En su grave rincón, los jugadores rigen
las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba
en su severo ámbito en que se odian dos colores.
Jorge Luis Borges
¿Cuántos días más va a durar esta guerra silenciosa si nuestro destino ya está sellado? No te hagas pendejo, sé lo que estás pensando. Ni tú ni yo podemos respirar el mismo aire por mucho tiempo más. Quieres el trono y yo también. Si me entregas a la justicia, yo revelo tus secretos. Si descubren que me escondes, será a ti al que se chingan. Pero no tienes ni puta idea si yo te traicioné primero o si hay una mano más grande que nosotros moviendo cada una de las piezas. Y si nosotros no somos más que afiles de una conspiración que se urde desde algo que escapa de toda nuestra comprensión. Quieres saber lo que escondo y al mismo tiempo sabes, cada segundo que pasas conmigo, tu vida también está en riesgo. Pero tranquilo, que al enemigo no se le come, se le da jaque mate. O me matas o te mato. O me ayudas a escapar o me escapo. Y estamos metidos en un juego infinito en el que el final tan sólo será el principio.
Es sábado por la noche y no es posible que en este chingado búnker no tengas ni una botella de champagne. ¿Alguna vez te he dicho que tienes un je ne sais quoi que siempre me ha parecido atractivo? Y es que detrás de ese abogado aburrido, metódico, sanguinario… detrás de esa fachada que te cargas está un cabrón bien parecido y muy leído. Política, religión, viajes. Estás de suerte que a mí me calientan los hombres primero por la cabeza. Me gusta tu torso, musculoso y bien formado. Tu porte militar. Ese silencio inmutable que creo que en la cama puedo llegar a quebrar. Déjame acercarme a tu cuello, porque me fascina como hueles… déjame adivinar: ¿Paco Rabanne Luxe en caja de 18 quilates?
Se supone que debo guardar la compostura, pero la vida se nos acaba y además no tengo nada mejor que hacer. ¿Por qué me miras así? Das miedo, no me vayas a matar aún. Ah, ¡claro, es por el escote! ¿Te gusta? Igual y está mal decirlo o pensarlo, pero me he dejado sueltos algunos botones de la blusa y me he puesto este brassiere de encaje porque quería que me miraras las tetas. ¿Apoco no están bien pinches buenas? Eso es, así. ¡Carajo, deja de hablar de tus negocios sucios y voltea a verme las tetas! ¿Quieres tocarlas? Se ve que en el fondo eres bien pinche mocho. Préstame tus manos y tócalas que para eso las tengo.
Ahora quieres que te diga por qué asesiné a sangre fría. Sólo diré que cuando yo no obtengo lo que quiero, salen a flote mis más oscuros deseos. Así que flojito y cooperando, mi rey. Voy a fingir que no me he dado cuenta de que te pongo nervioso y que juegas con un cigarro entre tus dedos sin encenderlo, mientras tienes un revólver debajo de ese saco, pero ya se te olvidó y a mi me parece sexy. Y tu cuello… ese cuello me está matando poco a poco.
Si terminamos cogiendo, te voy a reventar ese cuello a mordidas. ¿Está calentito? Ya vi que sí, me pregunto cómo se verá tu sangre escarlata derramada en el suelo gris si termino matándote yo primero. Relájate, estoy jugando, no creerás que lo digo en serio ¿o sí? No mames, hueles bien pinche rico y tienes el cuello caliente y ya me estoy mojando. ¿Acabas de tocarme la pierna por debajo de la mesa o me lo estoy imaginando? Uy, sí, me has tocado el muslo, me has rozado las medias, pero, cabrón, cómo me prende que lo hagas mientras me miras y me hablas ya no sé de qué. ¿Quieres que cojamos o quieres que hablemos de cómo soñabas con ser el Edgar J. Hoover mexicano, pero yo te he arrebatado al último presidente que podías controlar?
Porque ya no sé. A mí tus aspiraciones me valen madre. Llevo un rato preguntándome si sabrás comerme la panocha. Apuesto a que sí. Que igual soy yo, que te estoy imaginando entre mis piernas y me estoy poniendo zorra yo sola y quiero pensar que sabes cómo usar esa lengua. Porque yo necesito ponerte la verga muy dura mientras me lames de arriba abajo. Y es que yo dejo la tanga chorreando cuando hago una mamada. Me ha pasado siempre. Me pone cachonda imaginarme qué se siente sacar tu lado más cerdo mientras te la como.
Espérate, Licenciado, ¿no te estás arrimando mucho? ¿No arruina eso nuestro pacto de impunidad, aunque tu palabra y la mía no valen nada? No te alejes, que me vuelve loca esto del sí, pero no, pero sabemos que sí. ¿Y si subimos a la azotea para que nos dé poquito el aire? ¿Los helicópteros que andan buscándome llegarán hasta acá? Ahorita me vale verga porque vamos a coger. Y lo sabemos los dos. Tengo todas estas ganas de besarte en la punta de la lengua. ¿Qué haces? ¿Por qué me empujas contra la pared? Ah, vale, no mames, qué bien besas, sabes lo que haces. Pero quítate el revólver, que me baja lo cachonda. Sabes lo que quieres. Despacio.
