Universos dinámicos, cambiando en tiempos diferentes
Las mutaciones del universo compuesto por elementos tan complejos como la producción literaria, la industria editorial y la crítica académica, que actúan en una obligada sinergia, no suelen ser apreciadas con la adecuada exactitud por una gran proporción de los autores, más todavía porque cada una de estas unidades es, en sí misma, otro universo complejo, compuesto por secciones que se interrelacionan y se modifican entre sí. Ello pese a que, para los autores, es crítico conocer no solamente en qué ámbito producen sus obras –las mareas y los movimientos estilísticos que lo agitan, las modificaciones constantes y propias de un medio inestable- sino en qué segmento de la industria esas obras buscarán su destino público; asimismo, a menos que él mismo autor sea parte del mundo académico o esté relacionado de algún modo con él, las marchas y contramarchas de la estructura crítica que legitimará o no sus obras le resultarán un universo desconocido.
Así, este tipo de autor recibirá desprevenidamente los efectos de las modificaciones producidas en estos tres conjuntos, pero las causas le seguirán resultando ignotas.
Como todas las cosas, los cambios que se generan en lo literario, lo editorial y lo académico no obedecen a la generación espontánea, del mismo modo que los gusanos no nacen de la madera ni las moscas del queso, como se creía todavía en el siglo XVII.
En cada conjunto de los tres señalados, una variada serie de causas y efectos –efectos que, a su vez, se constituyen en causas de otros efectos- transforma el estado de todas las partes que lo conforman, lo que, a su vez, modifica la relación de ese conjunto con los demás. Como no estamos hablando de tres conjuntos ideales, abstractos, como los presenta la matemática elemental, sino de creaciones humanas que actúan en el mismo marco, la realidad, a su vez los tres conjuntos y sus interrelaciones son modificados por el marco en el que actúan, donde tienen acción otros factores, al menos tan complejos como los tres conjuntos que primariamente nos interesan. De tal forma, los sucesos políticos, sociales y económicos no exceptúan al campo literario, editorial y académico de su capacidad de afectar todas y cada una de las actividades humanas, la suma de las cuales es lo que definimos, con un sentido amplio, como cultura.
Antes de abordar directamente los fenómenos que nos interesan –esto es, las transformaciones posibles, en un futuro inmediato, del panorama editorial y sus relaciones con lo estrictamente literario y lo académico- señalemos que estas complejas modificaciones tampoco se generan en un tiempo ideal, parejo, simétrico entre todas las partes. Un fenómeno dado –por ejemplo, el aumento de los costos del papel para la impresión de libros, generado a su vez por la especulación derivada de su repentina escasez, producida por la sequía que afecte a una región del planeta- puede afectar más o menos tardíamente al universo de lo literario, haciendo que un segmento de los jóvenes autores de menos recursos no puedan publicar sus obras o deban postergar su publicación, cuando en esas obras surgía un modo diferente de entender la cosa literaria. Son obras que están escritas, pero no se harán públicas o serán conocidas quizá mucho después de que los fenómenos sociales, políticos y culturales que las originaron hayan desaparecido, transformándose en otros para cuando dichas obras ven la imprenta. Y para la crítica, que desde luego accede fundamentalmente a lo publicado, la expresión de esos fenómenos sociales, políticos y culturales no habrá existido o se evidenciará muy posteriormente a su desaparición. Debemos hacer aquí una salvedad: cuando nos referimos a la acción de los elementos sociales, políticos y culturales (estos últimos, entendidos en el sentido muy amplio que señalamos al final del párrafo anterior) no cometemos la grosería de interpretar a la literatura como simple representación de lo real o de una serie determinada de elementos de lo real; simplemente, estamos simplificando en función de demostrar cómo los factores externos a lo específicamente literario actúan sobre este conjunto, cuya factura es muchísimo más compleja y escapa al cometido principal de este texto.
En conclusión, los tiempos en que determinadas causas producen efectos inmediatos o diferidos en los universos de lo literario, lo industrial editorial y lo académico pueden ser (y son, generalmente) diferentes, lo que a su vez se constituye en un nuevo factor de modificación de los tres conjuntos por separado y también de su interrelación.
Lo que nos interesará reseñar, a continuación, no escapa a estas reglas tan generales como concretas.
Decisiones industriales para salvar el capital
A nadie se le escapa que la crisis financiera desatada en Occidente a partir del final de 2008 ha pasado a convertirse, de estricto fenómeno económico que era en sus orígenes, en uno de mucho mayor alcance, gracias a sus numerosos efectos en otros campos situados fuera de su primer emplazamiento. En lo político, ha potenciado la relación de poder ya existente entre los países integrantes de la Unión Europea –éste es apenas un simple ejemplo- sumergiendo a unos (España, Grecia y Portugal, hasta ahora) y dotando a otros, ya poderosos antes (señaladamente, a Alemania), de prácticamente la conducción tácita de la UE. En lo social, ha llevado a la miseria y la mayor necesidad a millones de personas, tanto en Europa como en el continente americano –algo de lo que ni siquiera los EE.UU., la nación más poderosa del planeta, ha logrado sustraerse-; para quien examine lo anterior de modo superficial, puede resultar todo esto muy lejano de producir un efecto en lo referido a la creación literaria. Sin embargo, en contra de esa apreciación, podemos señalar que, por ejemplo, la crisis de origen financiero ha llevado al gobierno portugués, en 2011, a eliminar su Ministerio de Cultura, en un afán desesperado por ahorrar parte de su flaco presupuesto nacional. Esto es, no existe actualmente el Ministerio de Cultura en Portugal, no existen todas las secretarías, subsecretarías y directorios que dependían de él. Lisboa fue Capital Europea de la Cultura en 1994. Amén del despedido de todos aquellos empleados que trabajaban en la cartera de cultura, resulta obvio el daño que esta obligada medida ocasiona no sólo a la cultura portuguesa en particular, sino a la europea en general y más ampliamente, a la cultura occidental. Sin embargo, la producción literaria portuguesa sigue existiendo: efectivamente, se sigue escribiendo en Portugal. ¿Pero puede negar alguien que, después de esta medida de estricto fundamento económico, a nuestros colegas portugueses las cosas les resultan mucho más complicadas que cuando poseían un Ministerio de Cultura, independientemente del grado de burocracia que el organismo implicaba?
