“Para mí no es interesante la persona en sí como sujeto de la escena. Me hechiza más la situación. El dónde está y lo qué hace, más que su identidad. Si te fijas, diferencio dos cosas: una, hacer la foto; el disparar. Y la otra, el retoque fotográfico. Siempre pretendo elevar o resaltar mucho el color y sus matices. Borrar o desenfocar a la persona. Y que se quede el personaje en sí mismo frente a su interlocutor: el mar.
Si bien siempre he estado rodeado de artistas y pintores, nunca se me ha dado bien representar la realidad bajo el lápiz y el papel. Por eso busco, que las piezas tengan un aire de dibujo o pintura. La mayoría de las fotos, las he hecho en Galicia, más concretamente, en la ría de Vigo. Otras, en Mallorca. Y algunas, en mis viajes por el mundo. Por ejemplo, en la mismísima ciudad de Miami”. Pep Nadal
Si algo acompaña en toda esta serie a su autor, son los pronombres. Independientemente del plural o el singular, estos sujetos aparecen bajo el verbo. Son y están al unísono frente al mar. Solos. Cada una o cada uno, tiene su propio relato frente al azul, el naranja del sol, las huellas que dejan sus pies en la arenisca, o el horizonte hacia el crepúsculo donde dirigen la mirada.
Una observación mutua entre la masa del agua y el rostro es en sí mismo, el texto visual que no percibimos. Y aquí radica la lírica poética de estas imágenes colmadas de sencillez. Rozando hermosamente lo infantil, desde el punto formal. Personajes que se hacen preguntas a solas; pero que también el espectador participa en ellas bajo el recuerdo o la sugerencia que elija. Meditan. Tienen la nebulosa del pensamiento desde la quietud. El silencio está detenido junto al verbo. La mayoría hemos estado en sucesos parecidos donde tú y el mar: os encontráis vis a vis. Te identificas. Rememoras el peso de la inmensidad …y aparecen las preguntas.
¿Qué desmenuza en su supuesta melancolía el padre que tiene, junto a sí, la figura de su hija? ¿Estará lo eterno en él cuando mira hacia lo lejos? ¿Cuánto se imagina aquella niña que salta pensando que la ola la va a “devorar” justo cuando sus pies toquen en el agua? ¿Le salvará la “vida” aquel flotador en su juego? ¿Dónde se encuentra aquella quimera del hombre o la mujer que, mirando en diagonal el horizonte, buscan en el pretérito una solución a todo lo que no les sucedió aún?
Pep Nadal se mueve en varios registros que la historia del arte ya nos ha dado testimonio. Desde el contenido, Edward Hopper está ahí con pruebas de intimidad, miradas y sosiego; en este caso, frente a una temática escénica: la playa y el individuo bajo el haz tenue de luz. Desde lo formal, cercano a una visión naïf del encuentro junto al color y la ingenuidad. Pero personalmente añadiría un sentimiento voyeur en la intención creativa. No público, como hacia Sorolla en la playa valenciana de La Malvarrosa poniendo el trípode y la tela frente al paisaje de los bañistas. Si no humano. Un Te-busco-porqué-quiero-saber-qué-sientes-frente a él. Él = a El Mar en mayúscula.
En días de confinamiento por el coronavirus donde la ausencia de lo social nos conduce a nuestro interior. A buscarnos a nosotros mismos. A seguir unas reglas solidarias pero estrictas para el bien común. El delirio que produce lo prohibido desde la cotidianidad mediterránea, atlántica o caribeña …se agradece en esta serie bajo el sello de la difusión digital. ER
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