Con el estilo literario ocurre hoy lo mismo que con lo demás. Se estandariza, está perdiendo sus prístinas esencias. Anegados hasta el pelo en las simetrías que la «modernidad» impone a toda manifestación humana, parecen ser cada vez más los escritores y críticos que pasan por alto el carácter seminal del estilo. Hasta un punto que no debiera sorprendernos si a la vuelta de la esquina quedamos asumiendo su defensa apenas como un subterfugio melancólico de la identidad.
A fin de cuentas, ya se sabe que los humanos somos moldeados por el entorno y la cultura, mucho más que por la genética. Así que de igual forma que ha representado durante tanto tiempo el signo de autenticidad por excelencia para todo buen autor (la fisonomía de su mente, según Schopenhauer), el estilo está expuesto ahora a quedar en la historia como la huella que no es el pie sino sólo su consecuencia, aun cuando pueda ser más duradera y transcendente que el pie.
Entretanto, consideremos una suerte que todavía queden escritores dispuestos a resguardar su estilo como se defiende un acto de fe, no por mera oposición a la lógica y a los dictados de la época, sino porque es lo único que encuentran a mano para justificar su existencia y darle sentido.
Parece ser el caso del poeta y escritor cubano Héctor Manuel Gutiérrez. O al menos es lo que se desprende de su libro De autoría: ensayos al reverso, un ejercicio de estilo en toda regla, desde la primera hasta la última página. Y una vehemente apuesta por la intemporalidad a cualquier precio.
El libro, en suma, es compendio de análisis ordenados en seis secciones (Reflexión, Parlamento, Crónica, Analecta, Reseña, Crítica), útiles para guiar al lector entre la amplia variedad de asuntos que aborda. En cualquier caso, todas las secciones ilustran una acentuada conexión de fondo mediante el estilo del autor: muy proclive al detalle y a la descripción minuciosa, al punto de vista personalizado, al tono de reposo y a la copiosidad sintáctica que tipificó a los buenos prosistas de la tradición hispanoamericana. El único detalle que quizá lo aleja un tanto de aquéllos es su tendencia a las afirmaciones arriesgadas, sobre todo a la hora de valorar obras y autores literarios. Pero justo en tal detalle reside quizá lo más representativo de su firma.
No es casual entonces que las secciones de mayor interés dentro del libro (o las que más me interesaron a mí) sean las que contienen textos sobre literatura. Relativos, por ejemplo, a ciertas afectaciones que, según el autor, ocasionó a la creación y divulgación poética de Latinoamérica el auge del llamado «Boom»; o al examen del tipo de poesía que se lee y escribe hoy en Miami, donde: «Las diarias inyecciones de elementos empacados en lo banal y superfluo, nos hacen excluir a los clásicos»; o sobre «El ojo estético lezamaniano frente a las propuestas americanistas», oportuna relectura de cinco conferencias dictadas por Lezama en La Habana de 1957; o la incidencia de Enrique Labrador Ruiz en la gestación de la vanguardia literaria cubana.
Claro que de la misma manera que el libro no está conformado solamente por reflexiones en torno al devenir de la literatura cubana e hispanoamericana, tampoco son éstas las únicas que resultan de interés. Textos acerca del feminismo y la emigración, o hasta sobre la importancia cultural de la higiene, comparten espacios en De autoría: ensayos al reverso con artículos de carácter costumbrista o de inspiración autobiográfica, o con ensayos que recuerdan el ánimo ejemplarizante o la predisposición coloquial e introspectiva de Montaigne. Como ya quedó dicho, se trata de un recopilatorio cuyas constantes básicas son la diversidad de temas y el sello autoral.
Consciente sin duda de que lo más efectivo para preservar su estilo literario es mantener a toda costa los elementos culturales que lo sostienen, Héctor Manuel Gutiérrez no pone mientes en abordar disímiles asuntos, más y menos de actualidad y sea cual fuere su naturaleza, pero siempre a partir de una óptica muy propia, lo cual se traduce en este caso como su personalísimo modo de escoger y usar las palabras. Podremos compartir o no por completo tales premisas, pero creo que no podríamos, o no debemos, impugnarles el mérito de la autenticidad.
José Hugo Fernández, Miami, octubre de enero de 2022.
El escritor habanero José Hugo Fernández ha publicado una treintena de libros, entre ellos, las novelas Los jinetes fantasmas, Parábola de Belén con los Pastores, Las mariposas no aletean los sábados, Mujer con rosa en el pubis, Florángel, El sapo que se tragó la luna, El tigre negro, Cacería, Agnes La Giganta o El hombre con la sombra de humo; los libros de relatos La isla de los mirlos negros, Yo que fui tranvía del deseo, Hombre recostado a una victrola, Nanas para dormir a los bobos, Muerto vivo en Silkeborg o La novia del monstruo. Los libros de ensayos y crónicas Las formas del olvido, Siluetas contra el muro, Los timbales de Dios, La explosión del cometa, Rizos de miedo en La Habana o Entre Cantinflas y Buster Keaton. Reside actualmente en la ciudad de Miami.