Humo.
Humo negro y espeso.
Plomo en el centro
con fuerza centrípeta
socorrido a golpes del dolor más denso.
Humo.
Volutas, caracolas dudosas
que se elevan hasta lo más alto
mientras el plomo es imán y es reclamo.
Humo.
Engendrado en la oquedad
de unos ojos incendiados.
Solo creo
Solo creo en el silencio
y mi voz ha de perderse
en los ojales del miedo,
tras vacías soledades,
entre baluartes sedientos.
El astillero
Hiela en este rincón del astillero
donde se arman las costillas
una a una
y en un regazo desconocido
se acunan ráfagas,
presagios del viento del norte
que se filtran entre rendijas
apuntaladas con cal.
Hiende la verdad por su clarividencia
el mismo centro del meridiano
y acaba inventando
una mentira
tan pálida y ojerosa
que nadie se la cree,
a pesar del maquillaje
sobre su media sonrisa.
Hieren los peldaños que descienden al vértigo.
La condena para el vencedor
es un repiqueteo de gotas de acero
aunque la sequía,
el tiempo ante su stop,
el paraguas afilado
compongan un caligrama
que se traiciona en cada beso.
Infancia
Con tu afilada navaja, padre,
hice un corte limpio,
recto, profundo
en la carne del dragón.
La cabeza, separada del resto,
se estremeció.
Fue el movimiento empírico
de una lagartija en llamas.
Triste carambola del azar,
ponerla en mi camino
fue solo un cuento de princesas.
Hubiera dicho que no
Hubiera dicho que no
y, sin embargo,
un resquemor crujió las aristas
del sortilegio.
La falla se hundió un poco más
tras la poda
del árbol-vorágine,
del árbol-incendio,
del árbol-fénix
y las aves desplegaron las alas,
piaron histéricas
en busca de un horizonte de luz.
Sonreí solo para mí,
de fuera para adentro.
Me senté en mi sillón
de teca y plumas
y me eché a dormir.
En el porche languidecía
una tranquilidad de luto.
Ya no había trinos
y apenas croaban las ranas
en su estanque,
en lo que algún día fue fuente,
a mi pesar.
Seguí durmiendo y soñé
en mi jardín hierático y perenne,
sin sentido -pensé-.
Pero llegó la mañana trasnochada
y con ella el reverberar
de un gallo lejano.
En su desnudez,
mi árbol podado era, a lo sumo,
un fetiche insensible.
Sin flor, sin fruto,
solo su terca persistencia
me ataba a él con un hilo de vida.
Contemplé que las aristas
habían cedido
y que el hundimiento
habría de llegar,
aunque yo hubiera dicho que no.
Caí luego en aquella hondura
incompleta
pero en mi cara
aún bailaba el aire.
Cuando abrí los ojos
la brisa pura
cimbreó sus ramas.
En mi subterránea certidumbre
me alegré.
Pensé en alcanzar sus raíces,
alimentarlo,
abonarlo
hasta hacerlo, de nuevo, mío.
Quise adherirlo al mundo
en mi desesperación,
para que en su destino
se labrara mi imagen.
Sin embargo, ahora
hubiera dicho que no.
Mi corazón mordido por tus labios
He despertado hoy
con la mano tendida hacia delante
en la tozuda cerrazón
de un puño.
He sentido que los golpes
en el punching de mis días
se volvían un espejismo
en clave de pesadilla.
He visto que mi corazon
mordido por tus labios
late hoy
entre diástoles de abrazos.
Del Poemario Mi corazón mordido por tus labios. Dolors Fernández. Ed. La Marca Negra Ediciones. Murcia (España), 2017
© All rights reserved Dolors Fernández
Dolors Fernández (Barcelona, 1968) se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona. Correctora de estilo y tipográfica, profesora de español para extranjeros, colabora en diferentes revistas literarias y ha participado en numerosas antologías sobre poesía y relato breve. Mi corazón mordido por tus labios es su primer poemario, editado en La Marca Negra Ediciones durante 2017. Autora bilingüe (castellano y catalán), ha obtenido diversos premios literarios en las modalidades de relato y poesía. En la actualidad administra el blog literario Despeñaverbos (http://despeñaverbos.es/).