Vamos ahora a la afectación del mundo editorial bajo la crisis de origen económico que se originó en Occidente y se volvió global en pocos años. Como señalamos en nuestra columna anterior, el modo en que los grandes grupos editoriales enfrentaron la crisis obedeció a una receta clásica: reducir personal y presupuesto de sus enormes inversiones anuales; concentrar su producción en los best sellers que garantizan rentabilidad a corto plazo; evitar la inversión de riesgo en autores y obras potencialmente prometedores o ya probados, pero que alcanzaron al momento de la toma de decisiones de inversión un caudal de lectores entendido como pequeño para las exigencias de rentabilidad de una estructura de grandes dimensiones. Ello deparó una emigración de estos autores con pequeño o mediano caudal de lectores a editoriales pequeñas o medianas, que en ciertos casos arriesgaron –para la estructura de la pequeña o mediana empresa, el riesgo suele ser la vía de desarrollo- y ganaron, al ser menores sus costos de producción, pudiendo satisfacer las necesidades de consumo de esos lectores fieles a un autor y su obra y consolidarse –a pequeña escala, desde luego- en un mercado afectado por la crisis mundial. En el caso de las pequeñas/medianas editoriales, un calculado riesgo que resulte exitoso implica el acceso a ganancias y posicionamiento que le permiten seguir desarrollándose y afrontar nuevos riesgos, léase, la edición de nuevos autores, mientras que las grandes estructuras editoriales adoptan una postura más conservadora, bajo el imperativo máximo: sobrevivir.
Sin embargo, y ya con anterioridad a la crisis económica y la serie de medidas de recorte de inversión que trajo aparejada, los pesos pesados del universo editorial habían tomado otras decisiones, resultado del general movimiento de concentración de capital que se observa desde hace décadas en Occidente: esto es, concentrar cada vez más sus inversiones en los títulos de ganancia asegurada, de índole extraliteraria, en desmedro de las colecciones que incluyen títulos destinados a un público adicto a la literatura, público que es sensiblemente menor en relación al lector general. Así, comenzó ser dable observar, en los catálogos de estas grandes factorías de papel impreso, un crecimiento en tirada y en lanzamiento anual de títulos en colecciones de autoayuda, gastronomía, seudoliteratura destinada a las masas, libros relacionados con la actualidad política, etc., toda la parafernalia que desfila por los mass-media gracias a inteligentes y bien concertadas operaciones de marketing, en desmedro de las colecciones literarias, que parejamente se fueron -y se van- cada año reduciendo en lanzamientos, reimpresiones, traducciones y tiradas de cada edición, amén de ver reducido el ya mínimo apoyo mediático brindado por las grandes cadenas editoriales a sus propias novedades literarias.
Lo que la crisis económica hizo, en realidad, fue potenciar este tipo de decisiones de los pulpos editoriales; no las originó, sino que las impulsó de un modo que hubiese demorado mucho más en manifestarse de no mediar el fenómeno de origen financiero que estalló en 2008 y que está muy lejos, según parece, de ser resuelto.
Desde el punto de vista del autor/lector, lo generalmente apreciable es que las editoriales de alto bordo mantienen sus colecciones literarias para satisfacer la demanda mundial como lo han hecho siempre, mas ello también se debe a que, erróneamente, tendemos a suponer (desde nuestro sectorizado punto de vista) que tal o cual grupo editorial “consiste” exclusivamente en esas colecciones de literatura clásica o contemporánea, cuando, en realidad, la porción del catálogo general que le destina a la literatura es ínfima, en relación a lo que representan las colecciones de donde obtiene sus mayores ganancias, colecciones de carácter muy alejado de lo que definimos como literatura. Hecho que, desde luego, no es ni bueno ni malo sino que, simplemente, es, en absoluta coherencia con lo que resulta ser un gran grupo editorial: una sociedad comercial establecida con fines de lucro, ni más ni menos que un frigorífico, un banco o una fábrica de espejos. Lejos estaremos de una lectura de la realidad de tipo “moralizante” o “ideológica”, que imponga nuevas veladuras a lo objetivo, que es lo que nos interesa analizar. La discusión respecto de que la actividad editorial no sólo actúa en un segmento del mercado, como un frigorífico, un banco o una fábrica lo hacen en sus respectivas áreas, sino que además genera y propala valores simbólicos que afectan y modifican la cultura, es ajena a este objetivo, al menos de momento.
Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay.