Es cosa de respirar profundo y mirar siempre hacia adelante. Las palabras de Marcos bajan por mis oídos hasta la punta de los pies; su mano sobre mi mano, su mano sobre mi pierna, su mano perdiéndose en mi pelo siempre enredado. Tú tranquila, son sólo unos minutos.
El taxi da vueltas y más vueltas, por la ruta más enrevesada de Quito. Una bajada de poco más de quince minutos, con uno y mil recovecos, todo a gran velocidad. La ruta necesaria para ir al apartamento de Marcos, junto a la universidad, la ruta necesaria, las náuseas imprescindibles. Infaltables.
(Hoy el taxista me pregunta: ¿por dónde, señorita? ¿Por la Granados?
No, señor, muchas gracias. Por Guápulo mejor.)
La primera vez que bajamos juntos, me recosté sobre sus piernas, mi cabeza mirando hacia arriba, espiando los árboles que se sucedían unos a otros por la ventana. A ratos cerraba los ojos. Tú me avisas cuando lleguemos, le dije. Luego me confesaría que, esa noche, lo había enamorado mi confianza. Esa confianza absoluta, ese dejarse llevar. Yo, que le tenía un terror profundo a ese camino, me había subido al taxi siguiendo a Marcos sin pensarlo dos veces.
Luego nos juntaríamos siempre a la salida de mi trabajo, en uno de los hoteles de la ciudad. Era algo transitorio, mientras decidía si valía la pena volver a estudiar o si me envalentonaba a guardar de una vez todo en maletas e irme a vivir con Marcos. Por de pronto, trabajaba de recepcionista cuatro días a la semana, en un lujoso hotel de la ciudad. Había viajado a Ecuador a hacer una pasantía de seis meses. Me había tocado viajar a la selva, a las islas Galápagos y ayudar en una investigación a un profesor recién llegado de su postgrado en Estados Unidos.
Hoy se cumplía un año de eso.
El taxista agarra velocidad, podría hacer este camino con los ojos cerrados. Yo también los cierro, un poco para tratar de dormirme, un poco para ver si así olvido los acantilados que se insinúan a cada giro. Aprieto los puños e intento conjurar la voz de Marcos. Contener las náuseas. Pensar en algo. Tararear, nerviosa, una canción.
Fue cosa de levantar la vista y ver a un grupo de curiosos congregarse alrededor de uno de los televisores del lobby. En noticias de último minuto una toma desde las alturas mostraba un taxi al fondo del barranco. Cinta amarilla de no pasar, policías y más curiosos desde dentro de la pantalla y un mensaje en mi buzón avisándome que nos viéramos esa noche en su casa, que debía correr a la oficina sin falta, que esta vez no podría esperarme a la salida del trabajo.
La víctima fue identificada como…
Las malas noticias no se escuchan con los oídos. Las malas noticias se escuchan con todo el cuerpo. Las próximas horas se sucedieron unas a otras como entre la niebla. La llegada al hospital y la vista de ese cuerpo ajeno, las llamadas a sus padres, a sus amigos, las palabras saliendo de la garganta como a borbotones.
Bajo del taxi asombrada. No hay náuseas, no tiemblo, no siento nada. Las monedas parecen brillar entre mis dedos. Los ojos sí me delatan, enrojecidos. El taxista baja la vista al verme.
Abro la puerta de su apartamento.
Cuando una persona muere, todo lo que solía rodearla se convierte inmediatamente en zona de excavación arqueológica. Los recibos dejados sin querer en la mesa de noche, la basura incluso, todo adquiere, se impregna, de significados ocultos, mensajes cruciales, imprescindibles, para entender lo que sigue.
Eso, claro, si creemos que algo sigue.
Marcos siempre fue ordenado y su casa se me muestra desnuda de pistas. Una bolsa nueva en el basurero, la ropa recién lavada y de vuelta en sus posiciones en el armario, los platos limpios, un pijama listo para ser estrenado bajo la almohada.
Las sábanas recién cambiadas.
Un ramo de rosas en medio de la sala.
La limpieza puede tener un humor cruel a veces.
Es entonces cuando llegan las náuseas.
Quito, 2013.
María José Navia (Santiago, 1982) es una escritora chilena. Publicó su primera novela SANT (Incubarte Editores) el año 2010 y el libro de cuentos (formato E-book) Las Variaciones Dorothy (Sub-Urbano Ediciones) el 2013. Sus cuentos han aparecido en diversas antologías (Lenguas (JC Saez, 2005), Junta de Vecinas (Algaida, 2011) .CL Fronteras de Chile (Universidad Alberto Hurtado, 2012). El año 2011 su relato “Online” resultó ganador del Premio del Público del Concurso Cosecha Eñe (España); el año 2012 su cuento #Mudanzas fue uno de los 10 finalistas del Concurso de Cuentos Revista Paula (Chile). Actualmente estudia un Doctorado en Literatura y Estudios Culturales en Georgetown University y termina su segunda novela.
Escribe regularmente en su blog de microrreseñas www.ticketdecambio.wordpress.com
twitter: @mjnavia