DRE, Julio Hernández Rojo, organizó el viaje. En julio de 1961 logré, con ayuda, saltar la cerca. Ya se había avisado a la Base y un Jeep de los Marines vino a recogerme pues en ese lugar había minas y no podía moverme hasta que ellos llegaran. A los pocos días, junto con Manuel Guillot y Rafael Quintero, nos llevaron en avión a Cayo Hueso, y de allí a Miami donde ya estaban mis padres, hermanos, mi novia y después esposa, Marta Ortiz Iturmendi, el gran amor de mi vida.
Fin Parte I
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.
Héctor Manuel Gutiérrez, Ph.D., es instructor de español avanzado y literatura hispana. Funge como Lector Oficial de Literatura y Cultura Hispánicas en el programa de evaluación superior Advanced Placement, College Board/ETS. Colaborador mensual de la revista musical «Latin Beat», Gardena, California. Miembro/fundador de la revista literaria «La huella azul», FIU, Miami, Florida. Editor de contribuciones, «Revista Poetas y Escritores Miami», Miami, Florida. Colaborador «Revista Suburbano», Miami, Florida. Colaborador/ columnista, «Nagari Magazine», Miami, Florida. Colaborador «Linden Lane Magazine», Fort Worth, Texas, Colaborador, «Insularis Magazine», Miami, Florida. Es autor de los libros: Cuarentenas, AuthorHouse, marzo 2011, Cuarentenas: Segunda Edición, AuthorHouse, 2015, Cuando el viento es amigo, iUniverse, 2019, Dossier Homenaje a Lilliam Moro, Editorial Dos Islas, 2021, De autoría: ensayos al reverso, Editorial Dos Islas, 2022, Encuentros a la carta: entrevistas en ciernes, a publicarse en 2023, La utopía interior: estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato, a publicarse en 2024, y la novela El arrobo de la sospecha, a publicarse en 2025. [Foto del autor, por Juan Carlos Mirabal].