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Diciembre 2023

 JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ GARCÍA, MAESTRO DE MAESTROS [PARTE I]. Héctor Manuel Gutiérrez

El escritor cubano José Hugo Fernández García se ha convertido en Maestro de Maestros en el lapso que le ha tocado vivir en esta ciudad de Miami. Se ha escrito bastante sobre la calidad de sus creaciones, tanto en la narrativa como en sus elaborados ensayos. Sus novelas, que ya alcanzan un número considerable, por razones sólidas y convincentes, son entidades sui géneris. Entre muchas de estas razones, menciono la capacidad muy suya, para transportar de manera magistral situaciones crudamente cotidianas hacia la dimensión literaria.

Está muy fresca en mi memoria, la ocasión en que participó como miembro de un panel donde poetas y escritores compartían sus respectivos trabajos. En aquella planeada intervención de talentos, el resto de los panelistas, una vez que leyeron sus respectivas entregas, tuvieron la suerte de escuchar, una tras otra, las reseñas que Don Pepe generosamente escribió, y que coincidentemente habían sido publicadas a priori de la presentación en aquella noche llena de entusiasmo y camaradería. Mi deseo de entrevistarlo nace tanto de mi familiaridad con sus escritos, como de las impresiones de aquel singular evento. Me place compartir nuestra conversación.

Gracias por su generosa disponibilidad, Don Pepe, y note cómo respetuosamente escribo el sustantivo definidor con M mayúscula.  En más de una instancia, yo mismo me he hecho eco de la expresión «no todo escritor puede recordar la ‘cosmogonía’ de su propia afición a la escritura».  Por supuesto, la frase lapidaria no me pertenece, pero a veces la recuerdo con porfiada claridad, particularmente cuando, desde mi perspectiva de entrevistador, me toca preguntar a alguno de mis interpelados de alto calibre —como considero que usted es— si pertenece al grupo de individuos que pretenden olvidar el génesis de su afición a la escritura. En su caso ¿Cómo respondería usted a esa pregunta?

Mi afición a la escritura debió nacer conmigo. Pero mi oficio es resultado de mi afición por la lectura. Entonces, supongo que (al igual que ocurre con la mayoría de los escritores) los fundamentos de mi cosmogonía personal como escritor son, por su orden: la aptitud, la lectura y las experiencias vitales con todo lo que implican. Entre leer, escribir y vivir, prefiero escribir, pero si no vivo no puedo leer, y si no leo, no puedo escribir.

Excelente reacción, que me da pie para la siguiente pregunta. En un tema algo relacionado con el anterior, ¿qué puede decirnos de la toma de consciencia de su instinto creador?  Muchos escritores pretenden olvidarla; otros la difunden o la renuevan; algunos la reinventan a su antojo. En su caso, ¿fue un entrenamiento, un accidente o acaso una epifanía?

Tal vez fuera alguna especie de predestinación. En todo caso, los accidentes también hicieron lo suyo. Y el entrenamiento no es asunto de una etapa para el escritor. Nos entrenamos a diario durante toda la vida. Nunca es suficiente. De hecho, además de imprescindible, el entrenamiento nos resulta inevitable. Viene a nosotros sin que lo convoquemos, y casi en todo momento. Cuando pensamos, nos estamos entrenando.

Muy cierto, Don Pepe; me consta desde mi propia experiencia. Para la siguiente pregunta, quisiera incluir a la comunidad de lectores de diversas nacionalidades que leen mis entrevistas; es decir, que no sólo contaría entre ellos a los que me siguen en la isla y los que de ella salieron para establecerse en otros puntos geográficos, sino a individuos que tienen a Cuba como referencia, fueren cual fueren sus razones. ¿Podría ilustrarnos en qué tipo de escritura lo mantuvo a usted ocupado dentro del espacio de su carrera profesional en la Cuba que conocemos, que luego ha dado tan buenos frutos en el área geográfica en que ahora tanto usted como yo nos encontramos?

Trabajé como periodista independiente en La Habana a lo largo de más de veinte años. También escribí mucha literatura, leí obsesivamente, y publiqué algunos libros, pocos, ninguno con editoriales de la Isla, debido a la censura, a la marginación y al acorralamiento político y social en los que me obligaron a vivir durante todos esos años.

Comprendo, como es de esperarse. Otra pregunta obligada sería: ¿qué autores dentro y fuera del llamado Canon merecen su respeto? ¿Cuáles entre ellos siente que tuvieron alguna influencia en su forma de producir literatura? ¿Qué razones tendría usted para mencionarlos? En el amplio espectro de la literatura universal, ¿a quiénes no recomendaría leer y por qué?

