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Diciembre 2024

EL TRINOMIO JULIA, LILLIAM Y EL AMOR A LOS GATOS. PARTE I. Héctor Manuel Gutiérrez

 

Me consta que aquellos que me leen, que no son muchos, pero los valúo, saben que tú y yo somos amigos. Y lo somos gracias a tu vínculo con la poeta Lilliam Moro. Tuve la suerte de conocerla, primero, a través de sus poemas. Con el paso del tiempo, construimos una especie de nicho donde salvaguardábamos esa amistad y camaradería que nos permitió intercambiar pareceres profundos, tanto en nuestras accidentadas líneas existenciales, como en la pasión común por la literatura. Como bien sabes, después de su partida, me atreví a solicitar la participación de escritores, lectores y amigos de Lilliam, en la creación de una humilde pero entusiasta antología que publiqué en su memoria. Por supuesto, fuiste una de los que respondieron a mi llamado y, como ya te he manifestado, la singularidad de tu aporte en aquel momento me impresionó. De ahí que, en su ausencia corporal, me haya atrevido a pedirte que participes también en la elaboración de esta compilación de entrevistas. Te extiendo de antemano mi gratitud por tu disponibilidad en mi proyecto, pero esta vez, en vez de abundar en el fenómeno Lilliam y tu convivencia con ella, me gustaría que compartieras algunos aspectos que ocurrieron en tu vida, antes, durante y después de conocerla.

Uno: para los que no te conocen, ¿qué singularidades en tu niñez y adolescencia forjaron, no sólo tu forma de ser, sino tu peculiar método de adaptación a medida que los fenómenos existenciales afectaban tu crecimiento en la antesala a la madurez?

Me gusta que utilices el concepto de peculiaridad, porque en ese término estaría la definición de mi entorno familiar y social. Vivimos una época en la que el concepto de familia está cambiando, la variedad en las uniones entre los seres humanos, el modo en que nos relacionamos a lo largo de nuestra existencia, se refleja de una manera más abierta. Y si bien mi familia respondía a las normas establecidas que unían hombre y mujer, la diferencia de edad entre mis padres, y el hecho de que sus dos hijas de un matrimonio anterior tuvieran casi la misma edad que mi madre, la convertían en una unión «peculiar».

Recuerdo en la escuela las explicaciones a mis compañeras porque no entendían muy bien cómo podía tener hermanas tan mayores y un padre que era de la edad de sus abuelos. Crecí con la sensación de pertenencia a un hogar fuera de lo común, pero ese hecho fue sin duda lo que hizo germinar en mi mente la idea de que la diversidad enriquece y solo separa cuando no somos capaces de empatizar o al menos de respetar la singularidad de cada individuo.

Además de este hecho, que hoy sería irrelevante, se daban circunstancias que me llevaron a una apertura mental que considero muy positiva para mi propia adaptación a medida que iba alcanzando la madurez.

Dos: pues, pues de mi parte, me encantaría conocer los pormenores de esa importante adaptación humana a la que aludes.

Mi padre era ateo y mi madre muy creyente. El respeto que se profesaban se hacía evidente en el hecho de que mi madre nos inscribiera a mi hermana y a mí en una escuela católica. Tuve la gran fortuna de aprender valores cristianos de la mano de unas monjas que casi nunca predicaban con el ejemplo y al mismo tiempo ver representados esos valores en la integridad de un padre alejado de toda religión o creencia espiritual. Esta circunstancia sí que me marcó profundamente. Durante los primeros años de mi infancia aún vivíamos bajo una dictadura en la que el catolicismo era más una imposición que una elección, la ideología de izquierdas solo emergió de las sombras tras la muerte de Franco, y ambos bandos se vieron impelidos a reinventarse para que triunfara el diálogo que dio paso a la democracia. Vivir algo así en el seno de una familia cuyo padre republicano había batallado en la guerra civil y pasado tres años en la cárcel como preso político, fue el inicio de un camino hacia la búsqueda de una vida en libertad donde mi forma de vincularme con los otros quedaba alejada de prejuicios, tratando siempre de ver al otro como un ser igual a mí, pero al mismo tiempo tan diferente que siempre valía la pena explorar y ahondar en las diferencias.

Tres: Infiero entonces que sientes que ocurrieron hechos impactantes, tanto positivos como negativos, que te marcaron y forjaron como mujer.

Sí, pero a día de hoy ya no pongo nada en negativo. En la escuela tuve muchos problemas, estoy segura de que si hubiera nacido en esta época me habrían diagnosticado con TDAH. Era incapaz de estarme quieta en mi pupitre y de prestar atención continuada en las clases. Esto me llevó a situaciones de castigo y expulsiones del aula, al enfado de mi madre porque la llamaban continuamente con las quejas. Aun así, no necesité mucho esfuerzo para lograr buenas notas, pero eran agotadoras las riñas. Tanto en el entorno familiar como en el colegio escuchaba a diario lo mala que era, esto causó un impacto en mí de un modo que me costó mucho superar.

Cuatro: Muy interesante todo lo que me cuentas. ¿Qué otros aspectos moldearon tu perspectiva existencialista?

Un hecho impactante fue el derrame cerebral que sufrió mi hermana mayor cuando yo era una adolescente. Se generó en casa una situación muy dolorosa que se repitió y acentuó cuando años después enfermó de nuevo y ya no podía valerse por sí misma. Esto no solo me puso en contacto con la muerte, sino que también me hizo ser testigo de la falta de compasión y de respeto por una forma de vida que se salía de los cánones establecidos. El contrapunto lo pusieron mis padres, con su amor incondicional hacia ella, siendo mayor el mérito de mi madre porque no era su hija. Creo que esa fue la primera vez que fui consciente de la polaridad de ser humano, pues tuve ante mí la oscuridad y la luz.

Cinco. Comprendo muy bien lo que explicas y agradezco profundamente que compartas ese balance en la consciencia de tu ser y el sistema interno de valores que, me costa, conservas y ejerces.

Es que creo firmemente que esa polaridad la tenemos todos, es nuestra decisión oscilar de un lado o de otro. Yo misma sentí la oscuridad inundarme ante los malos tratos que recibí del que fue mi esposo y padre de mi hija. El dolor de sentirte vejada y humillada como si fueras un objeto sin valor, es el cultivo idóneo para el odio. Pero elegí el perdón. No es necesario seguir vinculado con alguien que te daña, pero sí lo es comprender que ese otro eligió un camino equivocado, que quizá llegó a tu vida formando parte de tu aprendizaje y evolución. Perdonar y ser capaz de sentir compasión por un otro que te hizo sufrir, es absolutamente liberador.

FIN PARTE I.

© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.

Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y prosa poética para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Eka Magazine y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Es miembro de Academia.edu, National Collegiate Hispanic Honor Society [Sigma Delta Pi], Modern Language Association [MLA], y Florida Foreign Language Association [FFLA]. Creador de un subgénero literario que llama cuarentenas, es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011, CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, Authorhouse, agosto de 2015, CUANDO EL VIENTO ES AMIGO, iUniverse, abril del 2019, DOSSIER HOMENAJE A LILLIAM MORO, Editorial Dos Islas, marzo del 2021, DE AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, antología de ensayos con temas diversos. Editorial Dos Islas, enero del 2022. Les da los toques finales a dos próximos libros: ENCUENTROS A LA CARTA: ENTREVISTAS EN CIERNES y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.

 

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