Recuerdo la primera vez que abrí en EE.UU, el periódico en español El Nuevo Herald, hace aproximadamente dieciocho años, cuando éste era un complemento del The Miami Herald: el asombro al ver que nunca -…que ahora me venga a la memoria- hubiera una sección que llevara el vocablo específico de “cultura”.
En mi país de origen todos los periódicos, independientemente de su ideología o afiliación política, tienen en sus secciones diarias este apartado. A continuación, aparecen subtítulos como arte, literatura, cine, música, teatro, ópera, danza, arquitectura, diseño, fotografía….y una lista de los acontecimientos de esta índole de la semana.
Hay varias maneras de contraponer un tema tan aparentemente coloquial como es el término cultura. Y a la vez, es fácil y distinguible observar “entretenimiento” – para ser precisos …de su origen inglés entertainment– en el día a día de la información de cabecera, tanto escrita como audiovisual en EE.UU. Pues bien, una de dos: o el concepto como tal ha envejecido junto al autor de este artículo -por lo tanto es demodée que decíamos en mi juventud- o simplemente el vocablo que reúne como esencia la recopilación del conocimiento y la creación humana, no interesa como sujeto de la historia hoy en día.
Puntualicemos. Con el término cultura viene implícito, no lo olvidemos, el de “crítica de la cultura”. Elemento básico para comprender lo anterior, aportar y difundir lo nuevo de los creadores en sus distintos géneros y versiones a través del tiempo. Par ser ilustrativos:
Uno de los valores más importantes de la cultura es que introduce en nuestra vida complejidad y nos hace más capaces de responder con instrumentos al sentido de nuestra existencia. No por ello somos más felices, ni mejores personas, porque la cultura puede ser edificante o perturbadora.
Esta observación de Antonio Monegal en un artículo del diario La Vanguardia (Catalunya) da clave a una primera hipótesis de por qué es menos oportuno ubicar cultura que entretenimiento en un periódico, magazine, o web informativas. Las nuevas generaciones, quizás debido a los cambios tecnológicos, valoran más lo efímero y lo placentero que la implicación personal en un texto, en cualquier formato y/o con distintos discursos, con base a una reflexión y un análisis.
Otra sugerencia podría ser que el término en sí mismo esté devaluado. Que la palabra dé miedo por lo que representa asociada a incomprensión o a elementos cerrados de un grupo o género artístico determinado. Me viene a la memoria cuando repudiaba el término “alta cultura” y, por el contrario, amaba el de “cultura popular” en mi adolescencia. También la brillantez del término “revolucionario”, durante los dos primeros tercios del siglo XX, hoy, lamentablemente, es un concepto depreciado por las connotaciones políticas ligadas al autoritarismo. Ahora me viene como ejemplo, la degradación de otro vocablo esencial como es el de “religión”. Rechazado incluso por el propio movimiento cristiano evangélico, o las nuevas tendencias ligadas al budismo y las prácticas orientales. En este caso sería “lo espiritual versus religión;…energía universal versus el dios-creador-judeo-cristiano-musulmán. Si fuera así con el término “cultura”, me sentiría más tranquilo. Sólo sería la trasposición de cláusulas formales y no de significados lo que cambiaría. La cultura como herramienta o regocijo con el mundo interior, es decir, del ser, solo habrían sobrepasado disquisiciones lingüísticas.
Pero también podría ser que la “idea de cultura” haya muerto como tal. Quizás con el mismo tipo de réquiem que le ocurre a “arte” en cada generación. En una entrevista hace poco en este medio, Francisco Tardío, gestor cultural de mediana edad que regenta la dirección del Centro Cultural Español en Miami me decía en una entrevista : “no hablemos de cultura…hablemos de creación”.
Bien recordemos su etimología y pensemos que el término viene del latín cultus que , como tal, está relacionado con la tierra y la ganadería. No olvidemos tampoco que su significado incorpora otro vocablo: cuidar. Si así fuere, velemos nuestra parcela o nuestros campos del saber de la mejor forma. Traspasemos la tradición, el origen o lo distinto. Recolectemos los frutos y escojámoslos bajo la crítica lo que de verdad aporta conocimiento y/o rotura a la historia. Nagari tiene como fin este propósito y está abierto a cualquier evolución del término. Por eso nos autocalificamos como “una revista de creación” ( ….ahora que pienso sólo utilizamos “cultural” cuando nos piden “¿Qué es Nagari?” entonces respondemos “una revista cultural”). Lo importante es que, se llame como se llame, no enterremos o confundamos la palabra cultura en nombre del juego fácil, lo banal o el divertimento.
Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya) es licenciado en Lengua y Literatura Española por la Universidad Internacional de la Florida Summa Cum Laude. y Master en Spanish Journalism por FIU. En la actualidad es Editor de Contenidos en la Revista Nagari y trabaja como curador de arte independiente para varias instituciones (CCE, MDC, Books and Books). Ha publicado sus poemas, así como algunos ensayos críticos sobre cine, arte y literatura en diferentes revistas y blogs. ( El proyecto Setra, Tumiami, Telaraña, Encuentros, Arte al Día y Nagari).La lírica del crápula y La mujer de Brickell,inédito, sobre la poética que encierra Miami, son sus últimos libros.