quiero perder la razón,
porque los locos no sufren
lo que estoy sufriendo yo.
( Francisco Beltrán Sánchez: “Los lazos de la pasión y sangre”, pág. 7).
En los últimos días de julio pasado – con motivo del II Festival/Velada de Música y Poesía “El embrujo del agua” (Valderrubio -Granada 2016) -, tuve la inmensa suerte de interpretar, por la difícil y conmovedora “Malagueña del Mellizo”, esta preciosa copla flamenca del ya conocido y admirado poeta Francisco Beltrán Sánchez (Chauchina,1964). No fue, ciertamente, la arrebatadora fuerza del cante sino – para mí – la profundidad óntica del poema que pone de manifiesto la estrecha similitud entre Poesía y Cante. Ambas manifestaciones artísticas coinciden en su temática: EL HOMBRE. Nacimiento, vida, muerte, sentido de la existencia, más allá, el absoluto, la nada y otros interrogantes que se hace el hombre determinan la esencia de la Poesía y – añado por mi cuenta – del Flamenco.
A través de las páginas de “Hilvanes del agua” (Granada 2014), su autor me ha hecho ver – una vez más – que la Poesía forma parte de la vida y es -¡cómo no! – una eclosión y expansión del espíritu y, además, una ambrosía para nuestra Psiquis. Porque desde que se nace hasta morir, necesitamos no sólo pan y techo (recordemos aquello de “… no sólo de pan vive el hombre”), sino también reflexión, cánticos, mensajes, ensueños, historia y leyendas, voces iluminadas y silencios sonoros, aventuras, evasión y ternura, en síntesis: ¡“Amor, Acción, Vida!. Tres elementos que he podido comprobar en la dulce, exquisita y meliflua palabra que el Profesor-Poeta Beltrán Sánchez emplea en las doscientas una páginas que forman “Hilvanes del agua”.
Ha sido un verdadero y auténtico placer la lectura de unos poemas , en sus más variadas formas, que describen y definen perfectamente las más profundas vivencias psicoantropológicas de un hombre que recuerda – “hic et nunc”- cuanto ha vivido. Lo comprendo perfectamente porque yo también he nacido en otra vega regada por el mismo río: Genil, fuente de inspiración del mítico Federico García Lorca (1898 – 1936), a quien Francisco Beltrán sabe asimilar, degustar, vivir y sentir de manera real y poéticamente: Un honor y una sabiduría adquirida a lo largo del tiempo.
Este precioso, ameno y poético libro está estructurado en: Prólogo, escrito por el afamado y brillante “Cantautor” Enrique Moratalla Molina, cuya pluma nos dice que “Esa es (la Vega) en esencia la vivencia de Francisco Beltrán, heredero y deudor de amor por este espacio, y con estos “Hilvanes del agua” nos regala esta auténtica declaración de desnudez afectiva. Sus versos, sus poemas – coincido con Enrique – van tejiendo este sincero y fascinante recorrido por su particular geografía de sentimientos” (pág. 13).
Nos llama la atención que dicha obra se haya estructurado en escenas, cosa que aplaudo, por la vinculación de la poesía “pura” con la dramática: Paco Beltrán dialoga con los elementos, que recogen visiblemente todos y cada uno de los componentes de la rica y exuberante “Vega de Granada”: el agua, las acequias, el viento, las alamedas, el limo, los surcos, las cañaveras, el tabaco, la remolacha, las yedras, las yuntas, el otoño, el frío, las ranas, la alberca, las flores y – como escribe su prologuista – los recuerdos con pantalón corto. ¡Toda una vida en permanente vivencia natural y familiar! Porque “…En la vega se hacen sombras de frío y noche”, como leemos en “Al rayar el alba”:
Al rayar el alba
sombras bajo el tendido.
Bajo los cables, la fría escarcha
cubre la tierra y sus cultivos.
El invierno en la vega
es un baile del tiempo,
que igual va en pasos de nieve,
o en huellas de hielo en agua
…………………………………….