Me pones nerviosa, pero nerviosa bien. A los hombres hay que educarlos primero para que sepan coger como se debe. Perdona, se me ha escapado un gemido. Es porque me has mordido el labio al final del beso. Yo nunca pido perdón, pero si me perdonas, tengo que besarte… más y más. Mucho más. Voy a meter la mano por debajo de tu camisa, porque necesito saber que tienes el cuerpo caliente y suave.
Puta madre con la colonia, qué pinche acierto. Más cerca. Te desabrocho el cierre del pantalón y te meto la mano para confirmar que ya estás húmedo y te acerco a mi cadera. Más cerca. Ahora te muerdo la boca con desesperación. La tienes dura. La noto contra mi pierna y me empiezan a temblar los labios de las ganas… pero los de abajo. Eso es, tócame el culo con descaro. Y mírame las tetas, así, mírame las tetas. Si vuelves a levantar la ceja, para mirar de reojo el revolver, te juro que no respondo. ¿Eras así de sexy cuando te conocí o por qué me tomó tantos años darme cuenta?
¡Su puta madre, de ésta no salimos vivos! Tengo la lengua ardiendo y no voy a saber por dónde empezar. Ya quítate toda la pinche ropa que no te va a hacer falta. No estarás esperando que yo haga esa chamba… vámonos al sofá, que está más cerca, aunque esté mugroso. No me sueltes los labios, que no me quiero arriesgar. Fuera las medias, qué estorbo. Mete la mano por debajo. Sí, es un tanga de doble hilo y sé que te encanta. Lo sé porque ya ni te acuerdas de que eres el Jefe de Inteligencia y te has olvidado de que deberías arrestarme.
Te has olvidado de las putas convenciones sociales y empiezas a revolucionarme. Ya te da igual todo, estás jugando fuerte. Me tocas, me aprietas, me agarras. La cara, los brazos, la cintura, la cadera, los muslos, el culo. Te da lo mismo y a mí me lo da todo. Gimo, porque quiero gemir. Quiero verte la verga. ¿Cuánto tiempo más te vas a tardar en sacarla? Mira, me da igual, no te voy a estar esperando, que ya quiero darte una mamada. Y voy a esmerarme. Voy a decirte lo cachonda que estoy a base de lamértela entera. ¿Estás listo? Ven, que te vas a enamorar de mi forma de chupar. Llevas toda la tarde mirándome los labios, ahora vas a conocerlos de verdad. ¿Qué más da que terminando nos volvamos a engañar?
Espero que no tardes demasiado en empezar a morderme la boca. ¿No te animas? Sé que quieres. Ven, ya sin rodeos tómame, jálame el cabello. Vamos a agarrar ritmo, te voy a enseñar cómo se hace. Tengo mi lengua casi en tu garganta ¿Quieres que pare? ¿Ya te vas a venir y ni siquiera me la has metido? Me paro, no hay prisa. ¿Quieres comerme la panocha? ¡Quiero que me comas la panocha! Fuck, fuck, fuck. Sí sabes hacerlo. ¡No mames, quién te viera! Por favor no pares nunca. O te mato. Si dejas de hacerme temblar la cadera, te prometo que te mato entre mis piernas. ¡Te asfixio, hijo de puta! ¿Me escuchaste? No te espero. No aguanto. Me voy, me voy y me vengo. Suavecito te mojo la cara y sé que lo quieres. Te gusta porque no paras.
Pero yo ya quiero más. Lo quiero todo. Estamos demasiado nerviosos para seguir jugando como dos gatitos. Ahora quiero al león encima de mí. Detrás de mí. Debajo de mí. Lo quiero rugiendo como un puto animal dentro de mis piernas. Y lo quiero fuerte. Y lo quiero ya. Sin contemplación. No me hagas gemir, hazme gritar. De placer. Ponte detrás de mí, remátame, como un animal herido al que aniquilar a golpe de sexo. A golpe de verga. Estoy por venirme, agárrame de las caderas y hazme reventar y gritar y temblar. Hasta que me escurra en tu verga y tú revientes dentro de mí. ¿Lo notas? ¿Me notas? ¿Nos notas? ¿Eres tú? ¿Soy yo? ¿Somos los dos? ¿Tú también has perdido el control? No dejes de cogerme hasta que te vengas dentro de mí. Ya no queda tiempo, estamos aquí. Los últimos segundos de vida, de muerte. Se acerca el final…
© All rights reserved Ilse Rivas Torres
Ilse Rivas Torres (San Luis Potosí, 1989). Máster en Gestión Pública por la UASLP y Máster en Educación por Universidad Abierta. Desde 2013 participa en diversos talleres de creación literaria. Creadora del blog «Léase en noches de insomnio». Su color favorito, la novela negra. Su gusto culposo, la política.