“Ninguno aguarda en las fronteras
ni se emborracha con sus propios ríos.
Todos sabemos que la lluvia es larga
que el viento se define cuando grita.”
Roberto Bianchi
Frontera
la línea advierte su caída
frontera imperceptible
estática escabrosa
privada de libertades
cuando macera los cuerpos
pendidos de balas plateadas
e n j u g a d o s
como moscas exiguas
la línea escupe sus dientes.
Partición
I
Enrojecióse la tarde
con sus nudos blancos
manos corazón nuca
respirar deshecho
II
De frente el vértigo
vertido en llamaradas
p r e s u r o s o
III
En todo el ángulo truncado
materia y cabezas se amordazan
Los niños del mundo están despiertos
se han lavado las manos
con su propia orina
IV
¡Dejadme vivir! ¡Dejadme vivir!
V
Torbellino cortante
Desierto abrasador
D e s g a r r a d u r a
Espadas
Las hespérides negaron sus manzanas
retornó hueca la mano en su veneno
escaramuzas sobre ópalos ebúrneos
el banquete ajado de los seres.
Adviene el tiempo imponderable
de roídas y selladas banalidades
sujeción que boga en los estanques
argamasa de cicutas senescentes.
Una horrida espada corta las gargantas.
Primero el sol de azufre…
Primero el sol de azufre
que rumorea el hastío
…
Detrás del temporal
pasa silenciado el día
y me declaro insalubre
descolorido tosco
aquí donde propago el débil aliento
envuelto en una roja llama
Permanezco socavado
apenas la pequeña bruma
que nace en la ventana
con desvaríos monótonos
Mas, la rotura de la tierra
anunciará los nuevos tallos
en el fondo intransitable
¡raíz y desterrada fuga!
…
Los hombres duermen apacibles
sombreados de azucenas
—que no regarán jamás—
y sé que me alejo
del quebrantado tumulto
con el aire dentro
flotante desollado.
Lo Fatídico
La alborada foránea
y su mirada pueril
entre la muchedumbre vana
¡ d e s v a r í a !
Balbucea la piel
pupilas aciagas
p o s t e r g a d a s
Entre mis piernas oxidadas
la palabra es un gusano
irrumpe fémur y rodillas.
Se matricula la muerte,
en el tumulto intacto
r e l i n c h a
Lestrigones en despliegue
sombras envilecidas
acallando el pensamiento.
Atesoran calizas
de sacrílegas tumbas
anticipando los tiempos.
Prorratean consternaciones
sin sollozos, ni amparos…
suben al mástil.
La indómita muerte, cegada de tumbos
me traga…
Dormito en sus nervaduras.
© All rights reserved Natalia Lara
Natalia Lara Escritora venezolana (1978). Reside en Puerto Ordaz, Bolívar. Formó parte del grupo literario El Círculo Impreciso (2011). Cursó talleres auspiciados por la Sala de Arte Sidor, a cargo del poeta guayanés Francisco Arévalo. Ha publicado sus escritos en diarios de circulación regional del estado Bolívar y en otros, tales como El Venezolano y El Periodiquito (Maracay, Aragua). Ha participado en diversas lecturas poéticas. Gracias a Néstor Rojas y Francisco Arévalo, al apoyo de Fundaletra y la Sala de Arte Sidor, realizó el Diplomado de Poesía Venezolana Siglo XX (2017). Forma parte de los autores del libro Exilios y otros desarraigos (2018).