Sombras sobre los suelos,
siluetas de la vega y del invierno. (fragmento, pág. 39).
He visto, en expresión natural, que Beltrán Sánchez juega, sin el menor esfuerzo, con las más variadas “figuras literarias” – Metáforas, prosopopeyas, anáforas, símiles, metonimias, litotes, apóstrofes – porque son inmanentes en su ser poético. Lo que me hace aceptar, una vez más, que “poeta nascitur, et orator fit”. No me equivoco: Francisco Beltrán es “Poeta”. Y nos lo demuestra con la fuerza del dominio rítmico de los versos de arte mayor y menor – Endecasílabos y heptasílabos – que a lo largo de su obra podemos comprobar. En la misma medida están sus “Sonetos”. Quizás – juicio sumamente subjetivo – estén algo faltos de “oído musical”. Como también es justo reconocer el buen empleo que sabe hacer de la “rima consonante y asonante”.
Se nota, se palpa a través de su fluido verso, cómo el poeta desea “vivamente” dar a luz su vivencia terrenal y humana: quiere demostrar que ha nacido poeta. Y lo es. Al fin y al cabo, el arte es sumamente subjetivo; por tanto, mi juicio es correcto. Todo está perfectamente descrito con un lenguaje culto y adecuado, es decir, que está al alcance de cualquier persona medianamente cultivada. Los mimbres con los que desarrolla su “vivencia poética” están basados en los elementos que determinan y configuran el espacio de “su vega”: espacio vital y de perenne inspiración.
Pero el poeta no quiere dejarse llevar por su propia iniciativa y recurre – con fiel prudencia – a aquellos otros poetas que le han precedido: Bécquer, Machado, Lorca… ; de tal manera es así que, en conjunto, estamos ante una obra eminentemente “didáctica y funcional”: se advierten, sobradamente, los principios didácticos y pedagógicos de que Paco Beltrán es, por fortuna, Profesor ejerciendo de “magister”. Su obra abarca, posiblemente sin proponérselo, toda una programación de variadas materias que revelan, “per accidens”, que estamos ante un poeta profundamente culto y enamorado de la tierra que lo vio nacer.
Sabe manejar, sin duda, todos los recursos del verso hecho estrofa; sin embargo, “no se ata” a lo tradicionalmente admitido. Y como buen andaluz, “su musa” se mete de lleno en el delicado y complejo mundo de la copla flamenca. Muchas son las estrofas que pueden ser cantadas por los más variados estilos flamencos: Soleá, Seguiriya, Caña, Polo, Malagueña, Alboreá, Tangos-Tientos, Romances, etc.:
“En un día cualquiera,
de mi pueblo a la Fuente,
petulantes abrigan,
en las curvas del puente
la calzada brumosa…” (Cualquier día, pág. 47).
“La vida en torno a la tierra
es la vida de mi gente,
que mira al cielo sin muecas
esperando agua que riegue
de las lomas a la vega.
Perlas que la lluvia entrega,
son perlas que cuelgan verdes
y serenas van a tierra,
son perlas de mil torrentes
de aguas que buscan la vega” ( Perlas de agua, pág. 53).
Leídos, de forma pausada y reflexivamente, “HILVANES DEL AGUA”, llego a la misma conclusión que el poeta alemán Ludwig Börne (1786 -1837): La vida sería una eterna crueldad si no existiese la poesía. Ella nos da lo que la naturaleza nos niega: una edad dorada que no se marchita; una primavera que no cesa de florecer; una felicidad sin nubes, y una eterna juventud.
He visto en cada una de las páginas de “Hilvanes del agua” el sentido etimológico y semántico del término griego Poesía < POIESIS > CREACION.
Villanueva Mesía – Granada, Noviembre de 2016
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Alfredo Arrebola, Doctor en Filosofía y Letras, Miembro de Honor del Sindicato Nacional de Escritores Españoles y Premio Nacional de Flamenco y Flamencología.