Autoras : Cristina Rebull e Ileana Prieto. Director Eddy Souza- Elenco. Belkis Proenza y Yani Martín.
Soy incondicional de un director que ha traído una voz propia y sencilla a la hora de abordar la escena en esta ciudad, Eddy Dìaz Souza, el fundador de esta institución. Lo detecté a través de sus puestas, y desde que fundó su propio teatro al “final-del-mundo’” en un almacén de Kendall. Un espacio con puertas giratorias al cielo. Sonrisas que te liberan al presenciar sus comedias inteligentes. Así como visitar el purgatorio que ofrecen sus dramas bien sostenidos a la hora de dirigirlos con ímpetu.
Pues bien, a principios del mes pasado fui al estreno de El último bolero por tres razones más: Dos actrices que estimo por motivos distintos y una maravilla inesperada al llegar allá.
A Belkis Proenza porqué hasta que no la descubrí dirigida por el propio Eddy no me di cuenta de las posibilidades que ofrece su savoir faire de dama en escena. Y la segunda, porque desde que me encontré a Yani Martín haciendo registros imposibles en un container de microteatro como Lady Macbeth, me pareció imposible que se comiera al propio protagonista de Shakespeare en escena y rompiese moldes bajo la dirección de Leopoldo Morales y la dramaturga Nitsy Grau.
La sorpresa: me encontré a las autoras de la obra: Cristina Rebull e Ileana Prieto a la par y en vivo, en la fila cinco de Artefactus .
El último bolero tiene una melodía inquieta llena de diálogos y reproches entre los protagonistas hacia un fin común, una reconciliación. Narra la historia de un encuentro entre una madre y una hija. La última, Beatriz, ubicada en Cuba; y la primera, de regreso a su cuna de origen proveniente de Miami después de 17 años sin verse. Vivo y subyacente, un recuerdo imborrable: la huida por el Mariel de la madre con su hijo Oscar por su condición homosexual y el abandono de su hermana en tierra.
En escena, un espacio ecuánime, escenográficamente hablando, pero con preguntas antes de empezar: cuatro teléfonos diseminados en el suelo junto a una cama-sofá, y dos cubos móviles donde se depositan distintos útiles.
La obra arranca con un paseo sombrío de la madre arrastrando una maleta de viaje frente a la hija y una frase que resume su esencia: “Ayer me tiré las cartas…”. Aspectos como la infelicidad, el rencor, el contexto en la Cuba de Fidel, la asunción y la culpa por tener dos hijos homosexuales o“¡Con lo varonil que era tu padre y lo femenina que soy yo…¡”, o el desarrollo de un doble lenguaje: “Tengo una amiga que es psiquiatra…¿qué quieres decir con ello?” para hablar de la realidad… nos sirven para desarrollar la emoción y la pregunta a medida que la obra avanza en estos temas.
Un texto, en apariencia, con poca complejidad en la trama pero intenso en los contenidos, permite que las actrices saquen a través del personaje lo mejor de sí mismas. Quisiera apuntar la lucidez interpretativa y emocional de Betty (Yani Martín) que tradujo al segundo sus sentimientos de hija-resentida-con-la-madre del propio libreto. Supo investirse de discreta lesbiana feliz con su “Goya” (nombre de Rosario, su pareja psiquiatra). Y a la vez, hizo estremecer a una audiencia contemplativa con su llanto de amor en la última escena. Y por supuesto subrayar la fuerza de su antagonista madre (Belkis Proenza) fungiendo el papel clásico materno en un “no me digas esto”.
Obra de premio, sin duda. Y no por los conseguidos hasta ahora, sino por lo que sugiere en lo social y bajo la sutileza de su calidad directiva y potencia escénica. ER