Seis: Continuemos en este segundo fragmento, la íntima conversación que sostuvimos en el transcurso de la primera parte de nuestra entrevista. Considerando la peculiar perspectiva que te define, me atrevo entonces a preguntarte: ¿qué fue más importante para ti: el ambiente social en que creciste, la influencia de tus padres y abuelos o tu experiencia en la escuela?
Todos los aspectos que mencionas son importantes en el crecimiento y desarrollo de un ser humano. Incluso las ausencias, pues a mis abuelos no los conocí y sin embargo han tenido un papel significativo en mi vida a través del relato de mis padres. Especialmente mis abuelas. La paterna volvía de Buenos Aires donde había estado trabajando, junto a su hijo más pequeño. Ambos enfermaron de pulmonía y ella murió en la travesía. Mi padre apenas la recordaba porque contaba con tan solo siete años, pero sí le había quedado grabada la imagen de su hermanito y su cuerpo inerte sobre una mesa. Llevo un tiempo trabajando en un poema que trata este tema. Mi abuela materna había perdido a cuatro de sus hijas, en aquellos tiempos la mortandad infantil era muy alta. Mi madre me contaba que a veces lloraba mientras cosía. Soy incapaz de imaginar cuánto dolor albergaba en su corazón. Sin duda el ambiente social y la escuela tuvieron una fuerte influencia en mí. Pero nada comparado a la influencia de mis padres. De ellos aprendí unos valores que me han acompañado a lo largo de la vida, y ahora en la madurez, despojada de la idealización primera, sigo sintiendo un amor inconmensurable por ellos. Mi agradecimiento no supe mostrarlo cuando aún vivían, no al menos en la forma que lo haría hoy, pero me acompaña siempre. Ellos no sólo me dieron vida, me dieron lo mejor de sí mismos, sin nunca pedir nada a cambio. Ese desprendimiento del ego en la forma de amar, ha sido mi búsqueda continua en las relaciones que establecí a lo largo de mi vida.
Siete: ¿qué peculiaridades en tu entorno modificaron tu actitud ante la vida? ¿Has sentido alguna vez que te ha tocado poseer una especial sensibilidad tanto con respecto a los humanos como a los animales en general?
Imagen rehabilitación del Poblado Dirigido de Orcasitas, sur de Madrid.
Mi entorno tuvo la peculiaridad de la lucha. Me crie en el Poblado Dirigido de Orcasitas, al sur de Madrid. Los poblados dirigidos constaban de construcciones de bajo coste realizadas dentro de un plan de viviendas en los años 50. Pretendían dar respuesta a la demanda inmobiliaria por parte de la inmigración que procedía del entorno rural. En este caso los edificios se construyeron entre 1957 y 1962, sobre un terreno de arcilla expansiva y con unos materiales de muy baja calidad. Imagina que vives en un edificio donde las paredes se agrietan, en los que en el silencio y la quietud de la noche sientes ligeros temblores. Da bastante miedo. Pero la gente de mi barrio protagonizó un hecho histórico en lo que hoy llamamos la lucha vecinal. Sólo la unión de los vecinos, dejando atrás sus diferencias, trabajando codo con codo, dio lugar al logro del objetivo: la construcción de nuevos edificios de calidad en ese mismo barrio donde se fueron haciendo los realojos por fases. Esto fue entre los años 1976 y 1986. Supuso para nosotros vivir durante un tiempo en casas prefabricadas (eran de chapa) mientras se llevaban a cabo las obras, pero en el mismo barrio. Los movimientos vecinales que se dieron durante esos años fueron para mí un ejemplo de la máxima “la unión hace la fuerza”. Cuando permanecemos unidos todo es posible; mi barrio es hoy un lugar seguro y confortable, con zonas ajardinadas y todos los servicios necesarios para el desarrollo de la vida cotidiana. No podemos olvidar que se ha logrado gracias al esfuerzo de unas gentes que se unieron con el propósito de tener una vivienda digna en la que criar a sus hijos. Mi origen ha sido humilde y mi crecimiento fue acompasado al grito de “No nos moverán…» y no nos movieron. Estoy muy orgullosa del lugar del que procedo y de sus gentes. La cuna en la que nací ha sido el reflejo de mi propia sensibilidad hacia los más desfavorecidos, ya sean humanos o animales. Y si bien no se me han dado las grandes oportunidades que yo esperaba, al final es en los pequeños gestos cotidianos en los que se nos ofrece la ocasión de cuidar del otro.
Ocho: ¿qué papel ha jugado en tu sensibilidad humana lo que conocemos como ailurofilia?
Mi amor por los gatos se remonta a mi infancia, cuando íbamos a pasar las vacaciones a casa mis tíos, en un pueblo muy cerca de donde vivo ahora y que está a pocos kilómetros también del pueblo en que nació mi madre. Mis tíos tenían ganado vacuno, concretamente vacas lecheras, además de cerdos y gallinas. Es bien sabido que la relación entre el humano y el gato ha estado basada en el apoyo mutuo. El gato ejerce un control de plagas de roedores e insectos que beneficia el entorno del humano y del ganado, su contraprestación es obtener comida y cobijo. Aquellos animalejos peludos tan elegantes y esquivos, con esos ojos cargados de misterio, me fascinaban. Terminaba llena de arañazos al intentar cogerlos, pero no me importaba; acariciarlos por un momento me parecía una compensación suficiente. Cuando tenía unos doce o trece años, no recuerdo bien, llegó a nuestra casa una gatita negra seguramente procedente de un abandono. La llamé «My Lady» y por primera vez pude disfrutar de la compañía de un pequeño felino y sus graciosas travesuras. Pero ella escapó una noche cuando estaba en celo dejándonos una gran tristeza a mi madre y a mí. Poco después encontré un gatito negro que vagaba perdido, lo llevé a casa y vivió con nosotros durante diez años. «Morrosquito» murió cuando mi hija tenía pocos meses, bajo unas circunstancias que prefiero no narrar y que forjaron en mí una terrible culpa. Viviendo en la ciudad no he sido consciente de la precaria vida a la que están sometidos los gatos, los múltiples peligros que les acechan y la falta de alimento cuando escasea la caza.
Nueve: Sello nuestro encuentro con la convicción de que ese amor a los gatos es un sentimiento profundo y especial que también definía a Lilliam Moro, poeta cubana que fue tu pareja, y a quien acompañaste hasta el último minuto de su vida.
Dos figuras inolvidables de la literatura: Lilliam Moro y Reinaldo García Ramos en la tertulia «La otra esquina de las palabras» de Joaquín Gálvez en Coral Gables, Florida.
Efectivamente. De hecho, fue gracias a Lilliam, cuando convivíamos en la ciudad de Ávila, que conocí una realidad desoladora. Había una colonia felina en la zona de la estación de tren, ella acudía cada noche a llevarles alimento y yo la acompañé muchas veces en lo que he llamado en un poema “el ritual de compasión”. Fue a raíz de esta experiencia cuando tomé consciencia de la necesidad de ayudar a estos animales que malviven en nuestras calles ante la inacción de las administraciones públicas, la animadversión de muchos de los vecinos que no entienden su función ni su derecho a la vida y los esfuerzos sobrehumanos de unas pocas personas que intentan aliviar su dolor ofreciéndoles un poco de alimento. Cuando me instalé a vivir en este pueblo desde el que escribo, me vi rodeada de estas colonias felinas con individuos rebuscando en la basura, muchos de ellos famélicos y enfermos. Comencé a alimentar a una gata y sus crías que merodeaban enfrente de mi casa. Esto dio pie a que otros gatos acudieran en busca de alimento, entre ellos una gata blanca de ojos dispares y sorda, muy jovencita y que se quedó preñada de una primera camada que nació condenada a morir. Blanquita (así la llamo) recibió una paliza en manos de dos jóvenes del pueblo poco después de tener a sus crías, llegó a la puerta de mi casa arrastrándose, con los ojos ensangrentados y muerta de miedo. Ella estuvo ingresada durante quince días y afortunadamente se recuperó sin secuelas físicas. Vive conmigo desde entonces. Me costó casi un año que confiara en mí, a día de hoy es una gata tranquila y cariñosa, pero aún recuerdo los primeros meses en los que despertaba maullando asustada. Lo ocurrido con Blanquita hizo que varias personas nos uniéramos para formar una asociación que de algún modo velara por el bienestar de los animales que habitan en este pueblo, especialmente los gatos, que son los más vulnerables e injustamente despreciados y mal tratados. Ver el sufrimiento ajeno y no hacer nada no forma parte de mi condición.
Diez: Puedo deducir entonces, que ese amor felino compartido por ti y Lilliam, es un amor que se extiende a los humanos.
En efecto, sí. Amo los gatos, pero si en lugar de gatos fueran otros animales o niños los que me rodearan reclamando ayuda, habría hecho lo mismo que hago hoy: intentar aliviar ese sufrimiento. Cada día salgo al anochecer cargada de alimentos para que no pasen hambre, he rescatado muchos gatitos y les he buscado una familia de adopción, algunos de ellos no encontraron hogar y continúan conmigo. A todos les he puesto nombre porque cada uno es especial, con su carácter particular y su forma única de interactuar conmigo. A veces les atropellan y recojo sus cuerpos inertes del asfalto. A veces los llevo al veterinario para curar heridas o enfermedades o para ayudarles a descansar. Hace poco me alejaba de una de las colonias, después de proporcionarles el alimento, algo me hizo volver la vista atrás y vi a uno de los gatos observarme desde una esquina. Su mirada no era diferente a la de un niño desamparado que ve a su madre alejarse. Mi sensibilidad hacia los gatos es el reflejo de mi profundo respeto por la creación, aunque tenga tantas preguntas sin respuestas.
Créeme que en esto no estás sola, mi querida amiga. Impulso desde mi plataforma humanística, mi agradecimiento por tu generosidad en orientarnos en este viaje de auténtica desnudez. Para ti, para nuestra recordada Lilliam Moro, un abrazo fraterno desde Miami.
FIN PARTE II.
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.
Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y prosa poética para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Eka Magazine y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Es miembro de Academia.edu, National Collegiate Hispanic Honor Society [Sigma Delta Pi], Modern Language Association [MLA], y Florida Foreign Language Association [FFLA]. Creador de un subgénero literario que llama cuarentenas, es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011, CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, Authorhouse, agosto de 2015, CUANDO EL VIENTO ES AMIGO, iUniverse, abril del 2019, DOSSIER HOMENAJE A LILLIAM MORO, Editorial Dos Islas, marzo del 2021, DE AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, antología de ensayos con temas diversos, Editorial Dos Islas, enero del 2022. Les da los toques finales a dos próximos libros: ENCUENTROS A LA CARTA: ENTREVISTAS EN CIERNES y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.