Me atengo únicamente al canon que establece mi gusto personal. Si un libro no me atrapa en las primeras páginas, seguramente lo abandono, por más famoso que sea el autor. Y claro que son muchos los autores a los que admiro y respeto, al margen o a pesar del llamado Canon. La lista sería demasiado extensa. Más poetas que narradores, más extranjeros que cubanos. Aunque en este último caso me resulta inevitable coincidir con el tópico en nombres como el de Lezama o Virgilio o Lorenzo García Vega o Cabrera Infante. A los que agrego otros narradores como Soler Puig, Labrador Ruiz, Benítez Rojo, Reinaldo Arenas (en algunos libros más que en otros), Félix Luis Viera, Carlos Victoria, o Guillermo Rosales… Seguramente olvido nombres, pero en general me gusta más la poesía de Cuba que su narrativa. Y no sólo me ocurre con la literatura cubana. Leo más poesía que narrativa. Y en cuanto a influencias, me resulta difícil detectar la huella de algún narrador o ensayista cubano en lo que escribo. En cambio, con frecuencia creo sentir el peso de la narrativa estadounidense, en particular de algunos miembros de aquello a lo que nombraron la Generación Perdida, o de otros escritores a los que admiro mucho, como Don DeLillo o David Foster Wallace o Philip K. Dick, entre otros. Lo mismo me sucede con narradores europeos de distintas épocas: Fleur Jaeggy, Rachel Seiffert, Goncalo M. Tavares, Antonio Tabucchi, o Knut Hamson (a quien leo sin cansarme desde que era muy joven), Kafka —otro inevitable tópico—, John Banville, Georges Perec, o Thomas Bernhard, o Peter Handke… el sudafricano J.M. Coetzee. También algunos latinoamericanos, como los uruguayos Felisberto Hernández y Juan Carlos Onetti, como el chileno Roberto Bolaño, el peruano Julio Ramón Ribeyro, o el guatemalteco Rey Rosa, o como una nutrida lista de argentinos de distintas épocas, desde Juan José Saer, a Rodolfo Wilcok, a Sergio Chejfec, a Rodrigo Fresán, a César Aira… Pero, insisto, leo más a los poetas, y tal vez me hayan influido más, aunque no soy poeta. Y en lo referido a qué libros o autores yo no recomendaría, eso debe decidirlo cada lector por su cuenta. Se cometen a diario demasiados errores a la hora de elogiar o execrar o ignorar públicamente libros y autores.

Interesante perspectiva que confirma una vez más su idiosincrásica habilidad de penetrar las posibilidades de profundidad en X o Y poeta, para luego ofrecernos esas evaluaciones críticas a que nos tiene acostumbrados. En otras preguntas inquiriré cuál es el móvil filosófico u orientación pedagógica que lo impulsa a escribir. Mientras tanto, a modo de puente, y consciente de que es una pregunta muy compleja, me gustaría saber cómo ve usted el estado de cosas, con relación a lo que se escribe en nuestra complicada contemporaneidad. Si me perdona la osadía, de usted, que vive inmerso en la lectura y la escritura, me gustaría saber su opinión con respecto al acontecer mundial. ¿Debemos o no sentirnos optimistas ante la secuela de fenómenos sociales a que estamos expuestos? Son obvios los cambios político sociales que forzaron —tanto a pensadores como líderes en el acontecer mundial— a crear hipotéticamente, lo que se perfila como una nueva mentalidad en todo lo relacionado con la cultura, los avances científicos y tecnológicos y el comportamiento de los diferentes tipos de sociedades que, con sus altas y sus bajas, de alguna manera conviven en este mundo postmoderno. ¿Cuál es su perspectiva al respecto?

Mi escritura no responde a móviles filosóficos ni a orientación pedagógica alguna. Exceptuando ciertos principios éticos, escribo sin ataduras mentales ni de ningún otro tipo. En cuanto a cómo veo lo que se escribe en nuestra complicada contemporaneidad, apenas puedo opinar sobre una reducida porción de eso que se escribe, porque no alcanza el tiempo para leerlo todo. Pero anoto un ejemplo: me gusta lo que está sucediendo con la mezcla (creativa) de estilos de todas las épocas, sobre todo en la poesía, pues creo que la narrativa va a la saga, tanto la cubana como la internacional a la que he tenido acceso. Los poetas actuales me parecen, por lo general, más cosmopolitas. Los narradores continúan anclados mayoritariamente a una sola estructura (del siglo XIX) con mínimas variantes. Pero también me parece que a la mayoría de los lectores les complace leer novelas y relatos con esa estructura tradicional. Entonces podría tratarse de una justa relación de tales para cuales: los escritores se aferran a esas viejas estructuras porque así les resulta más fácil o viable complacer a los lectores. Y los lectores demandan el relato convencional porque no les interesa explorar nuevas propuestas. En cuanto a mi perspectiva personal ante los cambios político-sociales que tienen lugar en el mundo, soy tan optimista como aquel borracho que cuando la botella estaba por la mitad, prefería verla medio llena y no medio vacía. No obstante, entre las pocas cosas buenas que están ocurriendo, creo que sobresale el hecho de que tanto las buenas como las malas nos regalan a montones nuevos motivos para la creación literaria.

FIN PARTE I

© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.

Héctor Manuel Gutiérrez, Ph.D., es instructor de español avanzado y literatura hispana. Funge como Lector Oficial de Literatura y Cultura Hispánicas en el programa de evaluación superior Advanced Placement, College Board/ETS. Colaborador mensual de la revista musical «Latin Beat», Gardena, California. Miembro/fundador de la revista literaria «La huella azul», FIU, Miami, Florida. Editor de contribuciones, «Revista Poetas y Escritores Miami», Miami, Florida. Colaborador «Revista Suburbano», Miami, Florida. Colaborador/ columnista, «Nagari Magazine», Miami, Florida. Colaborador «Linden Lane Magazine», Fort Worth, Texas, Colaborador, «Insularis Magazine», Miami, Florida. Es autor de los libros: Cuarentenas, marzo 2011, Cuarentenas: Segunda Edición, Cuando el viento es amigo, Dossier Homenaje a Lilliam Moro, De autoría: ensayos al reverso. Les da los toques finales a Encuentros a la carta: entrevistas en ciernes, a publicarse en 2024, La utopía interior: estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato, a publicarse en 2025, y la novela El arrobo de la sospecha, a publicarse en 2026.

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