Grandes músicos tocan en un funeral de nueva Orleans, en el cementerio de ST Louis…Fusionan ritmos africanos y cantos espirituales negros.
Las barcazas cruzan el Mississippi (donde se juntan todas las aguas) Huckleberry Finn duerme en la cabaña del árbol y un tranvía llamado deseo atraviesa las calles y los campos cercanos a las plantaciones de caña de azúcar, tabaco y algodón…
T.S. Eliot bautizó al río en su poema El rescate árido: No sé mucho de dioses, pero creo que el río es un dios pardo y fuerte, hosco, intratable, indómito, paciente hasta cierto punto…
Los lugareños están de fiesta, es Mardi Gras (Carnaval) y ya terminaron su jornada de explotación laboral. Acuden a bailar y cantar por las calles. Se oye música de Jazz, Blues, Gospel, Soul, Rhitmandblues y otros mestizajes. Con el alcohol llegan las borracheras y las reyertas. Los hombres pelean por las chicas indígenas y la Reina mulata del Vudú toma Bourbon y predice futuros tsunamis…Louis Armstrong sopla a la trompeta y la voz de Billie Holiday le acompaña…siempre con los “frutos extraños” colgando de los árboles (Hombres negros colgados por miembros del Ku Klux Klan)
A pesar de la abolición de la esclavitud, conquistada por Abraham Lincoln en la guerra de Secesión, las leyes del régimen de Jim Crow, propugnan la segregación racial con el lema “separados pero iguales” en escuelas, transporte, baños y restaurantes públicos existen fuentes de agua potable para los blancos y para los negros. El ejército estadounidense también fue segregado.
Los nativos encienden fuego para hablar con sus ancestros.
El niño emigrado, comprado en áfrica, aplica el betún y con el trapo y las ganas de obtener medio dólar confederado, lustra las botas. Unas botas viejas olvidadas en la cuneta, sucias de barro del sur, de diplomáticos obesos, con sus puros habanos, colgando (eternamente) de sus grasientos y repugnantes hocicos con restos del desayuno de la mañana.
Existe una imagen del sueño americano, la gran mentira del norte…Ella, una chiquilla achocolatada, nos mira sentada en una silla de paja, sus hermanos, al lado del carro de papá. Es la época de la segregación racial, los niños juegan con armas. Los ricos blancos golpean con su indiferencia y odio a los esclavos negros…muñecas blancas, muñecas negras.
La campesina esconde la cara con las manos, no quiere descifrar su dolor…se arrastra y huye, con ella se lleva el sufrimiento. Y las octavillas de queja que planeaban por la calle de las luces rojas, la gente no las lee, tiene miedo al “gran cerdo capitalista”. Malcom X muestra un periódico donde los policías de Los Ángeles apalean sin miramientos a chicos afroamericanos… Gordon Parks, el fotógrafo negro, activista en defensa de sus hermanos. Nos enseña el dolor y el llanto de la impotencia y la injusticia social hacia una raza que pide igualdad y libertad.
Martin Luther King confesó: yo tengo un sueño… ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Pero lejos de cumplirse, la intransigencia emerge como humo sobre la tierra húmeda, y en su resquebradizo raciocinio, existen nubes recluidas y cielos cautivos…
Negros, blancos, esclavos, razas, desigualdad, enfermos, delirios sociales, discriminación, pobreza, intolerancia, odio al extranjero, castas, repudias sexuales, fobias, fanatismos religiosos…En los campos cantaban a modo de protesta contra el amo blanco:
No más migajas de maíz para mí, no más, no más,
No más latigazos del amo para mí, no más no más…
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Kim Bertran Canut. Jubilado, viviendo en Barcelona (España). Tengo 2 novelas, relatos y escritos sociales y hago fotografía callejera (Literaria)
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