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Diciembre 2023

ESTRELLAS IRACUNDAS A LA ORILLA DEL MUNDO: EL GRUPO TALLER. Yaret Rodríguez Badillo

La literatura es un ejercicio colectivo, un punto de encuentro. Confluir con otros para compartir formas de ver el mundo enriquece no solo el entendimiento propio sino el de la sociedad. Los puntos de vista de quienes coinciden en una época determinada y tienen idénticas preocupaciones estéticas e ideológicas son relevantes para entender una dinámica social determinada. Para Octavio Paz, las generaciones son un puente que comunica a los autores y sus obras con su medio y sus lectores. En ese sentido, el vínculo que une a las personas dentro de una generación determina a sus integrantes, pero también nos muestra su manera particular de aprehender la realidad.

La revista Taller (1938-1941) albergó en sus páginas a las voces jóvenes más importantes de la literatura mexicana de fines de la década de los años treinta y comienzos de los cuarenta. Alrededor de ella se conformó un grupo integrado por Octavio Paz, Efraín Huerta, José Revueltas, Alberto Quintero Álvarez, Rafael Solana y Carmen Toscano, entre otros. Como hijos de la Revolución mexicana y la Primera Guerra Mundial, compartían similares aspiraciones literarias y políticas. Así, Taller definió como grupo a poco más de treinta escritores nacidos alrededor de 1914, educados en la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso e interesados en el ideario comunista, cuyos destinos se cruzaron mucho antes del primer número de la publicación en los pasillos escolares y en las revistas previas.

Bajo el signo de Taller: el nacimiento literario de Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas (El Colegio de San Luis/El viajero inmóvil, 2020) de Xalbador García recupera una década de las inquietudes literarias y políticas del grupo reflejadas en las cuatro revistas que fundaron sus miembros a lo largo de 1930: Barandal (1931-1932), Cuadernos del Valle de México (1933-1934), Taller Poético (1936-1938) y Taller. Estas serán el camino para entender su formación, evolución y ruptura, pero también el testimonio del intercambio de experiencias estéticas y la confluencia de pensamientos heterogéneos unidos por una urgencia de fraternidad.

El título podría remitir al famoso ensayo de Susan Sontag donde recupera lo dicho por Walter Benjamin: “Yo vine al mundo bajo el signo de Saturno. La estrella de revolución más lenta, el planeta de las desviaciones y demoras”. El filósofo alemán vio este hecho como una forma definitoria de su destino, entonces, ¿qué significó para estos jóvenes nacer bajo el signo de Taller? La revista fue para ellos el planeta regente de la búsqueda del compromiso ético y estético. En un tiempo turbulento no buscaron la seguridad de la torre de marfil sino el enfrentamiento con la realidad. Entendían a la literatura y la ideología política como dos caminos inseparables. Bajo este signo se guiaron en la determinación de convertirse en ciudadanos globales que no permanecen impávidos ante la historia e intentaron cambiar el mundo a través de su escritura. En ese sentido, en Taller estos jóvenes nacieron no solo como literatos sino como intelectuales.

Como toda juventud, y bajo el signo que los determinaba, intentaron escindirse de cualquier idea preconcebida y criticaron duramente a sus antecesores: los Contemporáneos. Su relación fue siempre ambigua: a veces maestros o amigos, pero siempre paradigmas a superar. Al igual que ellos, aspiraban a una creación de carácter universal, sin embargo, a diferencia de ellos reconocían un compromiso social en el quehacer literario. Sin duda, esta fue una cuestión definitoria que se apreciaría en la madurez de los talleristas.

El compartir intereses ideológicos y literarios cristalizó en la lírica, donde el grupo halló su principal punto de encuentro y, muchos de ellos, su destino. Taller poético fue la principal expresión de esta inclinación, aunque la poesía estuvo presente en todas sus publicaciones periódicas. Tanto Efraín Huerta, Alberto Quintero Álvarez y Rafael Solana, fundadores de la revista, como Octavio Paz, se desarrollaron en este género literario mientras que José Revueltas, más revolucionario que escritor en su primera juventud, se decidió por la prosa, al igual que Carmen Toscano quien además llevó su talento al cine.

Ahora bien, el texto realiza un recorrido a través de las primeras lecturas, obras y críticas del grupo para trazar las coordenadas estéticas e histórico-políticas de sus años formativos. Así, se da cuenta de la historia personal de las figuras centrales de la promoción hasta el momento de confluir con los otros y construir su idea de literatura. Los jóvenes de Taller, en esencia, fueron “discursos y personalidades que maduraron juntas”, con una gran avidez vital, intelectual y social. A través del juego serio que se advierte en su escritura, afirmaban su responsabilidad frente a un mundo marcado por la guerra, pero también crecían a la par, pues “[s]e trataba de sensibilidades afines, almas siamesas descubriendo el mundo”. Este contacto los determinó para siempre, como un signo: “los miembros del Grupo Taller habían encontrado en sus primeros camaradas la comprensión ideológica, la complicidad literaria y la amistad que, en la mayoría de los casos, permaneció intacta hasta la muerte”.

Bajo el cuidado de estos jóvenes escritores, Taller se convirtió en una de las publicaciones más importantes de la primera mitad del siglo xx: “Por la nómina de sus colaboradores internacionales, por su experiencia cosmopolita, por su relevancia histórica, por la importancia posterior de sus animadores mexicanos, por sus nexos latinoamericanos”. Por ello, su historia también es la del campo cultural mexicano en la década de los treinta y sus protagonistas nacionales y extranjeros (Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Lev Trotski y los escritores del exilio español).

Como puede apreciarse, la obra ofrece una perspectiva donde Taller no solo representó un punto de encuentro, sino que fue un centro de aprendizaje y trabajo tanto artístico como político, tal como lo sugiere el nombre de la revista. A través de cinco capítulos, el autor propone tres ejes: la historia de la promoción, el estudio de sus publicaciones y el análisis de sus redes nacionales e internacionales. Lo anterior logra una aproximación a los primeros años de trabajo artístico y político de estas figuras fundamentales en la literatura mexicana. La obra da cuenta de una investigación acuciosa que se nutre de archivos personales, entrevistas, así como fuentes bibliográficas y hemerográficas. Todo ello se conjunta para ofrecer una perspectiva polifónica tanto crítica como histórica, “sin la que no puede entenderse la voz madura que cada uno desplegó posteriormente”.

En suma, Bajo el signo de Taller dialoga con la tradición literaria para ofrecer una visión panorámica, pero bastante detallada, de figuras fundamentales para la historia cultural de nuestro país. Tal como lo ha pretendido el autor, es un texto que sirve como punto de aproximación a enfoques literarios, pero también políticos y artísticos. Sin duda, la de Xalbador García es una obra indispensable para entender una época definitoria de la literatura mexicana.

© All rights reservedYaret Rodríguez Badillo

Yaret Rodríguez Badillo (Guanajuato,1992) es estudiante de la Licenciatura en Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato. Obtuvo una mención honorífica en el X Concurso Nacional de Crítica Literaria Elvira López Aparicio con el trabajo “La bruja frente a la violencia capitalista: Cometierra de Dolores Reyes”. Gestiona el blog Día cero: https://dia-cero-roby.blogspot.com/.

¡Qué bonito! Interesante metáfora.

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