“Que el dolor no impida ver la belleza del mundo”
Estar a la altura de la pena, entrevista tardía a Juan Gelman
Juan Omar Fierro
Estar a la altura de la pena, es la sugerencia que Juan Gelman me hizo en una lejana entrevista del año 2001. Un breve fragmento se transmitió por Radio UNAM unos días después, pero la mayor parte de la misma quedo inédita, aguardando que un inexperto free-lance le encontrara acomodo en un suplemento cultural. Ni por error, se me ocurrió entonces recurrir a un blog personal, consagrado todavía a la idea de los diarios como olimpos del periodismo profesional. Con la muerte del poeta, he encontrado una copia de la misma, que se tuvo que volver a capturar en la computadora. Es la entrevista de un lector con uno de sus poetas de cabecera, son las preguntas que surgen de la lectura personal y no desde un aparato crítico construido desde la academia. Paradójicamente, la relación que tenía con Gelman como fiel lector de su poesía, se interrumpió a partir de esta entrevista. La infidelidad literaria, me arrojó a otros autores a partir del 2001 y casi sin darme cuenta. Creo que es hora de regresar y conocer el resto de su obra, ese es el homenaje que le puedo rendir a uno de los poetas que junto a Eduardo Lizalde, Nicanor Parra y Gabriel Zaid marcaron mis primeras lecturas. Dejó parte de la introducción original, eliminando de la redacción aquellas preguntas que murieron hace mucho tiempo, ajadas por “la vejez del mundo”.
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Escaso lector de novelas, pero prolífico autor de poesía, Juan Gelman asegura que todavía no ha escrito sus mejores versos. Ni Colera Buey (1965), ni Los Poemas de Sidney West (1969) ni Citas y Comentarios (1982), libros por los que ha ganado un público fiel, le resultan completamente satisfactorios al poeta argentino, quien asegura dudar de toda su obra. Considera que el alimento principal de esta incertidumbre, es la falta de fidelidad entre lo que busca decir y lo que finalmente logra expresar en sus poemas.
El poeta responde con paciencia a interrogantes que seguramente ha escuchado más de una vez, pero a las cuales les busca una respuesta cada vez más precisa y sugerente, como desearía que fuera su escritura. Juan Gelman no se inmuta cuando lapidario cuestiona su propia obra: “todavía no he escrito mi mejor poema”.
El título de la antología “Pesar Todo” (FCE 2001) que recorre su trayectoria poética desde 1956 hasta el 2000, contrasta con el nombre de su libro “Valer la Pena” (Era 2001). ¿Cómo siendo pesar todo, existir puede valer la pena?
Bueno, en primer lugar “Pesar Todo” es un título ambivalente, por lo menos. Por un lado, quiere decir todos los dolores, pero también expresa que se debe pesar, justamente, todo lo que pasa en la vida. Que no sea el dolor lo que nos impida ver la belleza de este mundo.
En cuanto a “Valer la pena”, también es un título ambivalente, porque aprovecha esa expresión común, de todos los días, “hacer esto vale la pena”; pero igualmente significa estar a la altura de la pena, valer lo que la pena vale.
En “Velorio del Solo”, uno de los primeros libros, dice “a este oficio me obligan los dolores ajenos”. ¿Todavía es parte de su poética o qué otros tópicos lo mantienen escribiendo?
Principalmente, la necesidad de escribir. Pero no sólo son los dolores ajenos, son también otras cosas como el paraíso del encuentro, los besos del adiós, los pañuelos saludadores, etcétera. Es decir, la realidad ofrece permanentemente estímulos para la escritura.
Sin embargo su escritura se ha ido modificando ¿Qué permanece de su poética y qué se ha sumado a ella?
Para mí es muy difícil saber eso, más bien trato de no saberlo. En mi caso, indagar demasiado sobre lo que escribí no es algo que me interese. Por el contrario, procuro seguir adelante con las nuevas obsesiones que exigen una expresión. Todavía no he escrito mi mejor poema.
“La pregunta visible no es obra conseguida”, otro epígrafe ahora de su libro “Tantear la noche”. ¿Qué hace dudar a Gelman de sí mismo, de sus libros, de la poesía?
En cuanto a la poesía, he llegado a pensar que es muy difícil aferrarla. No es una ciencia exacta ni es escritura de prosa, como tampoco es dramaturgia. Es un tipo de escritura muy particular y después de escribir un poema, siempre queda una distancia, que el autor percibe, entre lo que interrogó y quiso expresar y lo que finalmente pudo expresar. Por lo pronto, dudo de todo lo que ha escrito. Siempre es así, no sólo en mi caso sino en el de cualquier poeta. Uno quisiera que lo escrito fuera más allá, más lejos, que fuera más preciso y sugerente.
Por otro lado, como periodista tampoco todos los artículos que escribo me satisfacen. El periodismo es un género literario y habría que cuidar su escritura tanto como en una obra de ficción. El periodismo es esencialmente relato y éste no siempre me sale bien, así que esas insatisfacciones, son más o menos normales.
Una constante en sus poemas son los diminutivos… ¿Qué busca reflejar con ellos?
Los diminutivos tienen que ver con el tema de la infancia, la patria más importante que tiene cada uno de nosotros, ligada al país donde uno vivió su niñez, esencialmente. Aunque también tiene que ver con el habla popular como en México, donde se utiliza de manera cotidiana. Esto me gusta, porque diminutivizar, si se me permite la palabra, cosas, objetos, personas, es una demostración de cariño hacia estas mismas cosas, objetos, personas.
¿Cómo se enfrenta Gelman a “Los Demasiados Libros”, que llama Gabriel Zaid, regresa a los clásicos o arriesga con poetas desconocidos?
Hay escritores que yo releo cada año. Por ejemplo, El Quijote, ya no entero, sino ciertas partes, y las obras de Shakespeare, tampoco todo sino obras determinadas. Todos los años hago una relectura de ambos. Leo a los grandes poetas que me han marcado, como César Vallejo, y en la medida de lo posible, cosas nuevas, ensayos, poca novela, poetas jóvenes que suelen enviarme sus libros.
Sin embargo, a veces uno tiene que alejarse un poco de todo eso para seguir indagando en su propia voz.
Aunque usted no habla de una poesía comprometida, en “Cólera Buey” habla de que “toda la poesía es hostil al capitalismo”. ¿La considera una forma de resistencia?
Sí, la poesía, la escritura, todo el arte, es –por su sola existencia- resistencia contra un mundo que quiere uniformar nuestros pensamientos, que se basa en un desarrollo exclusivamente material, un mundo que quiere mutilar sueños, utopías, etcétera. Esto último es imposible, los utópicos son los que creen que la utopía se acabó, van a nacer otras. Justamente, la creación que es obra del espíritu humano, y que viene desde el fondo de los siglos, es un acto de resistencia contra esa concepción materialista de la vida.
En “Hacia el Sur”, un personaje presenta los poemas de otro personaje… ¿Son habitantes de Gelman, a la manera de Fernando Pessoa?
Sí, la diferencia es que en Pessoa eran, son, verdaderos heterónimos. En mi caso, podría decir que son sinónimos, que simplemente atribuyen a un tercero lo que escribo. No es un cambio de personalidad. Siempre dentro de uno, sea poeta o no, viven varios.
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Juan Omar Fierro. Periodista no cultural, autor de libros inéditos, lector tardío y artífice de los blogs
www.insufriblehaiku.blogspot.com
y poemasregadera.blogspot.com.