Letras bajo el volcán
Bajo el volcán es la novela que convirtió a una región de México en un hito literario. Cuernavaca, en particular, y Morelos, en general, se reconocen en ese Quauhnáhuac donde Malcolm Lowry sitúa su narración. Pero en ese mismo territorio, a medio camino entre la historia y el mito, personajes como Hernán Cortés, Alexander von Humboldt, Maximiliano y Carlota, Ignacio Manuel Altamirano, Alfonso Reyes, David Alfaro Siqueiros, Tamara de Lempicka, Pablo Neruda, Elena Garro, Gutierre Tibón, Erich Fromm, Iván Illich, Manuel Puig, entre muchos otros personajes, hallaron un espacio de sosiego y libertad que enmarcó sus proyectos.
Siguiendo esa tradición cultural, desde las últimas décadas del siglo XX, oriundos y residentes de la región —no hay distinción entre unos y otros— han nutrido un diálogo literario en el que se reúnen diversas voces, géneros y promociones. La sección “Letras bajo el Volcán” en Nagari Magazine busca precisamente tender un puente intelectual entre este fluir artístico de Morelos y el movimiento literario en español de Estados Unidos. Mes a mes se presentará una escritora o escritor morelense cuyas letras gozan de luz propia. El objetivo es claro y único: que en la literatura nos reconozcamos como parte de esa patria grande y transcendental que es el castellano en el Mundo.
Xalbador García
ELSINORE: Una khôra de Salvador Elizondo
En Elsinore, Salvador Elizondo narra un periodo vivido durante sus años de juventud en la Escuela Naval y Militar de dicha ciudad estadounidense. La novela inicia con una frase que parece un cartel de aviso en el que el autor advierte que una puerta se abre para quien siga con la lectura: “Estoy soñando que escribo este relato”. Es esta la entrada a su inconsciente, donde las memorias se mezclan, como suelen hacerlo, con datos desconocidos u ocultos para quien los guarda. Ese más allá le dicta las palabras que ha de plasmar. El contexto onírico resulta un brumoso camino en el que la escritura brota de la mente.
El inconsciente es quizás un espacio imposible de conocer, pues de él solo podemos obtener lejanos aromas que construyen imágenes manifestadas a través de los sueños. Salvador Elizondo escribe este cuaderno de manera consciente, pero enmarca el proceso narrativo como un acto que proviene de un Yo distinto, capaz de acercarse a las huellas mentales de su pasado. Sin embargo, ¿qué tan lejano está el inconsciente del proyecto artístico? Si entendemos esto último como algo que no pertenece al ámbito de lo sensible, ni al de lo inteligible, de manera exclusiva, sino tal vez a la intersección de ambos, entonces podríamos definirlo también como khôra.
Jacques Derrida analiza el concepto de khôra, desarrollado antes por Platón en Timeo, como el espacio en donde se cruza la historia cronológica de nuestro mundo y nuestras historias personales. “Khôra recibe (para darles lugar) todas las determinaciones, pero ella no posee ninguna propia. […] No ‘es’ otra cosa que la suma o el proceso de lo que se inscribe ‘sobre’ ella, a propósito de ella, pero no es el sujeto o soporte presente de todas esas interpretaciones, porque, sin embargo, no se reduce a ellas”.
¿No sería entonces el cuaderno de Elizondo, un receptáculo (khôra) sobre el cual se suman las memorias y se crea la ficción? El territorio real de Elsinore en la novela viene a ser un receptor para desarrollar una historia que convierte ese espacio obtenido por la memoria en uno ficcional, pero no ficticio.
La estructura khôra es una cruz, que en lenguaje de la escuela grafológica italiana se define como: eje vertical (camino de la voluntad) y eje horizontal (camino de la inteligencia). Es una intersección de la fuerza volitiva y la fuerza intelectual. En el eje vertical, se contraponen los conceptos de ser y estar en cada extremo.
