En estos días participé en una graduación universitaria, donde el joven orador invitado, fue galardonado por sus actos heroicos de solidaridad. En su discurso, exhortó a los nuevos graduados a ejercer su oficio con “la necesidad de ensanchar los hombros para hacerse más humanos a través de sus profesiones.” Pensé que era un tema necesario e inspirador ya que, los recién graduados, se preparan para enfrentar un mundo que precisa de profesionales con miradas más empáticas.
A la salida del estadio donde se hizo el acto, nos sorprendió una fuerte tormenta y volvimos al mismo lugar en busca de refugio. Pero el personal de seguridad y la policía universitaria nos prohibió el acceso, cerrándonos las puertas en nuestras narices. Gente mayor, niños, jóvenes y personas discapacitadas (dos de las cuales irónicamente también habían sido galardonadas por su gran esfuerzo académico) se involucraron en un forcejeo entre discusiones y pedidos de solidaridad. Nada hizo efecto.
Vencidos por la lluvia, la impotencia y el enojo, no podía dejar de sentir que aquellas palabras tan hermosas e inspiradoras se habían hecho trizas en una simple escena. Me cuestionaba si aquel discurso había sido parte de una imagen mediática. Me preguntaba cómo era posible tomarse el tiempo y la energía en galardonar la solidaridad y, al mismo tiempo, ser apáticos ante tan pequeño gesto como el de abrir una puerta para no dejar que una persona no se mojara. Tampoco podía sacar de mi cabeza la discrepancia entre el ejemplo y la palabra, y me volví a preguntar por el sabor que aquella discrepancia había generado entre aquellos estudiantes, amigos y familiares.
¿Serán los héroes figuras a las cuáles miramos como un aliciente ante la falta de verdadero compromiso?, ¿son ejemplos a los que verdaderamente miramos como inspiración en nuestro accionar para que nuestra vida diaria sea más significativa?, ¿ son simplemente instrumentos sociales de auto-conformismo poniéndolos en pedestales únicos e inalcanzables?, ó ¿serán que los héroes traen consigo un protagonismo tentador que colorea la existencia por momentos?
Lo cierto es que, a un héroe, lo hace la práctica y no tanto la palabra. Pero en el mundo actual, mediático y ligado al éxito, se premia y se estimula las grandes puestas en escena, desestimando los pequeños actos de coherencia entre lo qué se dice y lo qué se hace. Actos que traen un sentido más profundo a la vida diaria. Estos episodios, generalmente, conllevan un exquisito compromiso con los verdaderos motores de la convivencia y se nutren de genuinos compromisos con el sentir y la necesidad del otro.
¿Quiénes son los verdaderos héroes?… ¿Nos mueven o los servimos?
María Inés Marino es argentina, radica en USA desde 2008 tiene una maestría en periodismo por la FIU