Quienes han vivido cerca del mar, llevarán siempre consigo un recuerdo salobre, pero en el buen sentido. Ese mismo que se quedaba en nuestra piel bañada de mar y secada al sol. Días de ocio, de alegría cerca de todos y todo lo que en ese tiempo era nuestro. Las memorias que conservo de las costas de mi país son tan humanamente cálidas, como las que he podido apreciar en la obra fotográfica de Juan Carlos Mirabal.
Sol radiante, entusiasmo y algarabía, son el ambiente y algunas de las percepciones que esta serie representa y que reflejan el sentir de los lugareños en una aldea pesquera o isla tropical. Pero, no solo esto es recurrente en la obra del artista, lo es también el agua, la naturaleza y los ambientes exteriores, donde podemos apreciar la convivencia de los integrantes de cada escena en actitudes o emociones positivas.
Las fotografías del creador demuestran notable sencillez a la hora de elegir su objetivo. También logramos observar la constancia de personajes humanos como elemento principal. Si bien conozco a Mirabal desde su obra escrita, percibo igualmente en esta serie, una estética que revela una profundidad que va más allá del modernismo fotográfico. Para él, la audacia consiste en el equilibrio de una naturaleza en comunión con los sentimientos que se estén procesando y el contraste entre la sencillez y el dramatismo.
Estas piezas contemporáneas, que bien podríamos definir como retratos, están cargadas de acciones con objetos comunes y corrientes y en áreas decadentes, que se tornan inesperadamente en imágenes de una estética delicada. Allí los componentes se transforman y recrean una escena cargada de calidez humana, generalmente naturalista.
Tomas en blanco y negro, donde el sol insiste en revelar la escena que observamos y las sombras nos preparan para querer descubrir otros ángulos velados a la vista. Un halo de curiosidad nos embriaga y conduce a diferentes narrativas que ocurren en la misma pieza fotográfica, así como ésas donde el artista conquista el tiempo y el espacio, para transformar un cuerpo de agua en sustancia celestial o una especie de ser alado en busca del amor de un pescador, por medio del dominio que demuestra en la iluminación y la composición.
La luz que observamos en estas fotos dirige nuestra mirada hasta ciertos espacios u objetos íntimos y nos revela la pureza o la espontaneidad del acontecer con el que los actores conviven con su entorno. Rituales habituales, momentos cotidianos, esperanza: la coexistencia del ser humano en sí. El episodio natural de los protagonistas, en actividades comunes que se revela en estas piezas, habla del transcurrir acostumbrado, de la mutabilidad en el lugar, en el acto de la vida y de la gracia de convivir y actuar junto a los demás.
El creador ha dejado en esta serie, la documentación del acontecer frecuente de alguna orilla costera, donde el agua –nuestro líquido vital–, recrea de diferentes maneras, lo que nos proporciona, simboliza o nos transforma de un modo íntimo y personal. Para algunos lectores, estas imágenes podrán transportarlos a días actuales. Otros, llegarán a casa con su imaginación.
Que mejor que aquellos recuerdos retenidos en nuestra memoria, de esa familiaridad con la que hemos visto pasar la propia vida. Actividades cotidianas en calles conocidas, que ahora son parte de nuestra historia, pero también de lo que hoy somos. Ver el mar desde nuestras costas siempre será eso: nuestra arena, y mar en armonía con nosotros mismos.
Gloria MiládelaRoca
Contacto con el artista
Juan Carlos Mirabal
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