El ser es una expresión directa del Mundo de las Ideas, o espacio abstracto (zona superior). En este sentido, Sal, como personaje, representa la noción de sí mismo durante los años de adolescencia. Dicha autoconcepción comprende tanto los valores como la racionalidad con la que actúa. Está impregnada de su personalidad, reflejo del alma, única capaz de conocer y contemplar las Ideas.
Por otra parte, el estar implica la experimentación de una situación que define al sujeto; es decir, habla de lo concreto (zona inferior). Sin embargo, Platón describía esta experiencia como algo concebido a través de imágenes o sombras de las cosas sensibles que se forman en la imaginación y en los sueños. Este aspecto es evidente desde el inicio de la novela, pues los acontecimientos que le suceden a Sal son producto de una suma de percepciones basada en vivencias; y también, como en un paréntesis, a estas imágenes se le añade la fantasía para construir el meta sueño.
Respecto al eje horizontal, Platón lo distribuía como: mito (izquierda) y logos (derecha). El logos identifica los procesos mentales, dentro de los cuales está la escritura. Esta actividad, tanto expresiva como cognitiva, permite conocer y expresar lo conocido, lo que requiere un previo acto de reflexión. Además, el característico bilingüismo de la novela enriquece el discurso al hacer una fiel representación de la situación sociocultural del autor, así como de agregar naturalidad a los diálogos.
En el sentido opuesto, el mito se asocia con las funciones inconscientes de intuir y percibir de Jung. Aquí podemos hacer una lectura un poco más detallada. El mito se construye a partir de símbolos —elementos asociados con lo oculto—, imágenes —que Elizondo describe con destreza por sus conocimientos de fotografía— y emociones —naturalmente ligadas con lo vivido.
En la obra aparece el mismo objeto en cuatro situaciones, la daga. Este símbolo, no tiene una sola interpretación, pues muta de significado según el contexto en el que está inscrito. Es introducida por primera ocasión cuando Sal visita a su tía y encuentra una daga de la SS en la habitación de su primo fallecido, aquí el arma representa una especie de Nostalgia por el familiar ausente. La segunda daga pertenece a Diosdado y es con ella con la que mata al Juca, relacionándose directamente con la Muerte. La tercera daga está presentada en otra forma, como verduguillo, con la que Sal es amenazado por Mr. Ebing. Expresa Virilidad o Poder de dos hombres enfrentados por una mujer. Hacia el final de la novela, Sal compra una daga en una tienda de empeño. Más adelante, en el sorteo de regalos de la fiesta de Navidad, Sal saca una papeleta con su nombre, por lo que se regala a sí mismo la daga antes comprada. Sin embargo, lo hace añadiendo una pequeña tarjeta dirigida a él como su BF (mejor amigo). Así, simboliza una especie de Orgullo o amor propio, que cierra una etapa de formación en dicha Escuela.
Finalmente, la cruz se materializa en el cuaderno, como una convergencia que evoca al autor. Khôra también se asocia con la raíz indoeuropea ghe, que significa “hacer falta, estar vacío, dejar salir, liberar”. En Elsinore, Salvador Elizondo muestra su vida más tierna y honesta, en la que termina por hacer justamente eso: libera los cuatro puntos cardinales que lo rigen para dejar salir una esencia que quizá también era desconocida por él. En esta afirmación de sí mismo está inscrita una huella, algo de lo desaparecido que perdura en estas sombras.
© All rights reserved Paulina M. Moreno
Paulina M. Moreno nació en la Ciudad de México en 1993. Después de estudiar la Licenciatura en Ciencias Físicas, reencontró su vocación en las letras. Actualmente ejerce como editora de libros de texto de matemáticas y estudia en la Escuela de Escritores Ricardo Garibay en Cuernavaca, Morelos. Ha participado como autora en las antologías Así vas a morir: La máquina que predice tu muerte y Ocurrió en Morelos, ambas en proceso de publicación.